En un libro
reciente, “Repensar la anarquía” (Ed.Libros de la Catarata), Carlos Taibo
afirma que se da actualmente un renacimiento de las ideas y prácticas
libertarias. ¿Estás de acuerdo?
Creo que, en
cualquier periodo histórico, cada grupo anarquista pensaba que era la mejor
época para las ideas libertarias. Por ejemplo en 1989, con el hundimiento del
“socialismo real”, se decía lo mismo. Luego vimos cómo aquello se convirtió al
mercado y al modelo chileno de Milton Friedman. Por tanto, dudo que el colapso
de la URSS abriera espacio a las ideas libertarias. Además, opino que en el
anarquismo hemos de repensar modos tradicionales de actuar. Por ejemplo, los
cuatro ministros de la CNT que ingresaron en los gobiernos de la II República
lo hicieron sin consultar a la militancia, y sin cumplir el programa para el
que entraron en los ministerios. Los “Amigos de Durruti” tampoco sometieron a
consulta sus programas y en las octavillas decían cosas como “fusilar a los
culpables”. Todo esto hay que revisarlo.
¿Algún otro punto
de autocrítica?
Sí, dejar de
pensar que el anarquismo posee el único mensaje puro y no mancillado. Durante
la guerra civil española, se publicaron documentos de la CNT y la FAI que
venían a decir: “Compañeros del pueblo, tenéis que seguirnos porque contamos
con el secreto para un futuro luminoso”. Es decir, hablaban como una
vanguardia, como el partido dirigente. Documentación parecida la encontramos,
por lo demás, en la Unión Soviética de Stalin. Pero, para superar el
capitalismo hoy, hemos de actuar todos juntos, dejando atrás la mentalidad de
cura, misionero o predicador. Y me da lo mismo que se utilicen las etiquetas de
“anarcosindicalista”, “anarcocomunista” u otras. En Argentina conozco a muchos
compañeros que viven de acuerdo con el ideal libertario sin ponerse esa
etiqueta. Y conozco otros casos en que ocurre lo contrario.
Te referías a
curas, misioneros y predicadores. Una de las principales dianas de tus críticas
es la iglesia católica y el Opus Dei.
Hace unos meses
se vivió en Francia una campaña –con discursos propios del siglo XIX- contra el
matrimonio para todos. Hubo gente que se desplazó hasta 700 kilómetros en
viajes pagados para llegar a París. Estos viajes los financió la iglesia
católica y, especialmente, el Opus Dei (el arma más potente, reaccionaria y
arcaica del Vaticano, que ejerce el mismo rol que los jesuitas durante siglos).
Resido a unos 10 kilómetros de la capital y pude ver a tres niñas, de entre 10
y 14 años, colocando pegatinas en coches contra el matrimonio homosexual. Por
supuesto, manipuladas por sus padres. Hoy estamos en Valencia. Recuerdo que San
Vicente Ferrer mandaba a la hoguera a los judíos que no querían convertirse.
Personalmente, estoy en contra de todos los totalitarismos, sean católicos,
fascistas, leninistas o anarquistas.
¿Cómo entiendes
el anarquismo?
Como una manera
de manejarse en el día a día sin categorías como “ganadores” y “perdedores”,
propias de la moral capitalista, y que proponga respuestas a los problemas
actuales. También, como un modo de trabajar con los demás, horizontalista y
basado en la asamblea. Pero asambleas con controles, capacidad de revocación y
sin representantes inamovibles. Otro punto importante es, en mi opinión, el
rechazo de la autoridad en sentido “verticalista” y no controlada. Ahora bien,
hemos de aceptar la autoridad (basada en pruebas) del médico o el científico,
una distinción que ya hacía Bakunin. En el anarquismo me introduje gracias a las
conversaciones con un anarquista italiano, Tomasso Serra, que participó como
voluntario en la guerra civil española. Entonces yo tenía 10 años.
¿Cómo ves el
panorama del anarquismo en el estado español?
Creo que las
cosas no se hacen bien cuando se está más en la defensa de etiquetas que en los
problemas cotidianos. Y esto vale para CGT, CNT y Solidaridad Obrera. Es lo
mismo que antes te comentaba: se anteponen las etiquetas al comportamiento
libertario. Opino que sería bueno incorporar otras visiones, como se hace en
América Latina, por ejemplo con los cristianos de base o los pueblos indígenas.
¿Y en cuanto al
anarquismo en Europa?
Comento los casos
que conozco. En la federación anarquista francesa veo una capacidad de apertura
y de dirigirse a los demás, lo que le mantiene fiel a la tradición libertaria.
También se muestra abierta a los movimientos que, mediante la acción
espontánea, se oponen al capitalismo. Es una apertura que también percibo en
Bulgaria. En Grecia y Rusia considero que hay muchas “taifas”, demasiado
fraccionamiento y una presencia del mito insurreccionalista, pero sin capacidad
técnica ni militar. Caer en la “violencia por la violencia” merma la capacidad
de contactar con los trabajadores.
En América
Latina…
En Brasil hay
muchos grupos de todas las tendencias: anarcoindividualistas, en la
universidad, de acción en las favelas, etcétera. Me interesan particularmente,
en Río de Janeiro, los grupos con implantación real que trabajan en las zonas
más pobres y con la gente marginada. Lo hacen sin utilizar a esta gente como
“carne de cañón” para crecer como movimiento. No los llevan a manifestaciones
que no van a entender, sino que, al contrario, les ofrecen ayuda de modo
desinteresado. Luchan contra el capitalismo con los marginados. Insisto, con
ellos, sin imposiciones. En Argentina conozco ejemplos de lo contrario. Algunos
grupos trotskistas proporcionan ayudas (concedidas por el gobierno) a parados y
gente marginada, pero con la condición de ir a las manifestaciones con el grupo
dirigente. Incluso se toma nota de la asistencia.
¿Qué tendencias
observas en el caso argentino?
Dentro de esa
etiqueta, hay un primer grupo que busca influir en las masas. Otro, que se
inclina por una lucha de tipo más ideológico y que considera que las
manifestaciones populares, desde el año 2001, están manipuladas por el
peronismo y los marxistas. La tendencia que más me interesa es la tercera.
Grupos que trabajan en las Villas Miseria de la capital y organizan ollas
populares, que discuten con la gente de igual a igual, de manera horizontal y
sin etiquetas. Además, se reconoce al “otro” con voz y voto en las asambleas.
Has dedicado
muchos años a investigar la “Revolución” (así la denominas) que vivió España
durante la guerra civil y el fenómeno de las colectivizaciones. ¿Cuáles son las
conclusiones?
Los trabajadores
de la base, incluso sin preparación anarcosindicalista, se apoderaron de los
medios de producción y los hicieron funcionar según sus deseos. Trabajadores
anarquistas, pero también de origen católico o de la izquierda republicana,
trabajaron juntos y abolieron en la medida de lo posible la propiedad privada.
Desde la base y sin la mediación de partidos políticos ni sindicatos
jerárquicos. Hubo en España, en el periodo 1936-39, dos millones de colectivistas
en el campo, la industria y los servicios, sobre todo en el País Valenciano y
Castilla-La Mancha. Un colectivista andaluz, campesino, al que entrevisté en
1972, me dijo: “participar fue una luz que me ha permitido vivir hasta la
fecha”.
Saltamos al
presente. Vives cerca de París. ¿Qué opinas de las políticas de Hollande? ¿Qué
salvarías de la socialdemocracia francesa en el poder?
De Hollande
pienso lo mismo que de Mitterrand. Administran el capitalismo igual que el PSOE
en España. Dentro de la Unión Europea gobiernan igual que la derecha; Hollande
actúa con los gitanos rumanos y búlgaros del mismo modo que Sarkozy. En
política exterior, Francia y el ejército de Estados Unidos son aliados en
África. El material de vigilancia y seguimiento aéreo corre a cargo de los
norteamericanos, y es Francia la que, dado que conoce el continente africano
desde el siglo XIX, actúa sobre el terreno, como “carne de cañón”.
Ya en el contexto
europeo, ¿cómo interpresas la actual crisis, las políticas de recorte y austeridad?
Hay una “fachada”
para justificar lo que están haciendo. Un desmadre bancario, el crecimiento de
la deuda y la actuación de los gobiernos, la Unión Europea, el FMI y el Banco
Mundial. Pero, en el fondo, existe una estrategia de depuración y reequilibrio
de los balances bancarios para continuar explotando a la población. Se vuelve,
en fin, al capitalismo “salvaje” del siglo XIX, aunque hoy más organizado. Todo
este proceso se lleva a término con un genocidio puro y duro de los sectores
más marginados en África, América Latina y Asia (también en la Unión Europea
con la crisis), condenados al hambre, falta de medicinas y recursos básicos.
Son millones de muertos cada año. Gente inútil para el capitalismo porque las
máquinas ya hacen el trabajo.
Criticas al
estado y tanto a los partidos como a los sindicatos que giran a su alrededor.
¿Cómo ves la salud de los movimientos horizontales y asamblearios?
Últimamente,
destacaría dos, el movimiento de los “indignados” y Occupy Wall Street. El que
más ha resistido es el 15-M. Destacaría que, quieran o no sus participantes,
utilizan pautas libertarias. Esto es lo esencial. Aunque, ciertamente, también
el 15-M acoge tendencias “reformistas”. En mi opinión, no puede “reformarse”
esta “democracia-cloaca” (como yo la denomino), y menos aún sin cuestionar el
capitalismo. Pero, sobre todo, valoro la capacidad para salir a la calle,
defender unos valores y oponerse a los ataques globales. Esto es algo que,
hasta el 15-M, sólo hacía una minoría de militantes muy politizados. El 15-M ha
sabido hacer de “puente” con el resto de la población. Además de los
“indignados”, esto se ha visto también recientemente en la asamblea de docentes
de Baleares.
Se dice mucho que
la izquierda debe huir del sectarismo y acercar posiciones. Subrayar lo que une
en lugar de lo que separa. ¿Qué opinas?
Lo veo difícil.
No creo que se deba dar un papel social a grupos que no representarían la
voluntad de las asambleas de base. Me refiero a los grupos que basan su
práctica en el leninismo. Me explico. Muchas veces se habla de estalinismo,
pero Stalin no es sino un discípulo de Lenin. El leninismo consiste en la
captación de un movimiento de masas por parte de una dirección que la masa no
ha elegido y, a continuación, “depurar” a los elementos “disolventes” de esa
masa. Es lo que ocurrió cuando, en el periodo 1917-21, Lenin eliminó la
libertad y espontaneidad de los soviets, e impuso el acatamiento castrense a
las órdenes del partido Bolchevique. Utilizando, para ello, el paredón, los
campos de reeducación y la policía política. Ahora bien, no son métodos que
sólo utilizara Lenin. También los puso en práctica el SPD en Alemania contra
toda la oposición de izquierda (1917-20) o el régimen de los ayatolás en Irán.
Por último, has
impartido una conferencia en las Jornadas Libertarias de la CGT sobre
“Municipalismo libertario: participación y empoderamiento”. ¿Es una vía de
actuación para el anarquismo?
Consiste en crear
municipios organizados a partir de asambleas reales y abiertas (por cierto, más
abiertas que en Marinaleda). Ahora bien, para que la estrategia municipalista
sea eficaz, grupos de tendencia libertaria –por ejemplo, en Argentina- están
planteando la creación de partidos municipalistas y participar en las
elecciones, con la idea de favorecer esta federación de municipios. A mi
juicio, es una idea poco factible y que implica contradicciones.
Enric Llopis
Rebelión
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