Efectivamente,
al reactualizar la lucha activa contra el franquismo y la presencia del
anarquismo, el DI fue el blanco de todos los que, inclusive entre los
libertarios, no veían con buenos ojos una reactualización que ponía en
evidencia su inmovilismo o que contrariaba sus planes y objetivos políticos.
No es de
extrañar pues que coincidieran tantos intereses en ocultar la historia del DI y
que por ello ésta sea hoy en día, hasta en los propios medios libertarios, tan
poco conocida. Un desconocimiento que, gracias a la reactualización del caso Granado-Delgado
en el marco del actual proceso de recuperación de la memoria histórica, está
comenzando a ser paliado. No sólo porque al hablar de este caso se ha tenido
necesariamente que hablar del DI, sino también porque las nuevas generaciones
de militantes y de historiadores están demostrando un gran interés por
descubrir la resistencia libertaria de esos años, que tantos intereses
coincidieron en ocultar.
Este interés
exige pues un deber de información de parte de los que podemos aportarla. Y
esto es lo que me han pedido hacer hoy aquí; pero, antes de hacerlo me parece
necesario hacer algunas puntualizaciones sobre el franquismo y el
antifranquismo, desde el final de la guerra hasta 1960.
EL FRANQUISMO
Con el
pretexto de restablecer el orden, los militares facciosos se sublevan en 1936
contra el gobierno de la Segunda República. La sublevación triunfa en algunas
zonas del país; pero en otras, gracias a la reacción popular, la
sublevación fracasa y comienza la llamada “Guerra Civil”…
Franco es
uno de los generales comprometidos en la conspiración y uno de los primeros en
sublevarse; pero es gracias a una serie de circunstancias (Sanjurjo muere en un
accidente de aviación al regresar a España y Mola encuentra muchas dificultades
en el norte) que consigue ser nombrado Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del
Gobierno faccioso por la Junta militar reunida en Salamanca. Y así es como,
tras apartar a los jefes históricos del alzamiento y “unificar” la masa de
militantes y dirigentes fascistas en un partido único, Franco consigue ser,
además de Jefe del Estado, el Jefe Nacional de Falange Española Tradicionalista
y de la JONS y el supremo Caudillo del Movimiento. Por eso, al terminar la
guerra, logra asumir -“en su entera plenitud” y con el título de “Caudillo de España
por la gracia de Dios”- la absoluta autoridad de ese “Estado nuevo” que, hasta
el fin, será un “reino sin Rey” y en todo momento una feroz y brutal dictadura
castrense.
El
franquismo, ese régimen que dura hasta la muerte de Franco, no es otra cosa que
la alianza tradicional entre caciques, curas y militares, aunque adaptándose a
los aires de la época, adopta el ropaje y el ceremonial fascistas de la
Falange. Ésta, que se considera el tercer pilar del Régimen, copia y trata de
imponer la ideología totalitaria de los fascismos europeos; pero, ya desde el
comienzo de la Guerra Civil, el Ejército, la Iglesia y la Derecha reaccionaria,
que son los verdaderos poderes que configuran el franquismo, ven en la Falange
un aliado circunstancial, pero embarazoso para sus planes. Por ello, a partir
de 1943, tras los desastres militares de Mussolini y su arresto por orden del
rey Víctor Manuel III, comienza la desfalangización del país y el franquismo
aparece como lo que realmente es: una dictadura reaccionaria, militar y
clerical.
El objetivo
de estos poderes es simplemente imponer una dictadura que garantice sus
privilegios, una dictadura dispuesta a reprimir toda forma de protesta popular,
intransigente e implacable con los sectores sociales que habían querido reformar
la sociedad española y más aún con los que habían intentado transformarla
revolucionariamente.
El
franquismo no sólo es un régimen que no reconoce ninguna de las libertades
fundamentales (de reunión, de organización y de expresión), sino un régimen inquisitorial,
implacable en la vindicta y en la represión de todos cuantos se atreven a
reclamar esas libertades. Entre 1939 y 1944, la represión franquista alcanza
sus niveles más altos de brutalidad y las víctimas se cuentan en cientos de
miles. Sólo cuando sus padrinos Hitler y Mussolini son derrotados, Franco hace
una “pausa” en su política represiva; pero esta “pausa” es corta, no dura más
que el tiempo necesario para que el Caudillo pulse el sentir de los Aliados
sobre la continuidad de su régimen. Después, a medida que las connivencias de
las Potencias “democráticas” con Franco aumentan y se esfuma la posibilidad de
su derrocamiento, el franquismo vuelve a ser esencial y brutalmente represivo.
EL ANTIFRANQUISMO
Al terminar
la guerra, con la victoria franquista, la mayoría de los vencidos acepta e
interioriza la derrota; pero los hay que deciden resistir y proseguir el
combate contra el franquismo por las armas. Más tarde, tras la derrota del
nazi-fascismo, otros -confiando en el respaldo de las Democracias vencedoras-
deciden dedicar sus esfuerzos a la constitución, en España y en el exilio, de
una “oposición política” para “luchar” contra Franco en las Cancillerías y
esperar...
El
antifranquismo institucional:
Esta
Oposición espera el milagro, la caída de Franco, gracias a la buena voluntad de
las Grandes Potencias. Pero no sólo las Democracias no provocan la caída de
Franco, sino que ni siquiera hacen evolucionar al franquismo hacia posiciones
menos intransigentes, más conciliantes. Al contrario, las Democracias pasan,
poco a poco, de una condena más o menos formal a un reconocimiento, de más en
más oficial, del régimen franquista. Por eso el tan esperado milagro acaba en
una amarga decepción.
La historia
de esta derrota es aleccionadora:
Comienza con
triunfos aparentes: en 1945, con la Declaracion de la ONU condenado el régimen
franquista, y en 1946, con la Nota tripartita propugnando la ruptura de
relaciones con el régimen de Franco. Pero estos “triunfos” tienen efectos más
bien negativos, ya que relanzan la polémica sobre la acción armada, dividiendo
al antifranquismo y reduciendo el apoyo a los grupos resistenciales. En 1948,
España y Francia normalizan sus relaciones y otros muchos países envían sus
embajadores a Madrid. Y a partir de 1949, con el pretexto del expansionismo
soviético, termina prácticamente -aunque no oficialmente- el aislamiento
internacional del régimen franquista. Las Democracias occidentales siguen
entonces propiciando el ingreso de la España franquista en las Organizaciones
internacionales del llamado “mundo libre”, y en 1950, a pesar de que , desde
hace mucho tiempo, abroga la Declaración de San Francisco de 1945 y deja libre
el camino a Franco para conseguir el pleno reconocimiento internacional para su
Régimen.
Esta
decisión es un verdadero mazazo para el antifranquismo en general; pero
particularmente para aquellos sectores que han puesto todas sus energías y
esperanzas en conseguir el aislamiento internacional del régimen franquista. No
sólo no lo han conseguido sino que han hecho perder el tiempo en absurdas
conjeturas sobre el “posfranquismo” y en quiméricas negociaciones para
prepararlo, lo que ha facilitado los designios de continuidad del Régimen.
Pese a este
fracaso, el antifranquismo institucional no cambia de estrategia y se resigna a
seguir en una oposición puramente simbólica... Y así pasan los años hasta que,
en 1975, el franquismo -en tanto que Régimen- acaba al morir Franco. Entonces,
los prohombres de este antifranquismo institucional se prestan a garantizar a los
poderes fácticos su continuidad y privilegios a través de una “transición” sin
ruptura. Una “transición” que es un simple cambio de fachada institucional para
transformar la Dictadura en Democracia, pero sin restauración de la República.
De ahí que los herederos del franquismo la acepten tan fácilmente, puesto que
saben, desde hace mucho tiempo, que el franquismo es un anacronismo
político y que la “transición” consagra la continuidad de los poderes fácticos
y el capitalismo en todo su esplendor.
El antifranquismo
resistencial:
Durante
todos esos años, los que han decidido resistir al franquismo por las armas, son
conscientes de que no es en el terreno político o en el diplomático que
Franco puede perder el Poder. Están convencidos de que las Democracias acabarán
acomodándose con la dictadura franquista; pero saben que el descontento popular
es enorme y que al Régimen le preocupa la continuidad de las acciones
resistenciales, porque éstas pueden hacer perder el miedo a la población y el
descontento popular transformarse en insurrección.
Las
instancias dirigentes de la oposición política también lo saben; pero siguen
afirmando que no hay otra alternativa que la “solución pacífica del problema
español”. La esperanza de obtener un día el respaldo de las Democracias
occidentales les impide ver la realidad, y ni siquiera la brutalidad y la
persistencia de la represión franquista les hacen reflexionar y reconsiderar
tan quimérica y desmovilizadora actitud. Su resignación y capitulación son
tales que, al considerar inoportuno todo cuanto “molesta” a las Democracias
victoriosas, llegan incluso a condenar las acciones resistenciales.
Es verdad
que los primeros años son terribles para el antifascismo en España, en Europa y
en otras partes del mundo. No sólo el totalitarismo nazi-fascista está a punto
de imponer su dominación planetaria, sino que, en España, la represión es
masiva y brutal: se denuncia, se detiene, se depura, se tortura y se fusila.
Por todas partes, pero sobre todo en la zona que fue republicana, se maltrata y
se humilla a la gente del pueblo simplemente por suponer que sigue siendo
republicana. Esta represión, tiene una dimensión diferente a la que se ha
ejercido ya en la zona nacionalista con el pretexto del “terror rojo” (los
miembros del clero, militares, falangistas y ricachones fusilados en la zona
republicana durante los primeros meses de la Guerra), y no ce cifra en miles
sino en cientos de miles.
No es de
extrañar pues que, destrozados por los tres años de guerra, por la cruel e
implacable represión y por la desunión y la indecisión combativa de las
organizaciones antifranquistas, el derrotismo se extienda entre los vencidos.
De ahí el aislamiento y el abandono en que se encuentran, en los primeros años
de la posguerra, los grupos resistenciales: tanto los que se han quedado en
España para continuar el combate guerrillero en las sierras, como los que
han entrado para crear grupos de guerrilla urbana en diferentes ciudades y
responder, golpe por golpe, a la represión.
No obstante,
y pese a esta difícil situación, estos núcleos guerrilleros -constituidos de ex
combatientes republicanos (socialistas, comunistas y anarquistas)- tratan de
mantenerse en España. Y cuando el sur de Francia es liberado, el Partido
Comunista Español crea la Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE),
comenzando, el 19 de octubre de 1944, una expedición guerrillera (compuesta de
unos 3.000 milicianos) por el Valle de Arán. Esta expedición acaba, diez días
después, en una estrepitosa retirada. Por su parte, los republicanos también se
han proclamado partidarios de la lucha armada contra Franco, creando, ese mismo
año, la Agrupación Militar Republicana Española (AMRE) y la Acción de Fuerzas
Armadas de la República Española (AFARE); pero ninguna de las dos llega a
protagonizar ni siquiera una tentativa de acción armada.
José Luis Facerías
Entre 1945 y
1949, la polémica en torno a la “lucha armada”, que “moviliza” la atención de
todas las fuerzas de la Oposición, es perjudicial para los grupos
resistenciales. Sólo algunos grupos, integrados por comunistas o por
libertarios, continúan las acciones de resistencia; pero casi exclusivamente en
Cataluña. Después, y hasta comienzos de los años sesenta, los grupos que
continúan el combate en España son verdaderamente residuales. Lo que aún puede
llamarse resistencia armada está reducida a las acciones esporádicas de algunos
de los grupos de acción anarquistas que la policía franquista no ha logrado
exterminar. Casi todos estos grupos provienen del exilio en Francia y están
compuestos por militantes de las juventudes libertarias y de la fracción
“apolítica” de la CNT; pero en pocas ocasiones cuentan con un verdadero apoyo
orgánico.
La lista de
militantes anarquistas que sucumben bajo las balas de la policía franquista es,
durante este periodo, larguísima. De ella cabe destacar los nombres de los
considerados como los más irreductibles: José Luis Facerías y Francisco Sabater
Llopart (El Quico). El primero, abatido en una emboscada el 30 de agosto de
1957 en Barcelona, combatía desde hacía veinte años contra el franquismo. El
segundo, herido en la madrugada del 4 de enero de 1960 en un combate en el que
mueren cuatro compañeros suyos, es finalmente abatido el día siguiente en San
Celoni tras veinticuatro años de combatir armas en la mano al franquismo.
Este
episodio causa gran sensación en España y Francia “por ser una pervivencia de
los viejos esquemas resistenciales”, y, de cierta manera, pone punto final a
una etapa, de la resistencia antifranquista, en la que el protagonismo
resistencial ha estado principalmente a cargo de los grupos de acción
anarquistas. Y ello porque los comunistas han optado, a partir de 1948,
por el abandono de la lucha armada, la liquidación de los últimos focos
guerrilleros y la estrategia de infiltración en las organizaciones de masas del
franquismo. Y también porque la oposición política clásica sigue conformándose
en ser únicamente espectadora...
LA RESISTENCIA DE LOS AÑOS SESENTA Y EL DI
Quico Sabaté
Cuando en
1960 Sabater decide volver a España han caído las dictaduras de Pérez Jiménez,
en Venezuela, y la de Batista, en Cuba, despertado nuevas esperanzas en el seno
de la oposición antifranquista, del interior y del exilio. En España se ha
creado el Frente de Liberación Popular (FLP), que se presenta como “frente
antifranquista y organización revolucionaria”. En México, los jóvenes
comunistas, socialistas, republicanos y libertarios crean el Movimiento Español
59 (ME 59) y algunos cenetistas, socialistas y republicanos fundan, al margen
de sus organizaciones, la Acción de Liberación Española (ALE), exigiendo la
unión y la acción. En Francia, los exiliados también despiertan de su letargo
y, principalmente, entre los libertarios comienzan a replantearse proyectos de
acción. Fruto de estas preocupaciones surge el Movimiento Popular de
Resistencia (MPR), con posiciones y propósitos unitarios y combativos.
Apenas
transcurrido poco más de un mes de la muerte de Sabater, el 18 de febrero,
estallan en Madrid dos bombas y otras tres son encontradas sin estallar. El
recientemente creado Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL)
reivindica estas acciones. La policía detiene y acusa a Antonio Abad Donoso de
ser uno de sus miembros. Abad es ejecutado en la madrugada del 8 de marzo de
1960.
Han pasado
ya más de veinte años desde que el franquismo celebró su Victoria, y si bien la
sociedad española ha cambiado sociológicamente, políticamente no ha habido
ningún cambio substancial. Se habla mucho de “liberalización”; pero el Régimen
sigue impermeable a toda idea de apertura -por mínima que ésta sea- en el
terreno político y en el social. Sólo se “liberaliza” la economía, y por ello
las protestas populares resurgen a partir de 1960. Para desalentar toda
veleidad de resistencia, Franco hace promulgar, el 26 de septiembre de 1960, un
decreto endureciendo aún más la represión.
A principios
de 1961, en la noche del 21 al 22 de enero, el DRIL despierta una inmensa
oleada de entusiasmo al apoderarse del trasatlántico portugués Santa María y
recordar al mundo la existencia de una resistencia activa contra las dictaduras
de España y Portugal. Esta acción tiene una gran repercusión internacional. La
hazaña impacta la conciencia del antifranquismo, particularmente en el seno del
movimiento libertario por formar parte del comando varios cenetistas. Pasados
unos meses, en julio, los jóvenes nacionalistas vascos fundan el movimiento
Euskadi Ta Askatasuna (ETA) e intentan sabotear la vía férrea cerca de San
Sebastián. El 8 de agosto, El Campesino (el célebre comandante comunista de la
Guerra civil) inicia una acción guerrillera, atacando con 13 hombres armados la
central eléctrica de Irabia, en Orbaiceta.
Estas
acciones confirman el resurgir de tendencias activistas hasta en los medios
nacionalistas vascos y en los comunistas. Ante este panorama, el antifranquismo
clásico comienza a tomar conciencia de su responsabilidad y de la urgencia de
reaccionar… Comienzan a proliferar grupos denunciando el derrotismo del
antifranquismo “oficial” y propugnando actitudes más combativas y unitarias. En
el seno del Movimiento libertario exiliado comienzan también a oírse de más en
más voces con propósitos unitarios y combativos. La militancia critica las
posiciones inmovilistas de los comités y acaba poniendo en marcha una dinámica
imparable en pro de la unidad confederal. Una dinámica que se concretiza en
1960, en el Primer Congreso intercontinental de Federaciones Locales de la CNT
de España en el exilio, a través de una moción que permite dar un paso decisivo
hacia la solución del cisma interno: “para no forzar la voluntad de nadie” y
“con vistas a dar facilidades” se da “a cada Federación Local la autonomía de
procedimientos para su liquidación”.
Así,
apoyándose en esta moción, los partidarios de la unidad confederal comienzan a
hacerla efectiva en todas las Federaciones Locales en donde la corriente
unitaria es mayoritaria y a concertarse para hacerla definitiva en el próximo
comicio. La dinámica “pro unidad” se extiende rápidamente a toda la
organización, y, aunque aún subsisten antagonismos en otras Federaciones
Locales, esta voluntad de unión y de acción se afirma definitivamente en el
congreso de la CNT que se celebra en la ciudad de Limoges del 26 de agosto al 3
de septiembre de 1961. A este congreso asiste una delegación directa del Comité
nacional de la CNT del Interior ya reunificada.
La presencia
de esta delegación, que se pronuncia firmemente por la continuación “de la
acción revolucionaria”, no es sólo decisiva para oficializar la reunificación
del movimiento libertario en el Congreso sino también para que se apruebe -en
sesión reservada y por unanimidad- el dictamen sobre “defensa interior”. Este
dictamen, elaborado por Germinal Esgleas, Vicente Llansola y Miguel Celma,
propone la constitución de un organismo secreto para relanzar la lucha contra el
régimen franquista y afirmar la presencia libertaria en España.
La
“reunificación” y la aprobación de este Dictamen despiertan muchas expectativas
en el seno de la militancia libertaria. Una buena parte de ella espera que
ahora sí se dinamice la lucha contra el franquismo, y, desde finales de 1961,
se crean comisiones para recoger fondos para el DI en las Federaciones Locales
ya reunificadas. En cambio, el sector opuesto a la reunificación persiste en
mantener vivos los conflictos personales que han impedido la reunificación en
otras Federaciones Locales: sobre todo en las de Marsella y Venezuela.
Juan García Oliver
A pesar de
ello, y tras la aprobación del dictamen de Defensa Interior por la FAI y la
FIJL, a principios del mes de enero de 1962 se reúne la Comisión de Defensa del
MLE (integrada por los secretarios de la CNT, de la FAI y de la FIJL, más el
secretario de coordinación de la CNT) para nombrar a los integrantes del DI.
Cada organización presenta una lista y finalmente son nombrados los conocidos
cenetistas Germinal Esgleas, Vicente Llansola, Cipriano Mera, Juan García
Oliver, Acracio Ruiz, Juan Jimeno y Octavio Alberola en representación de las
Juventudes Libertarias.
Los nombres
de los miembros del DI sólo debían ser conocidos, en principio, por los
integrantes de la Comisión de Defensa; pero, dada la situación conflictiva en
el Movimiento, sus nombres comenzaron a circular entre la base, comprometiendo
su situación personal e inclusive las tareas que el DI debía realizar. Es
verdad que, dadas las circunstancias por las que atravesaba el Movimiento, era
importante que el DI estuviese integrado por militantes de sólido historial: no
sólo porque era muy importante consolidar la unidad del Movimiento, sino
también porque de poco podía servir el criterio de capacidad “técnica” después
de más de veinte años de exilio.
Por eso,
aunque a la base se le dijo que se les había nombrado porque “por su pasado
revolucionario constituían una sólida garantía en cuanto a la seriedad de las
tareas específicas que el DI debía realizar”, la realidad es que habían sido
nombrados más bien en tanto que representaban a las principales tendencias del
Movimiento y para que estuviesen “representadas” las tres principales zonas del
exilio: tres (Esgleas, Llansola y Mera) por los libertarios exilados en
Francia, uno (García Oliver) por los de América, uno (Jimeno) por los de África
del Norte y otro (Ruiz) por los de Inglaterra, puesto que yo representaba a la
FIJL.
Dos meses
después de haber sido nombrados, los miembros del DI se reúnen con la
Comisión de Defensa en un pueblito de los alrededores de Toulouse. A esta
reunión sólo ha faltado García Oliver, que ha enviado por escrito (a través
mío) su punto de vista sobre la estrategia a seguir para alcanzar los objetivos
que al DI se le fijaron. La mañana y la tarde son dedicadas a analizar la
situación del Movimiento en el exilio y en el interior de España, así como el
contexto político y social nacional e internacional. Esgleas plantea algunas
divergencias de tipo ideológico y táctico, pero se aprueba la visión
estratégica desarrollada por García Oliver en su escrito. En esta reunión, la
Comisión de Defensa queda responsabilizada de aportar, a través de su
secretario (el secretario de coordinación de la CNT), los fondos necesarios
para sufragar las actividades del DI, que el Dictamen Defensa Interior había
evaluado, para una primera fase, a diez millones de Francos (viejos).
Unos días
después se reúnen de nuevo los seis miembros del DI, presentes en la primera
reunión, para decidir -en función de lo estipulado en el Dictamen Defensa
Interior- el modo de funcionamiento del DI y evaluar las posibilidades humanas
y materiales que el Movimiento podía ofrecer para aplicar el plan de acción
aprobado. En esa reunión, Germinal Esgleas se propone para asumir la
responsabilidad de la sección de propaganda y Vicente Llansola para preparar un
atentado contra Franco. Los cuatro restantes quedamos encargados de preparar
los grupos de acción, y yo, además, debo asegurar la coordinación entre los miembros
del DI, así como entre las diferentes actividades... Esgleas recibe 100.000
francos (viejos), para comenzar a preparar las actividades de propaganda,
y Llansola recibe un millón de francos (viejos), para organizar el atentado
contra Franco. A los cinco miembros restantes se nos atribuyen, en principio,
cinco millones de francos (viejos), para comenzar a preparar las
actividades que se nos han encomendado; pero, de esta cantidad, el secretario
de la Comisión de Defensa (Angel Carballeira)sólo nos entrega 500.000, en dos
ocasiones. La razón argüida es que ha entregado todos los fondos a los
“compañeros de España”. Pero la verdadera razón es que Esgleas, al constatar la
voluntad y empeño de los otros cinco miembros de cumplir los acuerdos y que el DI
se le escapa de las manos, ha decidido impedir su puesta en marcha y, para
ello, se vale de Carballeira. A esta labor obstruccionista se suma también
LLansola y todo el sector opuesto a la reunificación de la CNT.
Al constatar
tal propósito, los otros miembros del DI -respaldados por el secretario del
Comité Intercontinental (SI) de la CNT y el de la Comisión de Relaciones de la
FIJL- deciden mantener el DI y seguir adelante con los planes de acción
aprobados. El tiempo es un factor crucial para el relanzamiento de la lucha
contra la dictadura franquista, y, por el momento, no se debe perder éste en
denunciar orgánicamente a los que actúan de manera tan irresponsable. Hay que
dejarlo para más tarde. Lo primero es “recordar” a la opinión pública nacional
e internacional que, en España, hay una dictadura, que la represión continua y
que en las cárceles hay todavía miles de presos políticos. Y, al mismo tiempo
que se recuerda esto, hay que tratar de interesar a las otras fuerzas
antifranquistas a sumarse a esta acción. Además, y puesto que Llansola se niega
a informar sobre el “avance” de su misión, se decide asumir la preparación del
atentado contra Franco...
La
reactivación de las acciones resistenciales comienza el 5 de junio de ese mismo
año con la explosión de dos bombas en Madrid, una en la Vicaría general
castrense y otra en la Nunciatura. El 8 de junio, también en Madrid, estalla
una bomba en el Banco Popular Español (Opus Dei). El l3 de junio estalla en
Madrid una bomba en el Instituto de Previsión Social (Falange), y, el 30 de
junio, en Barcelona, estallan bombas en la Residencia de Monterolas y en el
Instituto Nacional de Previsión Social, así como en la Residencia de Falange.
Todas estas acciones son reivindicadas por la Federación Ibérica de Juventudes
Libertarias (FIJL). El 15 de julio estalla una bomba en el balcón de la Casa
consistorial de Valencia, desde el que días antes Franco había pronunciado un
discurso. El comunicado dice: “te seguimos los pasos”. El 12 de agosto estalla
una bomba en la Basílica del Valle de los Caídos, y el comunicado dice: “ni en
tu tumba descansarás tranquilo”. Estas dos acciones son reivindicadas por el DI
y el MLE. El 19 de agosto, en San Sebastián, explosiona una fuerte carga de
plástico cerca de la entrada del Palacio de Ayete, residencia estival de
Franco. En la prensa se habla de una tentativa de atentado contra Franco.
El comunicado dice: “la próxima ocasión será la buena”. Ese mismo día, en
Madrid, estallan bombas en las sedes de los diarios YA y PUEBLO. El 20 de agosto,
en Barcelona, estallan bombas en las sedes de los diarios LA VANGUARDIA y ABC.
El 23 de septiembre, en Roma, estallan dos bombas incendiarias en la Basílica
de San Pedro, poco antes del Concilio Vaticano. El 7 de octubre, en Nueva York,
estalla una bomba en la ventana de la residencia del Cardenal Spellman, gran
amigo del régimen franquista. Las reivindicaciones enviadas a la prensa
recuerdan el apoyo de la Iglesia a Franco. El 29 de septiembre, en Milán, es
raptado el vicecónsul Elías para impedir la condena a muerte del estudiante
libertario catalán Jorge Conill que había sido detenido unas semanas antes al
mismo tiempo que otros jóvenes libertarios de Barcelona, Madrid, Zaragoza y
Valladolid. Entre el 2 y el 3 de diciembre estallan bombas en la residencia del
gobernador militar de San Sebastián, en el Palacio de Justicia de Valencia, en
el Tribunal de Cuentas del Reino de Madrid y en el Palacio de Justicia de
Lisboa, así como en el consulado español de Amsterdam. Estas acciones son
reivindicadas por el Consejo Ibérico de Liberación (CIL).
Caraquemada
En 1963, en
Roma, estallan bombas en las oficinas de Iberia y en la Delegación del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, con grandes inscripciones contra el
turismo en España. Ese mismo día, en los aeropuertos de Las Palmas, Barcelona y
Madrid son saboteados diversos aviones de Iberia y de Aviaco antes de despegar.
El 16 de abril, en Valencia y en Alicante, estallan bombas en las
oficinas de Iberia, así como en el barco Ciudad de Ibiza que llegaba al puerto
de Barcelona. Las acciones de la campaña cpntre el turismo son reivindicadas
por el CIL. Pocos días después son detenidos tres jóvenes estudiantes
franceses. El 13 de junio, en los aeropuertos de Londres, Frankfort y Ginebra,
estallan bombas en los aviones de Iberia y de la Tap antes de despegar. El 29
de julio, en Madrid, estalla una bomba en la Dirección General de Seguridad y
poco después otra en la sede de los Sindicatos Verticales. El 1 de agosto,
cerca de Port-Bou es saboteada la vía del ferrocarril de Barcelona a Perpiñán.
El 2 de agosto, en la zona de Sabadell, se producen varios sabotajes en torres
de conducción eléctrica. Al día siguiente, la Guardia Civil abate al célebre
guerrillero libertario Ramón Vila Capdevila (“Caraquemada”). Ese mismo día, la
prensa española da la noticia de la detención tres días antes en Madrid de los
jóvenes libertarios Francisco Granado Gata y Joaquín Delgado Martínez, a
quienes la policía franquista acusa de ser los responsables de los atentados
del 29 de julio en esa ciudad. La prensa afirma que “ulteriores investigaciones
descubrieron que poseían un arsenal compuesto por 20 kilos y 950 gramos de
explosivo plástico, una ametralladora, cierta cantidad de balas y un
radiotransmisor destinado a provocar explosiones a distancia por medio de onda
corta.” (ABC, del 2-8-1963). En algunos comentarios de prensa posteriores se
insinúa que ese material podía estar destinado a un atentado contra Franco en
preparación.
El 13 de
agosto por la tarde las agencias de prensa reciben un comunicado oficial
informando de que Granado y Delgado han sido juzgados ese día por un Consejo de
Guerra Sumarísimo (“El proceso ha sido abierto sin previo aviso a la prensa, a
las 8 de la mañana, y los debates han sido llevados con toda rapidez.” Le
Monde, del 14-8-1963) y que se les han impuesto condenas a muerte. Cuatro días
más tarde, un nuevo y escueto comunicado oficial enviado a la prensa anuncia su
ejecución.
La muerte de
Caraquemada y luego la rápida ejecución de Granado y Delgado caen como un
mazazo sobre los libertarios. No han podido organizar grandes manifestaciones
de protesta -como las que se organizaron en el caso del comunista Julián
Grimau-, ya que se está en pleno mes de agosto, con más de media Europa de
vacaciones... Además, las presiones de las autoridades francesas sobre el SI se
vuelven imperativas y éste decide suspender la ayuda económica al DI para
paralizar “provisoriamente” sus acciones. En tales condiciones, el DI se ve en
la imposibilidad de reaccionar, como se hizo en el caso Conill, y ni siquiera
puede tomar las medidas de seguridad que la situación exige, pues se tiene
conciencia de que la represión no se ejercerá exclusivamente en España.
Efectivamente,
el 11 de septiembre, apenas terminado el periodo vacacional, las autoridades
francesas inician una redada de detenciones contra responsables y militantes
conocidos de la FIJL en todo el territorio francés. Son detenidos más de
sesenta jóvenes libertarios y dos viejos compañeros de la CNT, Cipriano Mera y
José Pascual, cuya vinculación con el DI es “conocida”. La mayoría de los
detenidos recupera la libertad pocos días después; pero 21 quedan en prisión
bajo la acusación de “asociación de malhechores”.. Cipriano Mera es dejado en
libertad gracias a su avanzada edad y estado de salud. El objetivo de esta
medida represiva es evidente para todos: satisfacer las exigencias franquistas
y ejercer presión sobre la CNT, que debe celebrar en el mes de octubre un
congreso en Toulouse, para que abandone la línea de acción aprobada en 1961
y ponga fin al DI. Prueba de ello es que, una vez terminado el Congreso y
al quedar el SI en manos del sector opuesto al DI, las autoridades francesas
proceden a liberar a uno tras otro a los jóvenes libertarios detenidos y a José
Pascual, sin que en ningún momento hayan sido objeto de una verdadera
instrucción judicial.
La represión
en España y Francia y el obstruccionismo del sector confederal inmovilista
logran su objetivo, parar la acción del DI; pero no su continuidad orgánica...
El sector inmovilista, con Esgleas a la cabeza, ha aprovechado la ocasión para
retomar las riendas de la CNT y de la Comisión de Defensa en el congreso –que
las autoridades franceses no suspenden-, y dejar al DI definitivamente sin
recursos para actuar; pero no ha podido impedir que las delegaciones asistentes
al congreso aprueben la gestión del DI y, en consecuencia, su continuidad... La
explicación es simple: ni Esgleas ni Llansola han informado, antes o en el
curso del congreso, de que son dimisionarios del DI y de que han sido
impugnados por los otros miembros de este organismo.
El hecho es
que en el congreso se han tomado dos decisiones contradictorias: aprobación de
la gestión del DI y nombramiento, para los cargos del SI, de Esgleas y Llansola
que, además de ser dimisionarios del DI, están impugnados por los otros
miembros de este organismo.
El problema
orgánico es pues serio, ya que Esgleas y Llansola han dimitido por estar
opuestos a la continuidad del DI y han recibido como mandato del Congreso el de
proseguir cumplimentando el dictamen “Defensa Interior”. Pero ni el uno ni el
otro reconocen esta incompatibilidad, sino que, al contrario, se apresuran a
tomar posesión de sus cargos en el SI para controlar el funcionamiento de
la organización confederal e impedir que la impugnación contra ellos sea
debatida. De ahí que dedique todos sus esfuerzos y gestión -que, con diferentes
excusas, prolongan de un año- a “justificar” sus dimisiones y el incumplimiento
de las misiones que se habían auto asignado en el DI, además de seguir
exacerbando el enfrentamiento interno para “justificar” el incumplimiento del
acuerdo del congreso de continuidad del organismo conspirativo y preparar su
entierro “orgánico”.
EL ENTIERRO DEL DI Y EL RELEVO JUVENIL
Este
entierro se produce en el Congreso de Montpellier que, por fin, comienza el 31
de julio de 1965 cuando Esgleas está seguro de contar con un número suficiente
de delegados, de pequeñas Federaciones Locales adictas, para disponer de una
mayoría de votos. Para ello no ha dudado en realizar una intensa campaña
electoral (una de las curiosas innovaciones introducidas en los medios
libertarios por el esgleísmo) centrada en la "salvación de la
Organización", además de asegurarles, a las delegaciones afines, los
gastos de desplazamiento y estancia (otra innovación esgleísta). El hecho de
haber escogido Montpellier como sede del congreso es porque esa región y la de
la cercana Provenza estaban controladas por sus afines.
Desde la
primera sesión comienzan los enfrentamientos para nombrar la Comisión de
Escrutinio y la Presidencia del congreso. Para les delegaciones esgleístas, la
única posibilidad de salvación del anarquismo español es el “purismo”
ideológico que encarna Esgleas y la aplicación de “reglas sanitarias,
higiénicas, definitivas, contundentes” para expulsar del movimiento a todo
militante que no esté de acuerdo con esta línea. Para las otras delegaciones,
tanto para las que defienden al DI como para las que simplemente no aceptan la
ortodoxia e inmovilismo esgleísta, el anarquismo no debe ser sectario y su
futuro depende, precisamente, de su capacidad de actuación en el contexto
político y social de su época.
El
enfrentamiento es cada vez más virulento, y tras apoderarse de la Presidencia
del congreso y de la Comisión de Escrutinio, los esgleístas dedican las
primeras sesiones a la eliminación de delegados que habían sido ya objeto de
las “reglas sanitarias” (expulsiones) en ciertas federaciones locales y
regionales por ellos controladas, y que el SI esgleísta había propiciado. En
buen conocedor del estado de ánimo de la organización y de la mecánica
orgánica, Esgleas había dejado podrir estos conflictos locales y regionales
para que el congreso se desarrollase en un clima de enfrentamiento tal que toda
posibilidad de analizar serenamente esos casos y el de la impugnación fuese
imposible. Esgleas sabe que su mantenimiento en los cargos (retribuidos) de la
Organización depende de ello, y a conseguir tal objetivo dedica todo su tiempo
y energía, sin ningún escrúpulo ni problema de conciencia. De ahí que llegue
hasta a la ruptura con la organización juvenil (la FIJL) cuando ésta le exige,
en la Comisión de Defensa, que él y Llansola den cuentas de su dimisión del DI
y pongan sus cargos, en el SI, a disposición de la Organización mientras se
estudia y se resuelve la impugnación por incompatibilidad. Y no sólo rompe con
la FIJL, sino que utiliza esta ruptura, con los jóvenes, que propician y
reclaman el rejuvenecimiento y puesta al día del Movimiento, para presentarse
en defensor intransigente de la trilogía “principios, tácticas y finalidades”,
que sirve de tapadera ideológica a los que siguen viviendo en el pasado y en el
inmovilismo. Esgleas sabe que a estos militantes les arregla este simplismo
ideológico y el inmovilismo que él encarna, pues el envejecimiento y los muchos
años de exilio les han acostumbrado a una militancia poco comprometedora. Por
ello, para conservar su cargo, se permite toda clase de manejos y actitudes
impropias de libertarios. Así, al comienzo de su informe al congreso, Esgleas
se permite decir que todo ataque contra el SI es un ataque contra la CNT (“De
todo lo que se hace y se dice en contra de un Secretariado Intercontinental no
es el SI finalmente el perjudicado, sino toda la Confederación Nacional del
Trabajo, todo el pueblo español.”). Y más adelante, para justificar el por qué,
pese a estar impugnado, había aceptado hacerse cargo del SI, no tiene ningún
empacho en presentarse en defensor de la independencia de la CNT.
En su
informe al congreso, Esgleas dice:
“(...)En
todo momento hemos querido mantener la independencia de la CNT, la hemos
mantenido y la hemos defendido, se defenderá siempre que se atente contra ella,
venga este atentado de donde viniere. Cuando antes de tomar posesión de
nuestros cargos se nos hace la guerra por el hecho de haber aceptado; cuando
casi tres meses después del Congreso de 1963, nos viene una representación -que
no era de la CNT- a rogarnos "muy fraternalmente", según ellos, que
no tomáramos posesión de los cargos hasta que ciertas cosas fueran aclaradas,
cosas ignoradas por este Secretariado, pensamos y les dijimos que no podíamos
aceptar esta imposición. Y en virtud de ese concepto obramos y se ajustó
nuestra conducta. No puede admitirse otra cosa para no sentar el precedente de
que unos compañeros nombrados en un Congreso dejen de ocupar sus puestos por el
veto que ponga una organización ajena (...).”
¡Esta
organización “ajena” era la FIJL, que con la CNT y la FAI integraban la
Comisión de Defensa del MLE que había nombrado a los miembros del DI, y ante la
cual había sido presentada la impugnación contra Esgleas y Llansola por los
otros miembros del DI que continuaban en sus puestos!
Claro es que
a las delegaciones esgleístas les importaba muy poco lo insuficiente de esta
“explicación”, pues habían venido al Congreso decididas a imponer la
orientación esgleísta aunque fuese a costa de dividir una vez más a la CNT y al
MLE.
El día 5 de
agosto por la tarde, después de cinco días de agrios y violentos debates,
comienza la primera “sesión reservada” dedicada a la elucidación del llamado
“problema interno”. A ésta siguen cinco más; pero, a pesar de que se deja
hablar a los impugnadores, las delegaciones esgleístas permanecen sordas a sus
argumentos. Para ellas, como para Esgleas y Llansola, no era incompatible haber
dimitido del organismo conspirativo y haber aceptado después, en el Congreso de
1963, los cargos del SI a pesar de que éste había aprobado la gestión y la
continuidad del DI. Como tampoco consideraban grave no haber hecho
absolutamente nada, durante su año y medio de gestión al frente del SI, para
cumplimentar este acuerdo o para denunciarlo...
El hecho es
que la “mayoría” esgleísta termina la quinta “sesión reservada” aprobando, en
medio de gritos, insultos y amenazas, una resolución de circunstancias que,
tras ratificar su confianza a los impugnados (Esgleas y Llansola) “no aplica
sanciones” a los impugnadores (Mera y Alberola) (1). En un ambiente tan
enrarecido, y al oponerse los esgleístas a reconsiderar esta moción, todas las
delegaciones que no quieren caucionar un tal proceder se retiran del Congreso.
Así, ya sin
oposición y para que el DI quede definitivamente enterrado, Esgleas hace
aprobar la anulación del dictamen de “Acción directa y revolucionaria” aprobado
en 1961, que él y sus incondicionales, Llansola y Celma, habían elaborado.
Pero lo que
los esgleístas entierran en Montpellier no es tanto el DI como la voluntad de
transformar en acción. los acuerdos de lucha contra la dictadura franquista.
Por eso, después de Montpellier, la CNT y la FAI vuelven a instalarse en la
rutina de aprobar y ratificar acuerdos, en la demagogia y el inmovilismo de
antes.
Años
después, en su libro de memorias “El eco de los pasos”, Juan García Oliver
escribió lo que sigue:
“(…) El DI,
que agrupó a unos muy viejos militantes de probado historial revolucionario,
con otros jóvenes e inteligentes miembros de las juventudes, realizó una acción
de seis meses de duración(…) Fueron, al parecer, solamente seis meses de acción
conjunta del DI, brazo armado de la Organización. Hubiese sido menester, por lo
menos, un año más para poder terminar la obra emprendida, que no era otra que
acabar, a como diese lugar, con la dictadura en España. Desgraciadamente era
una lucha que reclamaba la aportación abundante de medios económicos. Ricos
siempre de hombres luchadores, pobres siempre en medios económicos, hubieron de
suspender la empresa de la liberación de España. Sin embargo, aquella fue la
única vez que la Organización se enfrentó con la Dictadura. Y la única también
que una organización española, antes de la ETA, emprendiera una lucha colectiva
contra el franquismo organizado(…) Se hizo la unidad, se creó el DI, se luchó
incipientemente y cuando debía darse un salto más fuerte correspondiendo a la
lógica superación de una primera etapa de ensayo, se acabó todo : hasta la
unidad, porque otra vez aparecieron las disensiones, las divergencias y las
incompatibilidades (…)”
Por
supuesto, terminado el vergonzoso congreso de Montpellier, que puso en
evidencia la esterilidad de la lucha contra la gerontocracia libertaria
exiliada, la FIJL abandonó definitivamente la Comisión de Defensa del MLE y
decidió continuar la lucha activa contra el franquismo iniciada por el DI.
Comenzó entonces
una nueva etapa en la que los jóvenes libertarios lograron, tras las
espectaculares acciones del “Grupo Primero de Mayo”, no sólo poner en jaque al
régimen franquista, sino reactualizar el antiautoritarismo que dio, al Mayo del
68, su radicalidad libertaria.
Pero, de esa
etapa, hablaremos en otra ocasión...
Octavio Alberola
(1) Es en el
curso de esta sesión (del Congreso de Limoges de 1965) que exigí se
esclareciera el bulo que los esgleistas habían lanzado para acusar a Cipriano
Mera de haberse quedado con 5000 francos (viejos) de la Organización. Lo grave
es que a pesar de haberse esclarecido ante todas las delegaciones (de ahí que
en el "acuerdo final", no aceptado por las delegaciones que
abandonaron el Congreso, los esgleistas no se atrevieran a expulsarnos) que esa
cantidad me la había dado a mi el compañero Marcelino Boticario, secretario de
la Comisión de Defensa, en septiembre de 1963 (tras las detenciones en Francia)
para que me volviera a México, el sector esgleista siguió propalando tal bulo
contra el compañero Mera. Cuando digo que quedó esclarecido es porque mi
intervención denunciando el bulo fue confirmada por los compañeros Boticario y
Santamaría, secretario general del Intercontinental, miembro también de la
Comisión de Defensa.
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