“La autogestión en la España revolucionaria” (1977) y “Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria” (2005) son los dos trabajos más relevantes del historiador anarquista francés, Frank Mintz. Ha dedicado muchos años a estudiar las colectividades y la “Revolución” anarquista que se produjo durante la guerra civil española. Después de 34 años ejerciendo como profesor de castellano, el investigador (ya jubilado) vende libros de segunda mano para financiar una pequeña editorial (en la que trabaja con tres compañeros) y que tiene en proyecto traducir al francés la “Historia de la CNT”, de José Peirats. En su currículo resalta la publicación y traducción de textos sobre los “clásicos” del anarquismo (Bakunin, Gorelik, Kropotkin, Berneri, entre otros). Mientras, asesora al sindicato de la construcción de CNT-Solidaridad Obrera.
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viernes, 20 de diciembre de 2013
La esperanza retornada
80 ANIVERSARIO DEL PERIÓDICO CNT
El fin de la dictadura franquista dio paso a un proceso en el que se sentarían las bases del actual modelo político, social y económico. Un proceso complejo en el que la CNT todavía tenía mucho que decir y aportar.
I. Nistal | Periódico CNT
Ilustración: Carlos Azagra
El fin de la dictadura franquista dio paso a un proceso en el que se sentarían las bases del actual modelo político, social y económico. Un proceso complejo en el que la CNT todavía tenía mucho que decir y aportar.
I. Nistal | Periódico CNT
Ilustración: Carlos Azagra
miércoles, 18 de diciembre de 2013
¿Cómo afrontaban nuestros abuelos la financiación?
La amnesia histórica es mucho más que una lista de muertos
en una cuneta, representa el expolio de nuestra tradición de revolucionarios e
individuos libres.
Dolors Marín | Periódico CNT
lunes, 16 de diciembre de 2013
Centenario de la Federación Obrera de Magallanes
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Grupo de Estudios José Domingo Gómez Rojas
sábado, 10 de agosto de 2013
77 Aniversario de la revolución social española. Recuperar el espiritu libertario del 19 de julio.
Recuperar el
espíritu libertario y revolucionario del 19 de julio en el 77 aniversario de la
Revolución Española.
Este 19 de julio se cumple el 77
aniversario de la Revolución Española de 1936.
Setenta y
siete años del proceso revolucionario con el que trabajadores y trabajadoras
enfrentaron el golpe de estado fascista, dispuestos a no retroceder y luchar
por una sociedad basada en la libertad, la solidaridad y el apoyo mutuo, que
acabara con siglos de injusticia y explotación.
La
confabulación del fascismo español y europeo, y el miedo de las democracias
liberales a los trabajadores organizados, permitieron ahogar en sangre
estas aspiraciones, implantando un régimen asesino que durante más de 40 años
practicó el terror contra las organizaciones obreras y muy especialmente contra
la CNT.
19 DE JULIO : DÍA DE LA REVOLUCIÓN SOCIAL DE 1936
Han pasado 77 años de la Revolución Social que el pueblo, que la clase trabajadora del Estado Español, protagonizó el 19 de julio de 1936. La CGT quiere recordar a aquel pueblo, a sus ansias de justicia social y libertad, aquel pueblo capaz de enfrentarse y parar el golpe de estado fascista perpetrado, en complicidad, por el ejercito, la derecha política, la patronal, la clase empresarial, la iglesia.
La Revolución Social vivída en España en aquellos años, representó
la mayor cota de libertad, de justicia social y democracia directa
experimentada jamás en la historia reciente de la humanidad, según reconocen la
práctica totalidad de historiadores e investigadores que la estudian con una
mínima objetividad.
viernes, 9 de agosto de 2013
Propaganda distribuida per Quico Sabaté 28 de setembre de 1955
“Entre el diverso material que Sabaté había preparado
durante su permanencia forzosa en Francia figuraba una especie de mortero
original construido para disparar “proyectiles” llenos de propaganda que la
dispersaban a varios centenares de metros del lugar de lanzamiento, al estallar
el cohete en el aire. Esta innovación fue experimentada el 28 de septiembre de
1955, con motivo de un viaje que Franco hizo a Barcelona. En un taxi de techo corredizo
instaló su artefacto – después de explicar al chofer que se trataba de
distribuir propaganda en honor del jefe del Estado – y los barceloneses
quedaron sorprendidos al ver llover infinidad de octavillas, impresas sobre
papel fino de varios colores, redactadas en catalán y castellano. Esta
propaganda Sabaté la había firmado: “Moviment de Lliberació- Movimiento de
liberación (Comité de relaciones)” (TÉLLEZ SOLÁ, A., 1992. pag.235)
martes, 9 de julio de 2013
Guerra Civil y Revolución
Hace unos años se realizaron numerosos actos para
conmemorar el 70 aniversario del comienzo del golpe de Estado militar que
terminó, casi tres años después, con el triunfo de los militares sublevados y
el comienzo del régimen franquista.
Octavio Alberola
En la mayoría de esos actos, salvo en los organizados por los anarquistas, se insistió en presentar la conspiración de los militares dirigida exclusivamente contra el gobierno de la República elegido tras la victoria del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936, y se obvió -en la mayoría de los casos voluntariamente- el hecho de que ese golpe desencadenó también un proceso de profundas y radicales transformaciones sociales que, durante buena parte del tiempo que duró la contienda militar, hicieron coexistir simultáneamente guerra y revolución.
Octavio Alberola
En la mayoría de esos actos, salvo en los organizados por los anarquistas, se insistió en presentar la conspiración de los militares dirigida exclusivamente contra el gobierno de la República elegido tras la victoria del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936, y se obvió -en la mayoría de los casos voluntariamente- el hecho de que ese golpe desencadenó también un proceso de profundas y radicales transformaciones sociales que, durante buena parte del tiempo que duró la contienda militar, hicieron coexistir simultáneamente guerra y revolución.
lunes, 8 de julio de 2013
El DI ('Defensa Interior') y la resistencia libertaria contra el franquismo
A pesar de ello, y tras la aprobación del dictamen de Defensa Interior por la FAI y la FIJL, a principios del mes de enero de 1962 se reúne la Comisión de Defensa del MLE (integrada por los secretarios de la CNT, de la FAI y de la FIJL, más el secretario de coordinación de la CNT) para nombrar a los integrantes del DI. Cada organización presenta una lista y finalmente son nombrados los conocidos cenetistas Germinal Esgleas, Vicente Llansola, Cipriano Mera, Juan García Oliver, Acracio Ruiz, Juan Jimeno y Octavio Alberola en representación de las Juventudes Libertarias.
sábado, 8 de junio de 2013
El Internado-Escuela 'Durruti' 1937-1939
La formación ideológica libertaria
ve el campo abierto hacia un nuevo tiempo e inicia experiencias únicas que,
vistas con la perspectiva actual, demuestra el alto grado de innovación
educativa. Uno de los interesantes proyectos que se desarrollaron, consiguiendo
muy buenos resultados, fue el Internado Escuela “Durruti” de Valencia,
dependiente de la CNT, que tenía similares características al Instituto para
Obreros.
sábado, 25 de mayo de 2013
Pensar la utopía en la acción. Trazas de un anarquista heterodoxo
Bombarda Edicions acaba de editar el libro Pensar la
utopía en la acción – Trazas de un anarquista heterodoxo, de Octavio Alberola,
en el que el autor ha reunido una selección de sus artículos y textos escritos
desde sus primeros años de militancia anarquista en México hasta el día de hoy.
El libro consta de dos partes: la primera, En el Exilio y la clandestinidad
(1950-1962), y la segunda, En la “Transición” y la “Democracia”.
domingo, 21 de abril de 2013
Sentido homenaje a militantes anarcosindicalistas asesinados en Zaragoza
La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) ha rendido
durante jornada del 13 de abril un homenaje a todas y todos los que dieron su
vida por la causa anarquista y anarcosindicalista en los años del golpe de
estado franquista y el posterior periodo genocida.
miércoles, 10 de abril de 2013
Antonio Ortiz Ramírez
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Antonio Ortiz Ramírez. (Barcelona, España, 13 de abril de
1907 - 2 de abril de 1996). Carpintero-ebanista de profesión. Militante de la
CNT y de la FAI. Miembro del grupo de afinidad "Nosotros". Comandante
de la 25 división republicana. Oficial del ejército francés.
miércoles, 3 de abril de 2013
La CNT elige nuevo Secretario General y traslada la sede de su Secretariado Permanente a Valladolid
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La CNT refuerza su apuesta por la movilización y su llamamiento a trabajadores, organizaciones sindicales y movimientos sociales para luchar frente a los ataques contra la clase trabajadora. La CNT ha elegido como nuevo secretario general al compañero Pedro Serna, de 38 años y profesión albañil, afiliado del SOV de Valladolid, donde residirá en este nuevo periodo el secretariado permanente del Comité Confederal.
La elección se llevó a cabo por unanimidad en el pleno confederal celebrado el pasado 23 de marzo en Madrid, una vez transcurridos los dos años de gestión del anterior secretariado, residente en Córdoba, que fue elegido en el X Congreso Confederal. La elección de un nuevo secretariado permite que, de acuerdo con los principios libertarios de la CNT, se lleve a cabo la renovación y rotación en unos cargos de gestión que se nutren de la militancia, ya que CNT practica un sindicalismo sin liberados y sin subvenciones. El pleno confederal ha tomado también importantes acuerdos para la movilización durante el 2013, redoblando la apuesta por la lucha en la calle y en las empresas como única vía para enfrentar las políticas del gobierno y de la patronal, prestando especial importancia a la lucha contra la represión. Recordamos que en los últimos dos años la CNT se ha volcado y tomado la iniciativa en la movilización y la lucha en la calle contra los ataques hacia la clase trabajadora de un gobierno al servicio de la patronal y las instituciones financieras europeas. La CNT ha acordado continuar con este llamamiento a los trabajadores y a otras organizaciones sindicales y movimientos sociales para luchar unidos. El nuevo secretario general tomará posesión de su cargo en la reunión plenaria del comité confederal prevista para el próximo 20 de abril. Secretariado Permanente del Comité Confederal
http://cnt.es/noticias/la-cnt-elige-nuevo-secretario-general-y-traslada-la-sede-de-su-secretariado-permanente-vall
Las milicias confederales durante la Guerra Civil
Las milicias
confederales fueron una milicia popular, organizada durante la Guerra Civil
Española por la CNT y FAI, que tuvo un importante papel en la Revolución
Española de 1936. Tras el alzamiento del ejército del 18 de julio de 1936 se
formaron, en las zonas donde fracasó la sublevación, grupos armados de
voluntarios civiles organizados por los partidos políticos y los sindicatos que
se unieron a los restos de las unidades regulares del ejército y las fuerzas de
seguridad estatales que permanecieron fieles a la República:
Durante el
periodo de las milicias, la práctica desaparición de cualquier sector del
ejército, fiel al gobierno y el fermento revolucionario que se estaba
desarrollando por todo el país, fueron las causas de la rápida aparición de un
improvisado ejército de voluntarios, dispuestos a terminar con los últimos
reductos de los sublevados. Las estimaciones más ajustadas hablan de más de
100.000 milicianos en todo el Estado. La mitad de ellos pertenecían a los
sindicatos de la CNT, 30.000 a la UGT, 10.000 al Partido Comunista, 5.000 al
POUM (en su mayor parte, en Cataluña). A las milicias obreras se unió un
contingente de 12.000 guardias de asalto, algunos centenares de guardias
civiles, algunos miles de soldados y apenas 200 oficiales del antiguo ejército.
La formación
típica de estas milicias espontáneas fue la columna. Importante señalar que la
mayoría de los integrantes de las columnas eran anarquistas, los cuales eran
antimilitaristas (muchos incluso habían sido insumisos al servicio militar)
pero la situación bélica les abocó a ingresar en las milicias.
Comité Central de Milicias
Antifascistas
El 21 de
julio de 1936 se crea en Barcelona una organización a la que se llama Comité
Central de Milicias Antifascistas de Cataluña y en la que participan las
distintas facciones republicanas y sindicales, teniendo mucho peso en ella la
CNT-FAI.
En dos
meses, el comité consiguió organizar a 20.000 milicianos que se repartían en un
frente de 300 kilómetros.
Las columnas
Origen de la columna como formación de combate popular
Las
guerrillas castellanas de la Guerra de Sucesión Española (1701-1715) y la
guerra de guerrillas en la frontera luso-extremeña entre 1641 y 1668 pudieron
ser ejemplos tempranos de la utilización de columnas en conflictos armados.
Durante la
Guerra de la Independencia Española se formaron columnas como conglomerados que
agrupaban diversas fuerzas militares regulares o de civiles y servicios de una
escala modesta. Las columnas por su movilidad y autonomía constituyeron una
forma básica de organización para la guerra de guerrillas.
Organización
Las columnas
de los anarquistas se organizaban bajo principios asambleístas y las decisiones
se tomaban a través de la democracia directa, evitándose de esta forma las
jerarquías de mando. Las milicias del POUM —un partido marxista revolucionario
marcadamente antiestalinista y que se convirtió en el principal aliado de los
anarquistas— se organizaban de una forma semejante.
La unidad de
combate más sencilla eran veinticinco individuos que formaban un grupo o
pelotón, con un delegado de grupo elegido por democracia directa y
revocable en todo momento. Cuatro grupos formaban una centuria con un
delegado de centuria y cinco centurias una agrupación o batallón
con su correspondiente delegado. La suma de las agrupaciones existentes daba
lugar a la columna.
Un comité
de guerra asesorado por un consejo técnico-militar coordinaba las
operaciones de la columna. Al frente del comité de guerra se encontraba el
delegado general de la columna. Todos los delegados de todos los escalafones
carecían de privilegios y de mando jerárquico.
Abel Paz,
cuenta en Durruti en la Revolución española como era la organización de
la Columna Durruti:
Comité de
Guerra. Durruti,
Ricardo Rionda, Miguel Yoldi, Antonio Carreño y Luis Ruano. Unidad mayor, la
Agrupación, compuesta de 5 Centurias de a cien hombres, repartidos en cuatro
grupos de veinticinco. Cada una de estas unidades tenía a su frente un delegado
nombrado por la base, y revocable a cada momento. La responsabilidad
representativa no confería privilegio ni jerarquía de mando.
Consejo
Técnico-militar. Estaba
constituido por los militares (oficiales) que había en la Columna. Su
representante era el comandante Pérez Farras, y la misión de este consejo era
asesorar al Comité de Guerra. No disponía de privilegio alguno ni jerarquía de
mando.
Grupos Autónomos. El Grupo Internacional (franceses, alemanes, italianos, marroquíes, ingleses y americanos) , que llegó a contar con unos 400 hombres. Su delegado general, enlazando con el Comité de Guerra, era el capitán de artillería francés llamado Berthomieu, que morirá en septiembre en una acción de guerra.
Grupos Autónomos. El Grupo Internacional (franceses, alemanes, italianos, marroquíes, ingleses y americanos) , que llegó a contar con unos 400 hombres. Su delegado general, enlazando con el Comité de Guerra, era el capitán de artillería francés llamado Berthomieu, que morirá en septiembre en una acción de guerra.
Grupos
Guerrilleros. Misión
línea enemiga. Los formaban: 'Los Hijos de la Noche', 'La Banda Negra', 'Los
Dinamiteros', 'Los Metalúrgicos' y otros.
Algunas
precisiones : Antonio Carreño se llamaba Francisco y Luis Ruano Lucio. El
consejo técnico-militar fue al principio el comandante Pérez Farras pero fue
rapidamente sustituido por el sargento José Manzana. El delegado del Grupo
Internacional se llamaba Louis Berthomieu, y morirá el 16 de octubre en la
batalla de Perdiguera.
Los grupos o
pelotones eran flexibles pudiendo variar el número de milicianos encuadrados en
ellos y por lo tanto la cantidad de grupos incluidos en cada centuria:
La unidad
básica era el grupo, formado generalmente por diez hombres; cada grupo elegía
un delegado, cuyas funciones eran parecidas a las de un suboficial del grado
más bajo, pero sin la autoridad equivalente. Diez grupos formaban una centuria,
que también elegía su propio delegado, y cierto número de centurias formaba una
columna, a cuya cabeza había un comité de guerra.
Carlos
Semprún-Maura
El sistema
favorecía la rápida formación de unidades:
En La Serrada se apean los hombres de los camiones.
Mora habla brevemente a los compañeros. Luego, de acuerdo con los delegados,
del Comité de Defensa, ordena la formación de grupos, centurias y batallones:
'Cada veinte hombres formarán un pelotón que eligirá un delegado. Cinco
pelotones forman una centuria. Cinco centurias un batallón...'
Las
centurias se componían de cien individuos.
Columnas célebres
Los Aguiluchos
La Columna
Los Aguiluchos de la FAI fue la última de las grandes columnas
anarcosindicalistas catalanas. Posteriormente saldrían más milicias de
Cataluña, pero ya no lo harían en forma de columna sino de unidades de refuerzo
de las columnas existentes. En realidad se había previsto que esta columna
fuera una unidad grande —de unos 10.000 combatientes— pero finalmente acabó
siendo un refuerzo de la Ascaso —con unos 1.500 milicianos con 200 milicianas—
y pasó a ser una columna autónoma. Organizada en los cuarteles Bakunin de
Barcelona, fue enviada al frente de Huesca (su cuartel general estaba en
Grañén) el 28 de agosto. Salieron al frente de la columna García Oliver y
García Vivancos con el capitán José Guarner como consejero militar. Ya en
septiembre su jefe, García Vivancos, estaba de acuerdo con la militarización de
la columna. Posteriormente se tuvo que enviar un grupo a casa debido a su
oposición a militarizarse. La columna se convirtió en la 125 BM y participó en
las batallas de Belchite y Fuentes del Ebro, así como en la defensa de Cataluña,
pasando a Francia tras la derrota.
Durruti
La Columna
Durruti salió de Barcelona el 24 de julio, formada por unos 2.500
milicianos, y se dirigió directamente hacia Zaragoza, teniendo como objetivo la
recuperación de la ciudad. Tuvo un primer combate en Caspe, y cuando ya se
encontraba a escasamente 22 km de la ciudad de Zaragoza, los mandos decidieron
frenar el avance por miedo a verse aislados y rodeados. A partir de ese momento
la columna quedó con escasos suministros y no pudo lanzar un nuevo ataque, por
lo que se dedicó a la consolidación del frente defensivo, así como a tareas de
propagar y construir la revolución por tierras de Aragón. Instaló su cuartel
general en la localidad de Bujaraloz, Zaragoza.
En noviembre
Durruti fue llamado para colaborar en la defensa de Madrid, pero no se le
permitió llevarse más que a una parte de la columna (unos 1.400 sobre más de
6.000 milicianos). Finalmente la columna fue diezmada en Madrid y Durruti murió
allí por un disparo a quemarropa de origen desconocido el 20 de noviembre. Le
sustituyó al frente de la Columna Durruti en Madrid Ricardo Sanz. En
Aragón, la columna estaba mandada por Lucio Ruano. Mas tarde, en enero de 1937,
el nuevo delegado general de la columna en Aragón José Manzana acabó aceptando
la militarización de la misma, convirtiéndose así en la 26ª División del
Ejército Popular Republicano (constituida por las Brigadas mixtas números 119,
120 y 121). Ricardo Sanz tomó el mando de toda la columna en abril de 1937.
Esta división combatió en la batalla de Belchite y en la defensa de Cataluña en
enero de 1939.
Posteriormente
sus miembros pasaron por los campos de concentración franceses y algunos fueron
incorporados a la fuerza en el Ejército francés, siendo los primeros en entrar
en París en 1944 para liberar la ciudad. El primer tanque que entró en la
capital francesa tras la ocupación nazi se llamaba "Guadalajara",
dentro del cual había diversos miembros de esta Columna anarquista. Se trataba
de la 9ª Compañía blindada (conocida por su nombre en español La Nueve),
de la 2ª División blindada de la Francia Libre.
Sur-Ebro
La columna
"Sur-Ebro", delegada por el ebanista Antonio Ortiz Ramírez (miembro del
grupo "Nosotros"), con el teniente coronel de Infantería Fernando
Salavera como consejero militar, saldría de Barcelona el 24 de julio de 1.936
por carretera, con unos 2.000 hombres, bastantes de los cuales eran ex-soldados
y clases del Regimiento nº 34, y tres baterías de artillería. Su primer
objetivo, Caspe, dominada por una compañía de la Guardia Civil y unos 200
falangistas aragoneses, bajo el mando del capitán Negrete. Tras vencer la tenaz
resistencia del enemigo, los milicianos, que perdieron unos 250 compañeros,
ocuparon la villa, siguiendo hacia Alcañiz, que fue tomada tras breves
combates, Entonces, la columna se subdividió: una parte de ella quedó situada
en la línea Híjar-Escatrón y la otra se dirigió hacia Belchite, ante cuya
población quedó atrincherada tras ocupar Sástago, La Zaida y Azaila.
A primeros
de septiembre, a la unidad de Ortiz se le agregó una pequeña columna: la de
Carod-Ferrer, que acababa de ocupar el pueblo natal de Goya, Fuendetodos, y se
parapetó ante Villanueva de Huerva, Saturnino Carod Lerín, aragonés de raíz,
era un destacado dirigente anarcosindicalista barcelonés, mientras que su
"asesor técnico" era el teniente de la Benemérita José Ferrer Bonet.
Junto a este grupo se encontraba también otra partida, la columna Hilario-Zamora,[6]
que como jefe civil dirigía el anarquista Hilario Esteban y como jefe militar
el capitán de infanteria del regimiento de Almansa 15 Sebastián Zamora, junto
al capitán Santiago López Oliver. Esta columna procedía de Lérida. Estos dos
grupos acabaron por unificarse con la Columna "Ortiz". Lo que también
hicieron poco después los 600 soldados llegados de Tarragona, al mando del
coronel Martínez Peñalver, al decidir éste su vuelta a Barcelona, por no
entenderse según él, con el anarquista Ortiz. Recibirían también refuerzos de
algunas columnas valencianas.
El General
Pozas, jefe del Ejército del Este, decidió quitar a Ortiz del mando de la 25
división, y situó en su lugar a García Vivancos en el verano de 1937 después de
las batallas de Belchite (23 de agosto - 6 de septiembre) y Fuentes de Ebro,
donde encontró que Antonio Ortiz era poco cooperativo.
Tierra y Libertad
Tras la
Columna comunista catalana "Libertad", llegada a mediados de octubre
del 36, llegaría a la capital madrileña la columna "Tierra y
Libertad" con mil quinientos voluntarios, bajo la responsabilidad de
Federica Montseny y por Diego Abad de Santillán. Su delegado fue el portugués
Germinal de Souza. La columna libertaria se formó con voluntarios procedentes
de la malograda expedición a Mallorca. Sin embargo, al parecer, la columna se
formó a espaldas del Comité Central de Milicias. Al parecer y según el
testimonio de García Oliver, la formación de esta columna fue motivo de roces y
de enfrentamientos entre los dirigentes de la CNT en el Comité Central de
Milicias.
Columna de Hierro
Tras el
levantamiento fascista del 18 de julio, el grupo "Nosotros", formado
por los anarquistas valencianos José Pellicer, Segarra, Cortés, Rodilla y Berga
se convertiría en el impulsor principal de la Columna de Hierro, junto a
personas de la talla moral y revolucionaria de Rafael Martí ("Pancho
Villa"), Francisco Mares, Diego Navarro o Pedro Pellicer, hermano de José
Pellicer.
La Columna
de Hierro colaboró con los campesinos de las poblaciones en las que se
desplegó, mostrándoles la manera de ser libres. Las primeras experiencias de
comunismo libertario tuvieron lugar al calor del combate de los milicianos. Más
que ninguna otra, ni siquiera la Columna Durruti, la Columna de Hierro actuó a
la vez como milicia de guerra y como organización revolucionaria : levantó
actas de sus asambleas, publicó un diario (« Línea de Fuego »),
publicó manifiestos y lanzó comunicados, porque necesitaba explicar sus
acciones en la retaguardia y justificar sus movimientos y sus decisiones ante
los trabajadores y los campesinos. Una organización tal predica con el ejemplo
y deja constancia de él. Esa fue su principal particularidad que Burnett
Bolloten rescató en su libro El Gran Engaño.[7]
La Columna
de Hierro se convirtió en el referente de aquellas personas que creían que la
Revolución se había de llevar hasta sus últimas consecuencias tanto en el
frente como en la retaguardia. José Pellicer fue el mayor oponente a la
militarización de las columnas y a la burocratización de las organizaciones
libertarias.
La
militarización de la Columna de Hierro, su conversión en 83 Brigada Mixta, de
la que fue comandante José Pellicer, la traición o abandono de los postulados
libertarios de la mayoría de los responsables de la CNT y la FAI en aras de las
circunstancias y del posibilismo, llevó a Pellicer a un enfrentamiento
encarnizado con la dirección de ambas organizaciones. Desde la revista y
editorial Nosotros intentó reforzar a contracorriente el pensamiento
anarquista, proyecto truncado por su detención y posterior ingreso en las
prisiones del SIM (servicios secretos de la República).
Un miliciano
de la Columna de Hierro escribió en marzo de 1937 un célebre manifiesto de
protesta contra las compromisiones de las organizaciones anarquistas con el
gobierno republicano y contra la militarización de las milicias.
Ante la
escasez de medios y materiales para el combate, se recurrió a proteger con
planchas de acero de diferentes grosores algunos vehículos pesados como
camiones, autobuses o maquinaría agrícola que empezaron a ser conocidos
informalmente como "tiznaos" por sus dispares colores de
camuflaje. El blindaje de estos vehículos acorazados improvisados no solía ser
muy eficaz pues las planchas de acero estaban desigualmente unidas, o no tenían
el grosor suficiente, al extremo que en algunas pocas ocasiones los
"tiznaos" incluían colchones como medida de protección. Sucedía
también que a veces, al querer instalar a los vehículos planchas de un mayor
grosor para aumentar la protección, se perjudicaba la maniobrabilidad y la
velocidad del vehículo. Debido a las deficiencias en blindaje o manejo, los
"tiznaos" más improvisados eran puestos fuera de combate rápidamente.
Aquellos que habían sido construidos con más cuidado y contando con más mejores
técnicos duraban más, llegando algunos a sobrevivir a los tres años de la
guerra.[8]
Era común
que los "tiznaos" estuviesen llenos de pintadas con el nombre de la
columna a la que pertenecían y las siglas de algún partido, sindicato, u
organización obrera a la cual se adherían los milicianos que los uasaban.
Guerra y revolución
Para la CNT,
la FAI y el POUM, y al contrario que el PCE, el PSUC, el PSOE y otras fuerzas
republicanas, la guerra y la revolución eran inseparables, como se puede comprobar
en estas palabras de Buenaventura Durruti:
¿Habéis
organizado ya vuestra colectividad? No esperéis más. ¡Ocupad las tierras!
Organizaos de manera que no haya jefes ni parásitos entre vosotros. Si no
realizáis eso, es inútil que continuemos hacia adelante. Tenemos que crear un
mundo nuevo, diferente al que estamos destruyendo. Si no es así, no vale la
pena que la juventud muera en los campos de batalla. Nuestro campo de lucha es
la revolución".
A tal efecto
las milicias ayudaban e impulsaban la formación de colectividades en los
pueblos por donde pasaban. En Aragón se formaron 450 colectividades agrícolas
que afectaron a 423.000 personas, las cuales estaban integradas en el Consejo
de Aragón. Estas colectividades constituyeron una fuente de apoyo en la retaguardia
para las milicias, además de que probablemente suponían el máximo acercamiento
al ideal de vida anarquista por el que se había luchado en España desde el
último tercio de la centuria decimonónica.[9
Militarización de las milicias
Ya durante
la Guerra y hasta nuestros días ha sido un asunto polémico sobre el que se ha
debatido acaloradamente. Para entender la visión anarquista, desde dentro, de
lo que eran las milicias y su oposición a la militarización y a la
formación de un ejército tradicional cabe entender el punto de vista que
Durruti pone de manifiesto en estas palabras en el verano de 1936:
"Pienso
-y todo cuanto está sucediendo a nuestro alrededor confirma mi pensamiento- que
una milicia obrera no puede ser dirigida según las reglas clásicas del
Ejército. Considero pues, que la disciplina, la coordinación y la realización
de un plan, son cosas indispensables. Pero todo eso no se puede interpretar
según los criterios que estaban en uso en el mundo que estamos destruyendo.
Tenemos que construir sobre bases nuevas. Según yo, y según mis compañeros, la
solidaridad entre los hombres es el mejor incentivo para despertar la
responsabilidad individual que sabe aceptar la disciplina como un acto de
autodisciplina. Se nos impone la guerra, y la lucha que debe regirla difiere de
la táctica con que hemos conducido la que acabamos de ganar, pero la finalidad
de nuestro combate es el triunfo de la revolución. Esto significa no solamente
la victoria sobre el enemigo, sino que ella debe obtenerse por un cambio
radical del hombre. Para que ese cambio se opere es preciso que el hombre
aprenda a vivir y conducirse como un hombre libre, aprendizaje en el que se
desarrollan sus facultades de responsabilidad y de personalidad como dueño de
sus propios actos. El obrero en el trabajo no solamente cambia las formas de la
materia, sino que también, a través de esa tarea, se modifica a sí mismo. El
combatiente no es otra cosa que un obrero utilizando el fusil como instrumento,
y sus actos deben tender al mismo fin que el obrero. En la lucha no se puede
comportar como un soldado que le mandan, sino como un hombre consciente que
conoce la trascendencia de su acto. Ya sé que obtener esto no es fácil, pero
también sé que lo que no se obtiene por el razonamiento no se obtiene tampoco
por la fuerza. Si nuestro aparato militar de la revolución tiene que sostenerse
por el miedo, ocurrirá que no habremos cambiado nada, salvo el color del miedo.
Es solamente liberándose del miedo que la sociedad podrá edificarse en la
libertad".
Finalmente,
la militarización de las milicias confederales se llevó a cabo en contra de la
voluntad de sus integrantes desde otoño de 1936 -con el gobierno de Largo
Caballero y su Decreto de militarización de las Milicias Populares y la
aprobación de los miembros de la CNT con carteras gubernamentales-, hasta
entrado 1937, periodo en el que no faltaron numerosos conflictos en torno al
asunto. Un conocido ejemplo fue el del fundador de la Columna de Hierro, José
Pellicer, el cual se opuso a los cenetistas que habían decidido colaborar con
el gobierno que decretaba la militarización. Y es que los sucesivos decretos
del Gobierno restauraron obligatoriamente la disciplina castrense propia del
antiguo Ejército, al tiempo que establecieron organizaciones de logística y
suministros bajo criterios militarizados. Finalmente, tras la Batalla de Madrid
de noviembre de 1936, el Gobiernó negó los servicios de intendencia y
municiones a las milicias que se resistieran a la militarización.
Así, las
milicias se convirtieron en regimientos o divisiones de un Ejército regular -el
llamado Ejército Popular Republicano-, y los milicianos se convirtieron en
soldados sujetos a la disciplina militar tradicional. La Revolución estaba en
declive. No obstante, hasta el final de la guerra, algunos militantes
confederales como Gregorio Jover o Cipriano Mera demostraron grandes cualidades
de estratega en la dirección del nuevo Ejército Popular.
Colaboradores de Wikipedia y Ateneo Virtual
Un "Incontrolado" de la Columna de Hierro.
La Columna
de Hierro y la Revolución
Soy un
escapado de San Miguel de los Reyes, siniestro presidio que levantó la
monarquía para enterrar en vida a los que, por no ser cobardes, no se
sometieron nunca a las leyes infames que dictaron los poderosos contra los
oprimidos. Allá me llevaron, como a tantos otros, por lavar una ofensa, por
rebelarme contra las humillaciones de que era víctima un pueblo entero, por
matar, en fin, a un cacique.
Joven era, y
joven soy, ya que ingresé en el presidio a los veintitrés años y he salido,
porque los compañeros anarquistas abrieron las puertas, teniendo treinta y
cuatro. ¡Once años sujeto al tormento de no ser hombre, de ser una cosa, de ser
un número!
Conmigo
salieron muchos hombres, igualmente sufridos, igualmente doloridos por los
malos tratos recibidos desde el nacer. Unos, al pisar la calle, se fueron por
el mundo; otros, nos agrupamos con nuestros libertadores, que nos trataron como
amigos y nos quisieron como hermanos. Con éstos, poco a poco, formamos "la
Columna de Hierro"; con éstos, a paso acelerado, asaltamos cuarteles y
desarmamos a terribles guardias; con éstos, a empujones, echamos los fascistas
hasta las agujas de la sierra, en donde se encuentran. Acostumbrados a tomar lo
que necesitamos, al empujar el fascista, le tomamos víveres y fusiles. Y nos
alimentamos durante un tiempo, de lo que nos ofrecían los campesinos, y nos
armamos sin que nadie nos hiciera el obsequio de un arma, con lo que a brazo
partido, les quitamos a los insurrectos. El fusil que acaricio, el que me
acompaña desde que abandoné el fatídico presidio, es mío, mío propio; se lo
quité, como un hombre, al que lo tenia en sus manos, así como nuestros,
propios, conquistados, son casi todos los que mis compañeros tienen en las
suyas.
Falta de
atención
Nadie o casi
nadie nos atendió nunca. El estupor burgués al abandonar el presidio, a
continuado siendo el estupor de todos, hasta estos momentos, y en lugar de
atendernos, de ayudarnos, de auxiliarnos, se nos trato como a forajidos, se nos
acuso de incontrolados, porque no sujetamos el ritmo de nuestro vivir que
ansiábamos y ansiamos libre, a caprichos estúpidos de algunos que se han
sentido, torpe y orgullosamente, amos de los hombres, al sentarse en un
ministerio o un comité, y porque, por los pueblos por donde pasamos, después de
haberle arrebatado su posesión al fascista, cambiamos el sistema de vida,
aniquilando a los caciques feroces que intranquilizaron la vida de los
campesinos, después de robarles, y poniendo la riqueza en manos de los únicos que
supieron crearla: en manos de los trabajadores.
Conducta
Nadie, puedo
asegurarlo, nadie se puede haber portado con los desvalidos, con los
necesitados, con los que toda la vida fueron robados y perseguidos, mejor que
nosotros, los incontrolados, los forajidos, los escapados de presidio.
Nadie, nadie
desafío que me lo prueben ha sido mas cariñoso y mas servicial para con los
niños, las mujeres y los ancianos; nadie, absolutamente nadie, puede culpar a
esta Columna, que sola, sin auxilio y si entorpeciéndola, ha estado desde el
principio en la vanguardia, de insolidaria, de despótica, de blanda o de floja
cuando de la lucha se trataba, o de desamorada con el campesino, o de no
revolucionaria, ya que el arrojo y la valentía en el combate ha sido nuestra norma,
la hidalguía con el vencido nuestra ley, la cordialidad con los hermanos
nuestra divisa y la bondad y el respecto, el marco en que se ha desenvuelto
nuestra vida.
Leyenda
negra
¿Por qué
esta leyenda negra que se ha tejido a nuestro alrededor? ¿Por qué este afán
insensato de desacreditarnos si nuestro descrédito, que no es posible, solo
iría en perjuicio de la causa revolucionaria y de la misma guerra?
Hay nosotros,
hombres del presidio, que hemos sufrido más que nadie en la tierra, lo sabemos;
hay, digo, en el ambiente un aburguesamiento enorme. El burgués de alma y de
cuerpo, que es todo lo mediocre y servil, tiembla ante la idea de perder su
sosiego, su cigarro puro y su café, sus toros, su teatro y su emputecimiento, y
cuando olía algo de la Columna, de esta Columna de Hierro, puntal de la
Revolución en estas tierras levantinas, o cuando sabía que la Columna anunciaba
su viaje a Valencia, temblaba como un azogado pensando que los de la Columna
iban a arrancarle su vida regalona y miserable. Y el burgués hay burgueses de
muchas clases y en muchos sitios tejía, sin parar, con los hilos de la
calumnia, la leyenda negra con que nos ha obsequiado, porque al burgués, y
únicamente al burgués, han podido y pueden perjudicar nuestras actividades,
nuestras rebeldías, y estas ansias locamente incontenibles que llevamos en
nuestro corazón, de ser libres, como las águilas en las más altas cimas o como
los leones en medio de las selvas.
" Nosotros ",
12-III-1937
También los
hermanos...
También los
hermanos, los que sufrieron con nosotros en campos y talleres, los que fueron
vilmente explotados por la burguesía, se hicieron eco de los miedos terribles
de ésta y llegaron a creer, porque algunos interesados a ser jefes, se lo
dijeron, que nosotros, los hombres que luchábamos en la Columna de Hierro,
éramos forajidos y desalmados, y un odio, que ha llegado muchas veces a la
crueldad y al asesinato fanático, sembró nuestro camino de piedras para que no
pudiéramos avanzar contra el fascismo.
Ciertas
noches, en estas noches oscuras en que, arma al brazo y oído atento, trataba de
penetrar en las profundidades de los campos y en los misterios de las cosas, no
tuve más remedio que, como una pesadilla, levantarme del parapeto, y no para
desentumecer mis miembros, que son de acero porque están curtidos en el dolor,
sino para empuñar con más rabia el arma, sentiendo ganas de disparar, no sólo
contra el enemigo que estaba escondido a cien metros escasos de mi, sino contra
el otro, contra el que no veía, contra el que se ocultaba a mi lado, siéndome y
aun llamándome compañero, mientras me vendía vilmente, ya que no hay venta más
cobarde que la que de la traición se nutre. Y sentía ganas de llorar y de reír,
y de correr por los campos gritando y de atenazar gargantas entre mis dedos de
hierro, como cuando rompí entre mis manos la del cacique inmundo, y de hacer
saltar, hecho escombros, este mundo miserable en donde es difícil encontrar
unos brazos amantes que sequen tu sudor y restañen la sangre de tus heridas
cuando, cansado y herido, vuelves de la batalla.
Penas y
alegrías
¡Cuántas
noches, juntos los hombres, formando un racimo o un puñado, al comunicar a mis
compañeros, los anarquistas, mis penas y dolores he hallado, allá, en la dureza
de la sierra, frente al enemigo que acechaba, una voz amiga y unos brazos
amantes que me han hecho doler a amar la vida! Y, entonces, todo lo sufrido,
todo lo pasado, todos los horrores y tormentos que llagaron mi cuerpo, los
tiraba al viento como si fueran de otras épocas, y me entregaba con alegría a
sueños de ventura, viendo con la imaginación calenturienta mundo como el que no
había vivido, pero que deseaba; un mundo como no habíamos vivido los hombres
pero que muchos habíamos soñado. Y el tiempo se me pasaba volando, y las
fatigas no entraban en mi cuerpo, y redoblaba mi empuje, y me hacia temerario,
y salía al amanecer en descubierta para descubrir al enemigo, y... todo por
cambiar la vida ; por imprimir otro ritmo a esta vida nuestra; porque los
hombres, yo entre ellos, pudiéramos ser hermanos; porque la alegría, una vez
siquiera, al brotar en nuestros pechos, brotase en la tierra; porque la
Revolución, esta Revolución que ha sido el norte y el lema de la Columna de
Hierro, pudiese ser, en tiempo no lejano, un hecho.
Se esfumaban
mis sueños como las nubecillas blancas que encima de nosotros pasaban por la
sierra, y volvía a mis desencantos para volver, otra vez, por la noche, a mis
alegrías. Y así entre penas y alegrías, entre congojas y llantos, he pasado mi
vida, vida alegre en medio del peligro, comparada con aquella vida turbia y
miserable del turbio y mísero presidio.
Pero un
día...
Pero un día era
un día pardo y triste, por las crestas de la sierra, como viento de nieve que
corta las carnes, bajó una noticia "Hay que militarizarse". Y entró
en mis carnes como fino puñal la noticia, y sufrí, de antemano, las congojas de
ahora. Por las noches, en el parapeto, repetía la noticia: "Hay que
militarizarse"...
A mi lado
velando mientras yo descansaba, aunque no dormía, estaba el delegado de mi
grupo, que sería teniente, y dos pasos mas acá, durmiendo en el suelo,
reclinando su cabeza sobre un montón de bombas, yacía el delegado de mi
centuria, que sería capitán o coronel. Yo... seguiría siendo yo, el hijo del
campo, rebelde hasta morir. Ni quería, ni quiero cruces ni estrellas ni mandos.
Soy como soy, un campesino que aprendió a leer en la cárcel, que ha visto de
cerca el dolor y la muerte, que era anarquista sin saberlo y que ahora,
sabiéndolo, soy más anarquista que ayer cuando maté para ser libre.
Ese día,
aquel día que bajó de las crestas de la sierra, cual si fuese un viento frío
que me cortase el alma, la noticia funesta, será memorable, como tantos otros
en mi vida de dolor. Aquel día... ¡Bah!
¡Hay que
militarizarse!
" Nosotros ",
13-III-1937
La vida los
libros y el presidio
La vida
enseña a los hombres más que todas las teorías, más que todos los libros. Los
que quieran llevar a la práctica lo que han aprendido de otros al beberlo en
los libros escritos, se equivocarán; los que lleven a los libros lo que han
aprendido en las revueltas del camino de la vida, posiblemente hagan una obra
maestra. La realidad y la ensoñación son cosas distintas. Soñar es bueno y
bello, porque el sueño es, casi siempre, la anticipación de lo que ha de ser;
pero lo sublime es hacer la vida bella, hacer de la vida, realmente, una obra
hermosa.
Yo he vivido
la vida aceleradamente. No he saboreado la juventud, que, según he leído, es
alegría, y dulzura, y bienestar. En el presidio sólo he conocido el dolor.
Siendo joven por los años, soy un viejo por lo mucho que he vivido, por lo
mucho que he llorado. Por lo mucho que he sufrido. Que en el presidio casi
nunca se ríe; en el presidio, para adentro o para fuera, siempre se llora.
Aprender
viviendo
Leer un
libro en una celda, apartado del contacto de los hombres, es soñar; leer el
libro de la vida, cuando te lo presenta abierto por una pagina cualquiera el
carcelero, que te insulta o simplemente te espía, es estar en contacto con la
realidad.
Cierto día leí,
no se dónde ni a quién, que no pudo tener el autor idea exacta de la redondez
de la tierra hasta que la hubo recorrido, medido, palpado: descubierto.
Parecióme ridícula tal pretensión; pero aquella frasecita se me quedó tan
impresa, que alguna vez, en mis soliloquios obligados en la soledad de mi
celda, pensé en ella. Hasta que un día, como si yo también descubriera algo
maravilloso que antes estuvo oculto a los demás hombres, sentí la alegría de
ser, para mi, el descubridor de la redondez de la tierra. Y aquel día, como el
autor de la frase, recorrí, medí y palpé el planeta, haciéndose la luz en mi
imaginación al "ver" a la Tierra rodando en los espacios sin fin,
formando parte del concierto universal de los mundos.
Lo mismo
sucede con el dolor. Hay que pesarlo, medirlo, palparlo, gustarlo,
comprenderlo, descubrirlo, para tener en la mente una idea clara de lo que es.
A mi lado, tirando del carro en que otros iban subidos, cantando y gozando, he
tenido hombres que, como yo, oficiaban de mulas. Y no sufrían ; y no
rugían, por lo bajo, su protesta; y encontraban justo y lógico que aquellos,
como señores, fuesen los que les tirasen de las riendas y empuñasen el látigo,
y hasta lógico y justo que el amo, de un trallazo, les cruzase la cara. Como
animales lanzaban un ronquido, clavaban sus pezuñas en el suelo y arrancaban a
galope. Después, ¡oh sarcasmo!, al dèsnuncirlos, lamían como perros esclavos la
mano que les azotó.
Amargura del
dolor
Nadie que no
haya sido humillado, y vejado, y escarnecido; nadie que no se haya sentido el
ser más desgraciado de la tierra, a la vez que el ser más noble, y más bueno, y
más humano, y que, al mismo tiempo y todo junto, cuando sentía su desgracia y
se consideraba feliz y fuerte, sin aviso, sin motivo, por gana de hacerle daño,
por humillarle, haya sentido sobre sus espaldas o sobre su rostro la mano
helada de la bestia carcelera; nadie que no se haya visto arrastrado por
rebelde a la celda de castigo, y allí, abofeteado y pisoteado, oír crujir sus
huesos y oír correr su sangre hasta caer en el suelo como una mole; nadie que,
después de sufrir el tormento por otros hombres, no haya sido capaz de sentir
su impotencia, y maldecir por ello y blasfemar por ello, que era tanto como
empezar a tener potencia otra vez; nadie que al recibir el castigo y el
ultraje, haya tenido conciencia de lo injusto del castigo y de lo infame del
ultraje; y, al tenerla, haya hecho propósito de acabar con el privilegio que
otorga a algunos la facultad de castigar y ultrajar; nadie, en fin, que, preso en
la cárcel o preso en el mundo, haya comprendido la tragedia de las vidas de los
hombres condenados a obedecer en silencio y ciegamente a las órdenes recibidas,
puede conocer la hondura del dolor, la amargura del dolor, la marca terrible
que el dolor deja para siempre en los que bebieron, y palparon, y sintieron el
dolor de callar y obedecer. ¡Desear hablar y conservarse mudo; desear cantar y
enmudecer; desear reír y tener forzosamente que estrangular la risa en los
labios; desear amar y ser condenado a nadar entre el cieno del odio!
Cuarteles y
cárceles
Yo estuve en
el cuartel, y allí aprendí a odiar. Yo he estado en el presidio, y allí, en
medio del llorar y del sufrir, cosa rara, aprendí a amar, a amar intensamente.
En el
cuartel casi estuve a punto de perder mi personalidad, tanto era el rigor con
que se me trataba, queriendo imponérseme una disciplina estúpida. En la cárcel,
tras mucho luchar, recobré mi personalidad, siendo cada vez más rebelde a toda
imposición. Allá aprendí a odiar, de cabo hacia arriba, todas las jerarquías;
en la cárcel, en medio del más angustiante dolor, aprendí a querer a los
desgraciados, mis hermanos, mientras conservaba puro y limpio el odio a las
jerarquías mamado en el cuartel. Cárceles y cuarteles son una misma cosa: despotismo
y libre expansión de la maldad de algunos y sufrimiento de todos. Ni el cuartel
enseña cosa que no sea dañina a la salud corporal y mental, ni la cárcel
corrige.
Con este
criterio, con esta experiencia experiencia adquirida, porque he bañado mi vida
en el dolor, cuando oí que, montañas abajo, venía rodando la orden de
militarización, sentí por un momento que mi ser se desplomaba, porque vi
claramente que moriría en mí el audaz guerrillero de la Revolución, para
continuar viviendo el ser a quien en el cuartel y en la cárcel se podó de todo
atributo personal, para caer nuevamente en la sima de la obediencia, en el
sonambulismo animal a que conduce la disciplina del cuartel o de la cárcel, ya
que ambos son iguales. Y, empuñando con rabia el fusil, desde el parapeto,
mirando al enemigo y al "amigo", mirando a vanguardia y a
retaguardia, lancé una maldición como aquellas que lanzaba, cuando, rebelde, me
conducían a la celda de castigo, y una lágrima hacia adentro, como aquellas que
se me escaparon, sin ser vistas de nadie, al sentir mi impotencia. Y es que
notaba que los fariseos, que desean hacer del mundo un cuartel y una cárcel,
son los mismos, los mismos, los mismos que ayer, en las celdas de castigo, nos
hicieron a los hombres hombres crujir los huesos.
Cuarteles...
presidios..., vida indigna y miserable.
"Nosotros",
15-III-1937
Incomprensión
general
No nos han
comprendido, y, por no poder comprendernos, no nos han querido. Hemos luchado no
son necesarias ahora falsas modestias, que a nada conducen; hemos luchado,
repito, como pocos. Nuestra línea de fuego ha sido siempre la primera, ya que
en nuestro sector, desde el primer día hemos sido los únicos.
Para
nosotros, jamás hubo un relevo ni..., lo que ha sido peor todavía, una palabra
cariñosa. Unos y otros, fascistas y antifascistas, hasta ¡que vergüenza hemos
sentido! los nuestros nos han tratado con despego.
No nos han
comprendido. O lo que es más trágico en medio de esta tragedia en que vivimos,
quizá no nos hemos hecho comprender, ya que nosotros, por haber recibido sobre
nuestros lomos todos los desprecios y rigores de los que fueron jerarcas en la
vida, hemos querido vivir, aun en la guerra, una vida libertaria, y los demás,
para su desgracia y la nuestra, han seguido uncidos al carro del Estado.
Esta
incomprensión, que nos ha producido dolores inmensos, cercó el camino de
desdichas, y no solamente veían un peligro en nosotros los fascistas, a los que
tratabamos como se merecieron, sino los que se llaman antifascistas y gritan su
antifascismo hasta enroquecer. Este odio que se tejió a nuestro alrededor, dio
lugar a choques dolorosos, el mayor de los cuales, por lo canallesco, hace
asomar a la boca el asco y llevar las manos a apretar el fusil, tuvo lugar en
plena Valencia, al disparar contra nosotros "ciertos antifascistas
rojos". Entonces... ¡bah!... entonces debimos haber acabado con lo que
ahora está haciendo la contrarrevolución.
La Historia
hablará
La Historia
que recoge lo bueno y lo malo que los hombres hacen, hablará un día.
Y esa
Historia dirá que la Columna de Hierro fue quizá la única en España que tuvo
visión clara de lo que debió ser nuestra Revolución. Dirá también que fue la
que más resistencia ofreció a la militarización. Y dirá, además, que, por
resistirse, hubo momentos en que se la abandonó totalmente a su suerte, en
pleno frente de batalla, como si seis mil hombres, aguerridos y dispuestos a
triunfar o morir, debieran abandonarse al enemigo para ser devorados.
¡Cuántas y
cuántas cosas dirá la Historia, y cuántas y cuántas figuras, que se creen
gloriosas, serán execradas y maldecidas!
La
militarización
Nuestra
resistencia a la militarización estaba fundada en lo que conocíamos de los
militares. Nuestra resistencia actual se funda en lo que conocemos actualmente
de los militares.
El militar
profesional ha formado, ahora y siempre, aquí y en Rusia, una casta. Él es el
que manda; a los demás no debe quedarnos más que la obligación de obedecer. El
militar profesional odia con toda su fuerza a todo cuanto sea paisanaje, al que
cree inferior.
Yo he visto yo
miro siempre a los ojos de los hombres temblar de rabia o de asco a un oficial
cuando al dirigirme a él lo he tuteado, y conozco casos de ahora, de ahora
mismo, en batallones que se llaman proletarios, en que la oficialidad, que ya
se olvidó de su origen humilde, no puede permitir para ello hay castigos
terribles que un miliciano les llame de tú.
El Ejército
"proletario" no plantea disciplina, que podría ser, a lo sumo,
respeto a las órdenes de guerra; plantea sumisión, obediencia ciega, anulación
de la personalidad del hombre.
Lo mismo, lo
mismo que cuando, ayer, estuve en el cuartel. Lo mismo, lo mismo que cuando más
tarde estuve en el presidio.
Como
vivíamos
Nosotros en
las trincheras vivíamos felices. Vimos caer a nuestro lado, es cierto, a los
compañeros que con nosotros empezaron esta guerra; sabíamos, además, que en
cualquier momento, una bala podía dejarnos tendidos en pleno campo ésta es la
recompensa que espera al revolucionario; pero vivíamos felices. Cuando había
comíamos; cuando escaseaban los víveres, ayunábamos. Y todos contentos. ¿Por
qué? Porque ninguno era superior a ninguno. Todos amigos, todos compañeros,
todos guerrilleros de la Revolución.
El delegado
de grupo o de centuria no nos era impuesto, sino elegido por nosotros, y no se
sentía teniente o capitán, sino compañero. Los delegados de los Comités de la
Columna no fueron jamás coroneles o generales, sino compañeros. Juntos
comíamos, juntos peleábamos, juntos reíamos o maldecíamos. Nada ganamos durante
un tiempo, nada ganaron ellos. Diez pesetas ganamos después nosotros, diez
pesetas ganaron y ganan ellos.
Lo único que
aceptamos es su capacidad probada, por eso los elegimos; su valor, también
probado, por eso también fueron nuestros delegados. No hay jerarquías, no hay
superioridades, no hay órdenes severas; hay camaradería, bondad, compañerismo:
vida alegre en medio de las desdichas de la guerra. Y así, con compañeros,
imaginándose que se lucha por algo y para algo, da gusto la guerra y hasta se
recibe con gusto la muerte. Pero cuando estás entre militares, en donde todo
son órdenes y jerarquías; cuando ves en tus manos la triste soldada con la cual
apenas puede mantenerse en la retaguardia tu familia y ves que el teniente, el
capitán, el comandante y el coronel, cobran tres, cuatro, diez veces mas que
tú, aunque no tienen ni más empuje, ni más conocimiento, ni más valor que tú,
la vida se ve hace amarga, porque ves que eso no es Revolución, sino
aprovechamiento, por unos pocos de una situación desgraciada que va únicamente
en perjuicio del pueblo.
"Nosotros",
16-III-1937
Ahora
No sé cómo
viviremos ahora. No sé si podremos acostumbrarnos a recibir malas palabras del
cabo, del sargento o del teniente. No sé si después de habernos sentido plenamente
hombres, podremos sentirnos animales domésticos, que a ésto conduce la
disciplina y esto representa la militarización.
No podremos
ya, será totalmente imposible, aceptar despotismo y malos tratos, ya que se
necesita ser muy poco hombre para tener un arma en la mano y aguantar
mansamente el insulto; pero tenemos noticias que angustian, de compañeros que,
al militarizarse, han vuelto a sentir, como losa de plomo, la pesantez de los
órdenes que emanan de gente, muchas veces inepta y siempre desamorada.
Creíamos que
nos estábamos redimiendo, que nos estábamos salvando y estamos cayendo en lo
mismo que combatimos; en el despotismo, en la castocracia, en el autoritarismo
mas brutal y absorbente.
Dos caminos
Pero el
momento es grave. Cogidos no sabemos por quien, y si lo sabemos, nos lo
callamos ahora; cogidos, repito, en una trampa, debemos salir de ella,
escaparnos de ella, lo mejor que podamos, pues de trampas está sembrado todo el
campo.
Los
militaristas, todos los militaristas los hay furibundos en nuestro campo nos
han cercado. Ayer fuimos dueños de todo, hoy lo son ellos. El ejército popular,
que no tiene de popular más que el hecho de formarlo el pueblo, y eso ocurrió
siempre, no es del pueblo, es del Gobierno, y el Gobierno manda, y el Gobierno
ordena. Al pueblo sólo se le permite obedecer y siempre se le exige obedecer.
Cogidos
entre las mallas militaristas, tenemos dos caminos a seguir: el primero nos
lleva a disgregarnos los que hasta hoy somos compañeros de lucha, deshaciendo
la Columna de Hierro; el segundo nos lleva a la militarización.
Disgregación
de la Columna
La Columna,
nuestra Columna, no debe deshacerse. La homogeneidad que siempre ha presentado,
ha sido admirable hablo solamente para nosotros, compañeros; la camaradería
entre nosotros quedará en la historia de la Revolución española como un
ejemplo; la bravura demostrada en cien combates podrá haber sido igualada en
esta lucha de héroes, pero no superada. Desde el primer día fuimos amigos; mas
que amigos, compañeros, mas que compañeros, hermanos. Disgregarnos, irnos, no
volvernos a ver, no sentir, como hasta aquí, los impulsos de vencer y de
luchar, es imposible.
La Columna,
esta Columna de Hierro, que desde Valencia a Teruel ha hecho temblar a
burgueses y fascistas, no debe deshacerse, sino seguir hasta el fin.
¿Quién puede
decir que en la pelea, por estar militarizados, han sido más fuertes, más
recios, más generosos para regar con su sangre los campos de batalla? Como
hermanos que defienden una causa noble hemos luchado; como hermanos que tienen
los mismos ideales, hemos soñado en las trincheras; como hermanos que anhelan
un mundo mejor, hemos empujado con nuestro coraje. ¿Deshacernos como un todo
homogéneo? Nunca, compañeros. Mientras quedemos una centuria, a luchar; mientras
quede uno solo de nosotros, a vencer.
Militarización
Será un mal
menor, a pesar de ser un gran mal, el tener que aceptar, sin ser elegidos por
nosotros, quienes nos ordenen. Pero...
Ser una
Columna o ser un Batallón es casi igual. Lo que no es igual es que no se nos
respete.
Si estamos
juntos los mismos individuos que ahora estamos, ya formemos una columna, ya
formemos un batallón, para nosotros ha de ser igual. En la lucha no
necesitaremos quien nos aliente, en el descanso no tendremos quien nos prohiba
descansar, porque no lo consentiremos.
El cabo, el
sargento, el teniente, el capitán, o son de los nuestros, en cuyo caso seremos
todos compañeros, o son enemigos, en cuyo caso como a enemigos habrá que
tratarlos.
Columna o
Batallón, para nosotros, si queremos, será igual. Nosotros, ayer, hoy y mañana,
no necesitamos estímulos para combatir; nosotros, ayer, hoy y mañana seremos
los guerrilleros de la Revolución.
De nosotros
mismos, de la cohesión que haya entre nosotros, depende nuestro desarrollo futuro.
No nos imprimirá nadie un ritmo suyo; se lo imprimiremos nosotros, por tener
personalidad propia a los que están a nuestro alrededor.
Final
Tengamos
encuenta una cosa, compañeros. La lucha exige que no hurtemos nuestros brazos
ni nuestro entusiasmo a la guerra. En una columna, la nuestra o en un Batallón,
el nuestro; en una división o en un batallón que no sean nuestros, tenemos que
luchar.
Si
deshacemos la Columna, si nos disgregamos, después, obligatoriamente
movilizados, tendremos que ir, no con quien digamos, sino con quien se nos
ordene. Y como no somos ni queremos ser animalillos domésticos, posiblemente
chocáramos con quienes no deberíamos chocar: con los que, mal o bien, son
nuestros aliados.
La
Revolución, nuestra Revolución, esa Revolución proletaria y anárquica, a la
cual, desde los primeros días, hemos dado páginas de gloria, nos pide que no
abandonemos las armas y que no abandonemos, tampoco, el núcleo compacto que
hasta ahora hemos tenido formado, llámese éste como se llame: Columna, División
o Batallón.
Un
"Incontrolado" de la Columna de Hierro.
"Nosotros", 17-III-1937
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