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viernes, 20 de diciembre de 2013

Entrevista a Frank Mintz en Rebelión: "Rechazo cualquier totalitarismo sea fascista, católico, leninista o anarquista”

“La autogestión en la España revolucionaria” (1977) y “Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria” (2005) son los dos trabajos más relevantes del historiador anarquista francés, Frank Mintz. Ha dedicado muchos años a estudiar las colectividades y la “Revolución” anarquista que se produjo durante la guerra civil española. Después de 34 años ejerciendo como profesor de castellano, el investigador (ya jubilado) vende libros de segunda mano para financiar una pequeña editorial (en la que trabaja con tres compañeros) y que tiene en proyecto traducir al francés la “Historia de la CNT”, de José Peirats. En su currículo resalta la publicación y traducción de textos sobre los “clásicos” del anarquismo (Bakunin, Gorelik, Kropotkin, Berneri, entre otros). Mientras, asesora al sindicato de la construcción de CNT-Solidaridad Obrera.

La esperanza retornada

80 ANIVERSARIO DEL PERIÓDICO CNT
El fin de la dictadura franquista dio paso a un proceso en el que se sentarían las bases del actual modelo político, social y económico. Un proceso complejo en el que la CNT todavía tenía mucho que decir y aportar.
I. Nistal | Periódico CNT
Ilustración: Carlos Azagra

miércoles, 18 de diciembre de 2013

¿Cómo afrontaban nuestros abuelos la financiación?

La amnesia histórica es mucho más que una lista de muertos en una cuneta, representa el expolio de nuestra tradición de revolucionarios e individuos libres.

Dolors Marín | Periódico CNT




sábado, 10 de agosto de 2013

77 Aniversario de la revolución social española. Recuperar el espiritu libertario del 19 de julio.


Recuperar el espíritu libertario y revolucionario del 19 de julio en el 77 aniversario de la Revolución Española.

 Este 19 de julio se cumple el 77 aniversario de la Revolución Española de 1936.

Setenta y siete años del proceso revolucionario con el que trabajadores y trabajadoras enfrentaron el golpe de estado fascista, dispuestos a no retroceder y luchar por una sociedad basada en la libertad, la solidaridad y el apoyo mutuo, que acabara con siglos de injusticia y explotación.

La confabulación del fascismo español y europeo, y el miedo de las democracias liberales  a los trabajadores organizados, permitieron ahogar en sangre estas aspiraciones, implantando un régimen asesino que durante más de 40 años practicó el terror contra las organizaciones obreras y muy especialmente contra la CNT.

19 DE JULIO : DÍA DE LA REVOLUCIÓN SOCIAL DE 1936


Han pasado 77 años de la Revolución Social que el pueblo, que la clase trabajadora del Estado Español, protagonizó el 19 de julio de 1936. La CGT quiere recordar a aquel pueblo, a sus ansias de justicia social y libertad, aquel pueblo capaz de enfrentarse y parar el golpe de estado fascista perpetrado, en complicidad, por el ejercito, la derecha política, la patronal, la clase empresarial, la iglesia.

La Revolución Social vivída en España en aquellos años, representó la mayor cota de libertad, de justicia social y democracia directa experimentada jamás en la historia reciente de la humanidad, según reconocen la práctica totalidad de historiadores e investigadores que la estudian con una mínima objetividad.

 
 

viernes, 9 de agosto de 2013

Propaganda distribuida per Quico Sabaté 28 de setembre de 1955

“Entre el diverso material que Sabaté había preparado durante su permanencia forzosa en Francia figuraba una especie de mortero original construido para disparar “proyectiles” llenos de propaganda que la dispersaban a varios centenares de metros del lugar de lanzamiento, al estallar el cohete en el aire. Esta innovación fue experimentada el 28 de septiembre de 1955, con motivo de un viaje que Franco hizo a Barcelona. En un taxi de techo corredizo instaló su artefacto – después de explicar al chofer que se trataba de distribuir propaganda en honor del jefe del Estado – y los barceloneses quedaron sorprendidos al ver llover infinidad de octavillas, impresas sobre papel fino de varios colores, redactadas en catalán y castellano. Esta propaganda Sabaté la había firmado: “Moviment de Lliberació- Movimiento de liberación (Comité de relaciones)” (TÉLLEZ SOLÁ, A., 1992. pag.235)

Federación Ibérica de Juventudes Libertarias.Guerra a la Inmoralidad


martes, 9 de julio de 2013

Guerra Civil y Revolución

Hace unos años se realizaron numerosos actos para conmemorar el 70 aniversario del comienzo del golpe de Estado militar que terminó, casi tres años después, con el triunfo de los militares sublevados y el comienzo del régimen franquista.

Octavio Alberola

En la mayoría de esos actos, salvo en los organizados por los anarquistas, se insistió en presentar la conspiración de los militares dirigida exclusivamente contra el gobierno de la República elegido tras la victoria del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936, y se obvió -en la mayoría de los casos voluntariamente- el hecho de que ese golpe desencadenó también un proceso de profundas y radicales transformaciones sociales que, durante buena parte del tiempo que duró la contienda militar, hicieron coexistir simultáneamente guerra y revolución.

lunes, 8 de julio de 2013

El DI ('Defensa Interior') y la resistencia libertaria contra el franquismo

A pesar de ello, y tras la aprobación del dictamen de Defensa Interior por la FAI y la FIJL, a principios del mes de enero de 1962 se reúne la Comisión de Defensa del MLE (integrada por los secretarios de la CNT, de la FAI y de la FIJL, más el secretario de coordinación de la CNT) para nombrar a los integrantes del DI. Cada organización presenta una lista y finalmente son nombrados los conocidos cenetistas Germinal Esgleas, Vicente Llansola, Cipriano Mera, Juan García Oliver, Acracio Ruiz, Juan Jimeno y Octavio Alberola en representación de las Juventudes Libertarias.

sábado, 8 de junio de 2013

El Internado-Escuela 'Durruti' 1937-1939

La formación ideológica libertaria ve el campo abierto hacia un nuevo tiempo e inicia experiencias únicas que, vistas con la perspectiva actual, demuestra el alto grado de innovación educativa. Uno de los interesantes proyectos que se desarrollaron, consiguiendo muy buenos re­sultados, fue el Internado Escuela “Durruti” de Valencia, dependiente de la CNT, que tenía similares características al Instituto para Obreros.

sábado, 25 de mayo de 2013

Pensar la utopía en la acción. Trazas de un anarquista heterodoxo

Bombarda Edicions acaba de editar el libro Pensar la utopía en la acción – Trazas de un anarquista heterodoxo, de Octavio Alberola, en el que el autor ha reunido una selección de sus artículos y textos escritos desde sus primeros años de militancia anarquista en México hasta el día de hoy. El libro consta de dos partes: la primera, En el Exilio y la clandestinidad (1950-1962), y la segunda, En la “Transición” y la “Democracia”.

domingo, 21 de abril de 2013

Sentido homenaje a militantes anarcosindicalistas asesinados en Zaragoza



La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) ha rendido durante jornada del 13 de abril un homenaje a todas y todos los que dieron su vida por la causa anarquista y anarcosindicalista en los años del golpe de estado franquista y el posterior periodo genocida.

miércoles, 10 de abril de 2013

Antonio Ortiz Ramírez



 
 
Antonio Ortiz Ramírez. (Barcelona, España, 13 de abril de 1907 - 2 de abril de 1996). Carpintero-ebanista de profesión. Militante de la CNT y de la FAI. Miembro del grupo de afinidad "Nosotros". Comandante de la 25 división republicana. Oficial del ejército francés.



 

miércoles, 3 de abril de 2013

La CNT elige nuevo Secretario General y traslada la sede de su Secretariado Permanente a Valladolid

Desde esta página queremos brindar todo nuestro apoyo al secretariado nuevo de a CNT.

La CNT refuerza su apuesta por la movilización y su llamamiento a trabajadores, organizaciones sindicales y movimientos sociales para luchar frente a los ataques contra la clase trabajadora. La CNT ha elegido como nuevo secretario general al compañero Pedro Serna, de 38 años y profesión albañil, afiliado del SOV de Valladolid, donde residirá en este nuevo periodo el secretariado permanente del Comité Confederal.

La elección se llevó a cabo por unanimidad en el pleno confederal celebrado el pasado 23 de marzo en Madrid, una vez transcurridos los dos años de gestión del anterior secretariado, residente en Córdoba, que fue elegido en el X Congreso Confederal. La elección de un nuevo secretariado permite que, de acuerdo con los principios libertarios de la CNT, se lleve a cabo la renovación y rotación en unos cargos de gestión que se nutren de la militancia, ya que CNT practica un sindicalismo sin liberados y sin subvenciones. El pleno confederal ha tomado también importantes acuerdos para la movilización durante el 2013, redoblando la apuesta por la lucha en la calle y en las empresas como única vía para enfrentar las políticas del gobierno y de la patronal, prestando especial importancia a la lucha contra la represión. Recordamos que en los últimos dos años la CNT se ha volcado y tomado la iniciativa en la movilización y la lucha en la calle contra los ataques hacia la clase trabajadora de un gobierno al servicio de la patronal y las instituciones financieras europeas. La CNT ha acordado continuar con este llamamiento a los trabajadores y a otras organizaciones sindicales y movimientos sociales para luchar unidos. El nuevo secretario general tomará posesión de su cargo en la reunión plenaria del comité confederal prevista para el próximo 20 de abril. Secretariado Permanente del Comité Confederal

http://cnt.es/noticias/la-cnt-elige-nuevo-secretario-general-y-traslada-la-sede-de-su-secretariado-permanente-vall

Las milicias confederales durante la Guerra Civil


 
 

Las milicias confederales fueron una milicia popular, organizada durante la Guerra Civil Española por la CNT y FAI, que tuvo un importante papel en la Revolución Española de 1936. Tras el alzamiento del ejército del 18 de julio de 1936 se formaron, en las zonas donde fracasó la sublevación, grupos armados de voluntarios civiles organizados por los partidos políticos y los sindicatos que se unieron a los restos de las unidades regulares del ejército y las fuerzas de seguridad estatales que permanecieron fieles a la República:

Durante el periodo de las milicias, la práctica desaparición de cualquier sector del ejército, fiel al gobierno y el fermento revolucionario que se estaba desarrollando por todo el país, fueron las causas de la rápida aparición de un improvisado ejército de voluntarios, dispuestos a terminar con los últimos reductos de los sublevados. Las estimaciones más ajustadas hablan de más de 100.000 milicianos en todo el Estado. La mitad de ellos pertenecían a los sindicatos de la CNT, 30.000 a la UGT, 10.000 al Partido Comunista, 5.000 al POUM (en su mayor parte, en Cataluña). A las milicias obreras se unió un contingente de 12.000 guardias de asalto, algunos centenares de guardias civiles, algunos miles de soldados y apenas 200 oficiales del antiguo ejército.

La formación típica de estas milicias espontáneas fue la columna. Importante señalar que la mayoría de los integrantes de las columnas eran anarquistas, los cuales eran antimilitaristas (muchos incluso habían sido insumisos al servicio militar) pero la situación bélica les abocó a ingresar en las milicias.

Comité Central de Milicias Antifascistas

 

El 21 de julio de 1936 se crea en Barcelona una organización a la que se llama Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña y en la que participan las distintas facciones republicanas y sindicales, teniendo mucho peso en ella la CNT-FAI.

En dos meses, el comité consiguió organizar a 20.000 milicianos que se repartían en un frente de 300 kilómetros.

Las columnas

Origen de la columna como formación de combate popular

Las guerrillas castellanas de la Guerra de Sucesión Española (1701-1715) y la guerra de guerrillas en la frontera luso-extremeña entre 1641 y 1668 pudieron ser ejemplos tempranos de la utilización de columnas en conflictos armados.

Durante la Guerra de la Independencia Española se formaron columnas como conglomerados que agrupaban diversas fuerzas militares regulares o de civiles y servicios de una escala modesta. Las columnas por su movilidad y autonomía constituyeron una forma básica de organización para la guerra de guerrillas.

Organización

Las columnas de los anarquistas se organizaban bajo principios asambleístas y las decisiones se tomaban a través de la democracia directa, evitándose de esta forma las jerarquías de mando. Las milicias del POUM —un partido marxista revolucionario marcadamente antiestalinista y que se convirtió en el principal aliado de los anarquistas— se organizaban de una forma semejante.

La unidad de combate más sencilla eran veinticinco individuos que formaban un grupo o pelotón, con un delegado de grupo elegido por democracia directa y revocable en todo momento. Cuatro grupos formaban una centuria con un delegado de centuria y cinco centurias una agrupación o batallón con su correspondiente delegado. La suma de las agrupaciones existentes daba lugar a la columna.

Un comité de guerra asesorado por un consejo técnico-militar coordinaba las operaciones de la columna. Al frente del comité de guerra se encontraba el delegado general de la columna. Todos los delegados de todos los escalafones carecían de privilegios y de mando jerárquico.

Abel Paz, cuenta en Durruti en la Revolución española como era la organización de la Columna Durruti:

Comité de Guerra. Durruti, Ricardo Rionda, Miguel Yoldi, Antonio Carreño y Luis Ruano. Unidad mayor, la Agrupación, compuesta de 5 Centurias de a cien hombres, repartidos en cuatro grupos de veinticinco. Cada una de estas unidades tenía a su frente un delegado nombrado por la base, y revocable a cada momento. La responsabilidad representativa no confería privilegio ni jerarquía de mando.

Consejo Técnico-militar. Estaba constituido por los militares (oficiales) que había en la Columna. Su representante era el comandante Pérez Farras, y la misión de este consejo era asesorar al Comité de Guerra. No disponía de privilegio alguno ni jerarquía de mando.

Grupos Autónomos. El Grupo Internacional (franceses, alemanes, italianos, marroquíes, ingleses y americanos) , que llegó a contar con unos 400 hombres. Su delegado general, enlazando con el Comité de Guerra, era el capitán de artillería francés llamado Berthomieu, que morirá en septiembre en una acción de guerra.

Grupos Guerrilleros. Misión línea enemiga. Los formaban: 'Los Hijos de la Noche', 'La Banda Negra', 'Los Dinamiteros', 'Los Metalúrgicos' y otros.

Algunas precisiones : Antonio Carreño se llamaba Francisco y Luis Ruano Lucio. El consejo técnico-militar fue al principio el comandante Pérez Farras pero fue rapidamente sustituido por el sargento José Manzana. El delegado del Grupo Internacional se llamaba Louis Berthomieu, y morirá el 16 de octubre en la batalla de Perdiguera.

Los grupos o pelotones eran flexibles pudiendo variar el número de milicianos encuadrados en ellos y por lo tanto la cantidad de grupos incluidos en cada centuria:

La unidad básica era el grupo, formado generalmente por diez hombres; cada grupo elegía un delegado, cuyas funciones eran parecidas a las de un suboficial del grado más bajo, pero sin la autoridad equivalente. Diez grupos formaban una centuria, que también elegía su propio delegado, y cierto número de centurias formaba una columna, a cuya cabeza había un comité de guerra.

Carlos Semprún-Maura

El sistema favorecía la rápida formación de unidades:

En La Serrada se apean los hombres de los camiones. Mora habla brevemente a los compañeros. Luego, de acuerdo con los delegados, del Comité de Defensa, ordena la formación de grupos, centurias y batallones: 'Cada veinte hombres formarán un pelotón que eligirá un delegado. Cinco pelotones forman una centuria. Cinco centurias un batallón...'

Las centurias se componían de cien individuos.

Columnas célebres
 

Los Aguiluchos

La Columna Los Aguiluchos de la FAI fue la última de las grandes columnas anarcosindicalistas catalanas. Posteriormente saldrían más milicias de Cataluña, pero ya no lo harían en forma de columna sino de unidades de refuerzo de las columnas existentes. En realidad se había previsto que esta columna fuera una unidad grande —de unos 10.000 combatientes— pero finalmente acabó siendo un refuerzo de la Ascaso —con unos 1.500 milicianos con 200 milicianas— y pasó a ser una columna autónoma. Organizada en los cuarteles Bakunin de Barcelona, fue enviada al frente de Huesca (su cuartel general estaba en Grañén) el 28 de agosto. Salieron al frente de la columna García Oliver y García Vivancos con el capitán José Guarner como consejero militar. Ya en septiembre su jefe, García Vivancos, estaba de acuerdo con la militarización de la columna. Posteriormente se tuvo que enviar un grupo a casa debido a su oposición a militarizarse. La columna se convirtió en la 125 BM y participó en las batallas de Belchite y Fuentes del Ebro, así como en la defensa de Cataluña, pasando a Francia tras la derrota.

Durruti

La Columna Durruti salió de Barcelona el 24 de julio, formada por unos 2.500 milicianos, y se dirigió directamente hacia Zaragoza, teniendo como objetivo la recuperación de la ciudad. Tuvo un primer combate en Caspe, y cuando ya se encontraba a escasamente 22 km de la ciudad de Zaragoza, los mandos decidieron frenar el avance por miedo a verse aislados y rodeados. A partir de ese momento la columna quedó con escasos suministros y no pudo lanzar un nuevo ataque, por lo que se dedicó a la consolidación del frente defensivo, así como a tareas de propagar y construir la revolución por tierras de Aragón. Instaló su cuartel general en la localidad de Bujaraloz, Zaragoza.

En noviembre Durruti fue llamado para colaborar en la defensa de Madrid, pero no se le permitió llevarse más que a una parte de la columna (unos 1.400 sobre más de 6.000 milicianos). Finalmente la columna fue diezmada en Madrid y Durruti murió allí por un disparo a quemarropa de origen desconocido el 20 de noviembre. Le sustituyó al frente de la Columna Durruti en Madrid Ricardo Sanz. En Aragón, la columna estaba mandada por Lucio Ruano. Mas tarde, en enero de 1937, el nuevo delegado general de la columna en Aragón José Manzana acabó aceptando la militarización de la misma, convirtiéndose así en la 26ª División del Ejército Popular Republicano (constituida por las Brigadas mixtas números 119, 120 y 121). Ricardo Sanz tomó el mando de toda la columna en abril de 1937. Esta división combatió en la batalla de Belchite y en la defensa de Cataluña en enero de 1939.

Posteriormente sus miembros pasaron por los campos de concentración franceses y algunos fueron incorporados a la fuerza en el Ejército francés, siendo los primeros en entrar en París en 1944 para liberar la ciudad. El primer tanque que entró en la capital francesa tras la ocupación nazi se llamaba "Guadalajara", dentro del cual había diversos miembros de esta Columna anarquista. Se trataba de la 9ª Compañía blindada (conocida por su nombre en español La Nueve), de la 2ª División blindada de la Francia Libre.

Sur-Ebro

La columna "Sur-Ebro", delegada por el ebanista Antonio Ortiz Ramírez (miembro del grupo "Nosotros"), con el teniente coronel de Infantería Fernando Salavera como consejero militar, saldría de Barcelona el 24 de julio de 1.936 por carretera, con unos 2.000 hombres, bastantes de los cuales eran ex-soldados y clases del Regimiento nº 34, y tres baterías de artillería. Su primer objetivo, Caspe, dominada por una compañía de la Guardia Civil y unos 200 falangistas aragoneses, bajo el mando del capitán Negrete. Tras vencer la tenaz resistencia del enemigo, los milicianos, que perdieron unos 250 compañeros, ocuparon la villa, siguiendo hacia Alcañiz, que fue tomada tras breves combates, Entonces, la columna se subdividió: una parte de ella quedó situada en la línea Híjar-Escatrón y la otra se dirigió hacia Belchite, ante cuya población quedó atrincherada tras ocupar Sástago, La Zaida y Azaila.

A primeros de septiembre, a la unidad de Ortiz se le agregó una pequeña columna: la de Carod-Ferrer, que acababa de ocupar el pueblo natal de Goya, Fuendetodos, y se parapetó ante Villanueva de Huerva, Saturnino Carod Lerín, aragonés de raíz, era un destacado dirigente anarcosindicalista barcelonés, mientras que su "asesor técnico" era el teniente de la Benemérita José Ferrer Bonet. Junto a este grupo se encontraba también otra partida, la columna Hilario-Zamora,[6] que como jefe civil dirigía el anarquista Hilario Esteban y como jefe militar el capitán de infanteria del regimiento de Almansa 15 Sebastián Zamora, junto al capitán Santiago López Oliver. Esta columna procedía de Lérida. Estos dos grupos acabaron por unificarse con la Columna "Ortiz". Lo que también hicieron poco después los 600 soldados llegados de Tarragona, al mando del coronel Martínez Peñalver, al decidir éste su vuelta a Barcelona, por no entenderse según él, con el anarquista Ortiz. Recibirían también refuerzos de algunas columnas valencianas.

El General Pozas, jefe del Ejército del Este, decidió quitar a Ortiz del mando de la 25 división, y situó en su lugar a García Vivancos en el verano de 1937 después de las batallas de Belchite (23 de agosto - 6 de septiembre) y Fuentes de Ebro, donde encontró que Antonio Ortiz era poco cooperativo.

Tierra y Libertad

Tras la Columna comunista catalana "Libertad", llegada a mediados de octubre del 36, llegaría a la capital madrileña la columna "Tierra y Libertad" con mil quinientos voluntarios, bajo la responsabilidad de Federica Montseny y por Diego Abad de Santillán. Su delegado fue el portugués Germinal de Souza. La columna libertaria se formó con voluntarios procedentes de la malograda expedición a Mallorca. Sin embargo, al parecer, la columna se formó a espaldas del Comité Central de Milicias. Al parecer y según el testimonio de García Oliver, la formación de esta columna fue motivo de roces y de enfrentamientos entre los dirigentes de la CNT en el Comité Central de Milicias.

Columna de Hierro
 

Tras el levantamiento fascista del 18 de julio, el grupo "Nosotros", formado por los anarquistas valencianos José Pellicer, Segarra, Cortés, Rodilla y Berga se convertiría en el impulsor principal de la Columna de Hierro, junto a personas de la talla moral y revolucionaria de Rafael Martí ("Pancho Villa"), Francisco Mares, Diego Navarro o Pedro Pellicer, hermano de José Pellicer.

La Columna de Hierro colaboró con los campesinos de las poblaciones en las que se desplegó, mostrándoles la manera de ser libres. Las primeras experiencias de comunismo libertario tuvieron lugar al calor del combate de los milicianos. Más que ninguna otra, ni siquiera la Columna Durruti, la Columna de Hierro actuó a la vez como milicia de guerra y como organización revolucionaria : levantó actas de sus asambleas, publicó un diario (« Línea de Fuego »), publicó manifiestos y lanzó comunicados, porque necesitaba explicar sus acciones en la retaguardia y justificar sus movimientos y sus decisiones ante los trabajadores y los campesinos. Una organización tal predica con el ejemplo y deja constancia de él. Esa fue su principal particularidad que Burnett Bolloten rescató en su libro El Gran Engaño.[7]

La Columna de Hierro se convirtió en el referente de aquellas personas que creían que la Revolución se había de llevar hasta sus últimas consecuencias tanto en el frente como en la retaguardia. José Pellicer fue el mayor oponente a la militarización de las columnas y a la burocratización de las organizaciones libertarias.

La militarización de la Columna de Hierro, su conversión en 83 Brigada Mixta, de la que fue comandante José Pellicer, la traición o abandono de los postulados libertarios de la mayoría de los responsables de la CNT y la FAI en aras de las circunstancias y del posibilismo, llevó a Pellicer a un enfrentamiento encarnizado con la dirección de ambas organizaciones. Desde la revista y editorial Nosotros intentó reforzar a contracorriente el pensamiento anarquista, proyecto truncado por su detención y posterior ingreso en las prisiones del SIM (servicios secretos de la República).

Un miliciano de la Columna de Hierro escribió en marzo de 1937 un célebre manifiesto de protesta contra las compromisiones de las organizaciones anarquistas con el gobierno republicano y contra la militarización de las milicias.

Los "tiznaos"

 
 

Ante la escasez de medios y materiales para el combate, se recurrió a proteger con planchas de acero de diferentes grosores algunos vehículos pesados como camiones, autobuses o maquinaría agrícola que empezaron a ser conocidos informalmente como "tiznaos" por sus dispares colores de camuflaje. El blindaje de estos vehículos acorazados improvisados no solía ser muy eficaz pues las planchas de acero estaban desigualmente unidas, o no tenían el grosor suficiente, al extremo que en algunas pocas ocasiones los "tiznaos" incluían colchones como medida de protección. Sucedía también que a veces, al querer instalar a los vehículos planchas de un mayor grosor para aumentar la protección, se perjudicaba la maniobrabilidad y la velocidad del vehículo. Debido a las deficiencias en blindaje o manejo, los "tiznaos" más improvisados eran puestos fuera de combate rápidamente. Aquellos que habían sido construidos con más cuidado y contando con más mejores técnicos duraban más, llegando algunos a sobrevivir a los tres años de la guerra.[8]

Era común que los "tiznaos" estuviesen llenos de pintadas con el nombre de la columna a la que pertenecían y las siglas de algún partido, sindicato, u organización obrera a la cual se adherían los milicianos que los uasaban.

Guerra y revolución

Para la CNT, la FAI y el POUM, y al contrario que el PCE, el PSUC, el PSOE y otras fuerzas republicanas, la guerra y la revolución eran inseparables, como se puede comprobar en estas palabras de Buenaventura Durruti:

¿Habéis organizado ya vuestra colectividad? No esperéis más. ¡Ocupad las tierras! Organizaos de manera que no haya jefes ni parásitos entre vosotros. Si no realizáis eso, es inútil que continuemos hacia adelante. Tenemos que crear un mundo nuevo, diferente al que estamos destruyendo. Si no es así, no vale la pena que la juventud muera en los campos de batalla. Nuestro campo de lucha es la revolución".

A tal efecto las milicias ayudaban e impulsaban la formación de colectividades en los pueblos por donde pasaban. En Aragón se formaron 450 colectividades agrícolas que afectaron a 423.000 personas, las cuales estaban integradas en el Consejo de Aragón. Estas colectividades constituyeron una fuente de apoyo en la retaguardia para las milicias, además de que probablemente suponían el máximo acercamiento al ideal de vida anarquista por el que se había luchado en España desde el último tercio de la centuria decimonónica.[9

Militarización de las milicias

Ya durante la Guerra y hasta nuestros días ha sido un asunto polémico sobre el que se ha debatido acaloradamente. Para entender la visión anarquista, desde dentro, de lo que eran las milicias y su oposición a la militarización y a la formación de un ejército tradicional cabe entender el punto de vista que Durruti pone de manifiesto en estas palabras en el verano de 1936:

"Pienso -y todo cuanto está sucediendo a nuestro alrededor confirma mi pensamiento- que una milicia obrera no puede ser dirigida según las reglas clásicas del Ejército. Considero pues, que la disciplina, la coordinación y la realización de un plan, son cosas indispensables. Pero todo eso no se puede interpretar según los criterios que estaban en uso en el mundo que estamos destruyendo. Tenemos que construir sobre bases nuevas. Según yo, y según mis compañeros, la solidaridad entre los hombres es el mejor incentivo para despertar la responsabilidad individual que sabe aceptar la disciplina como un acto de autodisciplina. Se nos impone la guerra, y la lucha que debe regirla difiere de la táctica con que hemos conducido la que acabamos de ganar, pero la finalidad de nuestro combate es el triunfo de la revolución. Esto significa no solamente la victoria sobre el enemigo, sino que ella debe obtenerse por un cambio radical del hombre. Para que ese cambio se opere es preciso que el hombre aprenda a vivir y conducirse como un hombre libre, aprendizaje en el que se desarrollan sus facultades de responsabilidad y de personalidad como dueño de sus propios actos. El obrero en el trabajo no solamente cambia las formas de la materia, sino que también, a través de esa tarea, se modifica a sí mismo. El combatiente no es otra cosa que un obrero utilizando el fusil como instrumento, y sus actos deben tender al mismo fin que el obrero. En la lucha no se puede comportar como un soldado que le mandan, sino como un hombre consciente que conoce la trascendencia de su acto. Ya sé que obtener esto no es fácil, pero también sé que lo que no se obtiene por el razonamiento no se obtiene tampoco por la fuerza. Si nuestro aparato militar de la revolución tiene que sostenerse por el miedo, ocurrirá que no habremos cambiado nada, salvo el color del miedo. Es solamente liberándose del miedo que la sociedad podrá edificarse en la libertad".

Finalmente, la militarización de las milicias confederales se llevó a cabo en contra de la voluntad de sus integrantes desde otoño de 1936 -con el gobierno de Largo Caballero y su Decreto de militarización de las Milicias Populares y la aprobación de los miembros de la CNT con carteras gubernamentales-, hasta entrado 1937, periodo en el que no faltaron numerosos conflictos en torno al asunto. Un conocido ejemplo fue el del fundador de la Columna de Hierro, José Pellicer, el cual se opuso a los cenetistas que habían decidido colaborar con el gobierno que decretaba la militarización. Y es que los sucesivos decretos del Gobierno restauraron obligatoriamente la disciplina castrense propia del antiguo Ejército, al tiempo que establecieron organizaciones de logística y suministros bajo criterios militarizados. Finalmente, tras la Batalla de Madrid de noviembre de 1936, el Gobiernó negó los servicios de intendencia y municiones a las milicias que se resistieran a la militarización.

Así, las milicias se convirtieron en regimientos o divisiones de un Ejército regular -el llamado Ejército Popular Republicano-, y los milicianos se convirtieron en soldados sujetos a la disciplina militar tradicional. La Revolución estaba en declive. No obstante, hasta el final de la guerra, algunos militantes confederales como Gregorio Jover o Cipriano Mera demostraron grandes cualidades de estratega en la dirección del nuevo Ejército Popular.

Colaboradores de Wikipedia y Ateneo Virtual



Un "Incontrolado" de la Columna de Hierro.

 
 


La Columna de Hierro y la Revolución

Soy un escapado de San Miguel de los Reyes, siniestro presidio que levantó la monarquía para enterrar en vida a los que, por no ser cobardes, no se sometieron nunca a las leyes infames que dictaron los poderosos contra los oprimidos. Allá me llevaron, como a tantos otros, por lavar una ofensa, por rebelarme contra las humillaciones de que era víctima un pueblo entero, por matar, en fin, a un cacique.

Joven era, y joven soy, ya que ingresé en el presidio a los veintitrés años y he salido, porque los compañeros anarquistas abrieron las puertas, teniendo treinta y cuatro. ¡Once años sujeto al tormento de no ser hombre, de ser una cosa, de ser un número!

Conmigo salieron muchos hombres, igualmente sufridos, igualmente doloridos por los malos tratos recibidos desde el nacer. Unos, al pisar la calle, se fueron por el mundo; otros, nos agrupamos con nuestros libertadores, que nos trataron como amigos y nos quisieron como hermanos. Con éstos, poco a poco, formamos "la Columna de Hierro"; con éstos, a paso acelerado, asaltamos cuarteles y desarmamos a terribles guardias; con éstos, a empujones, echamos los fascistas hasta las agujas de la sierra, en donde se encuentran. Acostumbrados a tomar lo que necesitamos, al empujar el fascista, le tomamos víveres y fusiles. Y nos alimentamos durante un tiempo, de lo que nos ofrecían los campesinos, y nos armamos sin que nadie nos hiciera el obsequio de un arma, con lo que a brazo partido, les quitamos a los insurrectos. El fusil que acaricio, el que me acompaña desde que abandoné el fatídico presidio, es mío, mío propio; se lo quité, como un hombre, al que lo tenia en sus manos, así como nuestros, propios, conquistados, son casi todos los que mis compañeros tienen en las suyas.

Falta de atención

Nadie o casi nadie nos atendió nunca. El estupor burgués al abandonar el presidio, a continuado siendo el estupor de todos, hasta estos momentos, y en lugar de atendernos, de ayudarnos, de auxiliarnos, se nos trato como a forajidos, se nos acuso de incontrolados, porque no sujetamos el ritmo de nuestro vivir que ansiábamos y ansiamos libre, a caprichos estúpidos de algunos que se han sentido, torpe y orgullosamente, amos de los hombres, al sentarse en un ministerio o un comité, y porque, por los pueblos por donde pasamos, después de haberle arrebatado su posesión al fascista, cambiamos el sistema de vida, aniquilando a los caciques feroces que intranquilizaron la vida de los campesinos, después de robarles, y poniendo la riqueza en manos de los únicos que supieron crearla: en manos de los trabajadores.

Conducta

Nadie, puedo asegurarlo, nadie se puede haber portado con los desvalidos, con los necesitados, con los que toda la vida fueron robados y perseguidos, mejor que nosotros, los incontrolados, los forajidos, los escapados de presidio.

Nadie, nadie ­desafío que me lo prueben­ ha sido mas cariñoso y mas servicial para con los niños, las mujeres y los ancianos; nadie, absolutamente nadie, puede culpar a esta Columna, que sola, sin auxilio y si entorpeciéndola, ha estado desde el principio en la vanguardia, de insolidaria, de despótica, de blanda o de floja cuando de la lucha se trataba, o de desamorada con el campesino, o de no revolucionaria, ya que el arrojo y la valentía en el combate ha sido nuestra norma, la hidalguía con el vencido nuestra ley, la cordialidad con los hermanos nuestra divisa y la bondad y el respecto, el marco en que se ha desenvuelto nuestra vida.

Leyenda negra

¿Por qué esta leyenda negra que se ha tejido a nuestro alrededor? ¿Por qué este afán insensato de desacreditarnos si nuestro descrédito, que no es posible, solo iría en perjuicio de la causa revolucionaria y de la misma guerra?

Hay ­nosotros, hombres del presidio, que hemos sufrido más que nadie en la tierra, lo sabemos­; hay, digo, en el ambiente un aburguesamiento enorme. El burgués de alma y de cuerpo, que es todo lo mediocre y servil, tiembla ante la idea de perder su sosiego, su cigarro puro y su café, sus toros, su teatro y su emputecimiento, y cuando olía algo de la Columna, de esta Columna de Hierro, puntal de la Revolución en estas tierras levantinas, o cuando sabía que la Columna anunciaba su viaje a Valencia, temblaba como un azogado pensando que los de la Columna iban a arrancarle su vida regalona y miserable. Y el burgués ­hay burgueses de muchas clases y en muchos sitios­ tejía, sin parar, con los hilos de la calumnia, la leyenda negra con que nos ha obsequiado, porque al burgués, y únicamente al burgués, han podido y pueden perjudicar nuestras actividades, nuestras rebeldías, y estas ansias locamente incontenibles que llevamos en nuestro corazón, de ser libres, como las águilas en las más altas cimas o como los leones en medio de las selvas.

" Nosotros ", 12-III-1937




También los hermanos...

También los hermanos, los que sufrieron con nosotros en campos y talleres, los que fueron vilmente explotados por la burguesía, se hicieron eco de los miedos terribles de ésta y llegaron a creer, porque algunos interesados a ser jefes, se lo dijeron, que nosotros, los hombres que luchábamos en la Columna de Hierro, éramos forajidos y desalmados, y un odio, que ha llegado muchas veces a la crueldad y al asesinato fanático, sembró nuestro camino de piedras para que no pudiéramos avanzar contra el fascismo.

Ciertas noches, en estas noches oscuras en que, arma al brazo y oído atento, trataba de penetrar en las profundidades de los campos y en los misterios de las cosas, no tuve más remedio que, como una pesadilla, levantarme del parapeto, y no para desentumecer mis miembros, que son de acero porque están curtidos en el dolor, sino para empuñar con más rabia el arma, sentiendo ganas de disparar, no sólo contra el enemigo que estaba escondido a cien metros escasos de mi, sino contra el otro, contra el que no veía, contra el que se ocultaba a mi lado, siéndome y aun llamándome compañero, mientras me vendía vilmente, ya que no hay venta más cobarde que la que de la traición se nutre. Y sentía ganas de llorar y de reír, y de correr por los campos gritando y de atenazar gargantas entre mis dedos de hierro, como cuando rompí entre mis manos la del cacique inmundo, y de hacer saltar, hecho escombros, este mundo miserable en donde es difícil encontrar unos brazos amantes que sequen tu sudor y restañen la sangre de tus heridas cuando, cansado y herido, vuelves de la batalla.

Penas y alegrías

¡Cuántas noches, juntos los hombres, formando un racimo o un puñado, al comunicar a mis compañeros, los anarquistas, mis penas y dolores he hallado, allá, en la dureza de la sierra, frente al enemigo que acechaba, una voz amiga y unos brazos amantes que me han hecho doler a amar la vida! Y, entonces, todo lo sufrido, todo lo pasado, todos los horrores y tormentos que llagaron mi cuerpo, los tiraba al viento como si fueran de otras épocas, y me entregaba con alegría a sueños de ventura, viendo con la imaginación calenturienta mundo como el que no había vivido, pero que deseaba; un mundo como no habíamos vivido los hombres pero que muchos habíamos soñado. Y el tiempo se me pasaba volando, y las fatigas no entraban en mi cuerpo, y redoblaba mi empuje, y me hacia temerario, y salía al amanecer en descubierta para descubrir al enemigo, y... todo por cambiar la vida ; por imprimir otro ritmo a esta vida nuestra; porque los hombres, yo entre ellos, pudiéramos ser hermanos; porque la alegría, una vez siquiera, al brotar en nuestros pechos, brotase en la tierra; porque la Revolución, esta Revolución que ha sido el norte y el lema de la Columna de Hierro, pudiese ser, en tiempo no lejano, un hecho.

Se esfumaban mis sueños como las nubecillas blancas que encima de nosotros pasaban por la sierra, y volvía a mis desencantos para volver, otra vez, por la noche, a mis alegrías. Y así entre penas y alegrías, entre congojas y llantos, he pasado mi vida, vida alegre en medio del peligro, comparada con aquella vida turbia y miserable del turbio y mísero presidio.

Pero un día...

Pero un día ­era un día pardo y triste­, por las crestas de la sierra, como viento de nieve que corta las carnes, bajó una noticia "Hay que militarizarse". Y entró en mis carnes como fino puñal la noticia, y sufrí, de antemano, las congojas de ahora. Por las noches, en el parapeto, repetía la noticia: "Hay que militarizarse"...

A mi lado velando mientras yo descansaba, aunque no dormía, estaba el delegado de mi grupo, que sería teniente, y dos pasos mas acá, durmiendo en el suelo, reclinando su cabeza sobre un montón de bombas, yacía el delegado de mi centuria, que sería capitán o coronel. Yo... seguiría siendo yo, el hijo del campo, rebelde hasta morir. Ni quería, ni quiero cruces ni estrellas ni mandos. Soy como soy, un campesino que aprendió a leer en la cárcel, que ha visto de cerca el dolor y la muerte, que era anarquista sin saberlo y que ahora, sabiéndolo, soy más anarquista que ayer cuando maté para ser libre.

Ese día, aquel día que bajó de las crestas de la sierra, cual si fuese un viento frío que me cortase el alma, la noticia funesta, será memorable, como tantos otros en mi vida de dolor. Aquel día... ¡Bah!

¡Hay que militarizarse!

" Nosotros ", 13-III-1937




La vida los libros y el presidio

La vida enseña a los hombres más que todas las teorías, más que todos los libros. Los que quieran llevar a la práctica lo que han aprendido de otros al beberlo en los libros escritos, se equivocarán; los que lleven a los libros lo que han aprendido en las revueltas del camino de la vida, posiblemente hagan una obra maestra. La realidad y la ensoñación son cosas distintas. Soñar es bueno y bello, porque el sueño es, casi siempre, la anticipación de lo que ha de ser; pero lo sublime es hacer la vida bella, hacer de la vida, realmente, una obra hermosa.

Yo he vivido la vida aceleradamente. No he saboreado la juventud, que, según he leído, es alegría, y dulzura, y bienestar. En el presidio sólo he conocido el dolor. Siendo joven por los años, soy un viejo por lo mucho que he vivido, por lo mucho que he llorado. Por lo mucho que he sufrido. Que en el presidio casi nunca se ríe; en el presidio, para adentro o para fuera, siempre se llora.

Aprender viviendo

Leer un libro en una celda, apartado del contacto de los hombres, es soñar; leer el libro de la vida, cuando te lo presenta abierto por una pagina cualquiera el carcelero, que te insulta o simplemente te espía, es estar en contacto con la realidad.

Cierto día leí, no se dónde ni a quién, que no pudo tener el autor idea exacta de la redondez de la tierra hasta que la hubo recorrido, medido, palpado: descubierto. Parecióme ridícula tal pretensión; pero aquella frasecita se me quedó tan impresa, que alguna vez, en mis soliloquios obligados en la soledad de mi celda, pensé en ella. Hasta que un día, como si yo también descubriera algo maravilloso que antes estuvo oculto a los demás hombres, sentí la alegría de ser, para mi, el descubridor de la redondez de la tierra. Y aquel día, como el autor de la frase, recorrí, medí y palpé el planeta, haciéndose la luz en mi imaginación al "ver" a la Tierra rodando en los espacios sin fin, formando parte del concierto universal de los mundos.

Lo mismo sucede con el dolor. Hay que pesarlo, medirlo, palparlo, gustarlo, comprenderlo, descubrirlo, para tener en la mente una idea clara de lo que es. A mi lado, tirando del carro en que otros iban subidos, cantando y gozando, he tenido hombres que, como yo, oficiaban de mulas. Y no sufrían ; y no rugían, por lo bajo, su protesta; y encontraban justo y lógico que aquellos, como señores, fuesen los que les tirasen de las riendas y empuñasen el látigo, y hasta lógico y justo que el amo, de un trallazo, les cruzase la cara. Como animales lanzaban un ronquido, clavaban sus pezuñas en el suelo y arrancaban a galope. Después, ¡oh sarcasmo!, al dèsnuncirlos, lamían como perros esclavos la mano que les azotó.

Amargura del dolor

Nadie que no haya sido humillado, y vejado, y escarnecido; nadie que no se haya sentido el ser más desgraciado de la tierra, a la vez que el ser más noble, y más bueno, y más humano, y que, al mismo tiempo y todo junto, cuando sentía su desgracia y se consideraba feliz y fuerte, sin aviso, sin motivo, por gana de hacerle daño, por humillarle, haya sentido sobre sus espaldas o sobre su rostro la mano helada de la bestia carcelera; nadie que no se haya visto arrastrado por rebelde a la celda de castigo, y allí, abofeteado y pisoteado, oír crujir sus huesos y oír correr su sangre hasta caer en el suelo como una mole; nadie que, después de sufrir el tormento por otros hombres, no haya sido capaz de sentir su impotencia, y maldecir por ello y blasfemar por ello, que era tanto como empezar a tener potencia otra vez; nadie que al recibir el castigo y el ultraje, haya tenido conciencia de lo injusto del castigo y de lo infame del ultraje; y, al tenerla, haya hecho propósito de acabar con el privilegio que otorga a algunos la facultad de castigar y ultrajar; nadie, en fin, que, preso en la cárcel o preso en el mundo, haya comprendido la tragedia de las vidas de los hombres condenados a obedecer en silencio y ciegamente a las órdenes recibidas, puede conocer la hondura del dolor, la amargura del dolor, la marca terrible que el dolor deja para siempre en los que bebieron, y palparon, y sintieron el dolor de callar y obedecer. ¡Desear hablar y conservarse mudo; desear cantar y enmudecer; desear reír y tener forzosamente que estrangular la risa en los labios; desear amar y ser condenado a nadar entre el cieno del odio!

Cuarteles y cárceles

Yo estuve en el cuartel, y allí aprendí a odiar. Yo he estado en el presidio, y allí, en medio del llorar y del sufrir, cosa rara, aprendí a amar, a amar intensamente.

En el cuartel casi estuve a punto de perder mi personalidad, tanto era el rigor con que se me trataba, queriendo imponérseme una disciplina estúpida. En la cárcel, tras mucho luchar, recobré mi personalidad, siendo cada vez más rebelde a toda imposición. Allá aprendí a odiar, de cabo hacia arriba, todas las jerarquías; en la cárcel, en medio del más angustiante dolor, aprendí a querer a los desgraciados, mis hermanos, mientras conservaba puro y limpio el odio a las jerarquías mamado en el cuartel. Cárceles y cuarteles son una misma cosa: despotismo y libre expansión de la maldad de algunos y sufrimiento de todos. Ni el cuartel enseña cosa que no sea dañina a la salud corporal y mental, ni la cárcel corrige.

Con este criterio, con esta experiencia ­experiencia adquirida, porque he bañado mi vida en el dolor­, cuando oí que, montañas abajo, venía rodando la orden de militarización, sentí por un momento que mi ser se desplomaba, porque vi claramente que moriría en mí el audaz guerrillero de la Revolución, para continuar viviendo el ser a quien en el cuartel y en la cárcel se podó de todo atributo personal, para caer nuevamente en la sima de la obediencia, en el sonambulismo animal a que conduce la disciplina del cuartel o de la cárcel, ya que ambos son iguales. Y, empuñando con rabia el fusil, desde el parapeto, mirando al enemigo y al "amigo", mirando a vanguardia y a retaguardia, lancé una maldición como aquellas que lanzaba, cuando, rebelde, me conducían a la celda de castigo, y una lágrima hacia adentro, como aquellas que se me escaparon, sin ser vistas de nadie, al sentir mi impotencia. Y es que notaba que los fariseos, que desean hacer del mundo un cuartel y una cárcel, son los mismos, los mismos, los mismos que ayer, en las celdas de castigo, nos hicieron a los hombres ­hombres­ crujir los huesos.

Cuarteles... presidios..., vida indigna y miserable.

"Nosotros", 15-III-1937




Incomprensión general

No nos han comprendido, y, por no poder comprendernos, no nos han querido. Hemos luchado ­no son necesarias ahora falsas modestias, que a nada conducen­; hemos luchado, repito, como pocos. Nuestra línea de fuego ha sido siempre la primera, ya que en nuestro sector, desde el primer día hemos sido los únicos.

Para nosotros, jamás hubo un relevo ni..., lo que ha sido peor todavía, una palabra cariñosa. Unos y otros, fascistas y antifascistas, hasta ­¡que vergüenza hemos sentido!­ los nuestros nos han tratado con despego.

No nos han comprendido. O lo que es más trágico en medio de esta tragedia en que vivimos, quizá no nos hemos hecho comprender, ya que nosotros, por haber recibido sobre nuestros lomos todos los desprecios y rigores de los que fueron jerarcas en la vida, hemos querido vivir, aun en la guerra, una vida libertaria, y los demás, para su desgracia y la nuestra, han seguido uncidos al carro del Estado.

Esta incomprensión, que nos ha producido dolores inmensos, cercó el camino de desdichas, y no solamente veían un peligro en nosotros los fascistas, a los que tratabamos como se merecieron, sino los que se llaman antifascistas y gritan su antifascismo hasta enroquecer. Este odio que se tejió a nuestro alrededor, dio lugar a choques dolorosos, el mayor de los cuales, por lo canallesco, hace asomar a la boca el asco y llevar las manos a apretar el fusil, tuvo lugar en plena Valencia, al disparar contra nosotros "ciertos antifascistas rojos". Entonces... ¡bah!... entonces debimos haber acabado con lo que ahora está haciendo la contrarrevolución.

La Historia hablará

La Historia que recoge lo bueno y lo malo que los hombres hacen, hablará un día.

Y esa Historia dirá que la Columna de Hierro fue quizá la única en España que tuvo visión clara de lo que debió ser nuestra Revolución. Dirá también que fue la que más resistencia ofreció a la militarización. Y dirá, además, que, por resistirse, hubo momentos en que se la abandonó totalmente a su suerte, en pleno frente de batalla, como si seis mil hombres, aguerridos y dispuestos a triunfar o morir, debieran abandonarse al enemigo para ser devorados.

¡Cuántas y cuántas cosas dirá la Historia, y cuántas y cuántas figuras, que se creen gloriosas, serán execradas y maldecidas!

La militarización

Nuestra resistencia a la militarización estaba fundada en lo que conocíamos de los militares. Nuestra resistencia actual se funda en lo que conocemos actualmente de los militares.

El militar profesional ha formado, ahora y siempre, aquí y en Rusia, una casta. Él es el que manda; a los demás no debe quedarnos más que la obligación de obedecer. El militar profesional odia con toda su fuerza a todo cuanto sea paisanaje, al que cree inferior.

Yo he visto ­yo miro siempre a los ojos de los hombres­ temblar de rabia o de asco a un oficial cuando al dirigirme a él lo he tuteado, y conozco casos de ahora, de ahora mismo, en batallones que se llaman proletarios, en que la oficialidad, que ya se olvidó de su origen humilde, no puede permitir ­para ello hay castigos terribles­ que un miliciano les llame de tú.

El Ejército "proletario" no plantea disciplina, que podría ser, a lo sumo, respeto a las órdenes de guerra; plantea sumisión, obediencia ciega, anulación de la personalidad del hombre.

Lo mismo, lo mismo que cuando, ayer, estuve en el cuartel. Lo mismo, lo mismo que cuando más tarde estuve en el presidio.

Como vivíamos

Nosotros en las trincheras vivíamos felices. Vimos caer a nuestro lado, es cierto, a los compañeros que con nosotros empezaron esta guerra; sabíamos, además, que en cualquier momento, una bala podía dejarnos tendidos en pleno campo ­ésta es la recompensa que espera al revolucionario­; pero vivíamos felices. Cuando había comíamos; cuando escaseaban los víveres, ayunábamos. Y todos contentos. ¿Por qué? Porque ninguno era superior a ninguno. Todos amigos, todos compañeros, todos guerrilleros de la Revolución.

El delegado de grupo o de centuria no nos era impuesto, sino elegido por nosotros, y no se sentía teniente o capitán, sino compañero. Los delegados de los Comités de la Columna no fueron jamás coroneles o generales, sino compañeros. Juntos comíamos, juntos peleábamos, juntos reíamos o maldecíamos. Nada ganamos durante un tiempo, nada ganaron ellos. Diez pesetas ganamos después nosotros, diez pesetas ganaron y ganan ellos.

Lo único que aceptamos es su capacidad probada, por eso los elegimos; su valor, también probado, por eso también fueron nuestros delegados. No hay jerarquías, no hay superioridades, no hay órdenes severas; hay camaradería, bondad, compañerismo: vida alegre en medio de las desdichas de la guerra. Y así, con compañeros, imaginándose que se lucha por algo y para algo, da gusto la guerra y hasta se recibe con gusto la muerte. Pero cuando estás entre militares, en donde todo son órdenes y jerarquías; cuando ves en tus manos la triste soldada con la cual apenas puede mantenerse en la retaguardia tu familia y ves que el teniente, el capitán, el comandante y el coronel, cobran tres, cuatro, diez veces mas que tú, aunque no tienen ni más empuje, ni más conocimiento, ni más valor que tú, la vida se ve hace amarga, porque ves que eso no es Revolución, sino aprovechamiento, por unos pocos de una situación desgraciada que va únicamente en perjuicio del pueblo.

"Nosotros", 16-III-1937




Ahora

No sé cómo viviremos ahora. No sé si podremos acostumbrarnos a recibir malas palabras del cabo, del sargento o del teniente. No sé si después de habernos sentido plenamente hombres, podremos sentirnos animales domésticos, que a ésto conduce la disciplina y esto representa la militarización.

No podremos ya, será totalmente imposible, aceptar despotismo y malos tratos, ya que se necesita ser muy poco hombre para tener un arma en la mano y aguantar mansamente el insulto; pero tenemos noticias que angustian, de compañeros que, al militarizarse, han vuelto a sentir, como losa de plomo, la pesantez de los órdenes que emanan de gente, muchas veces inepta y siempre desamorada.

Creíamos que nos estábamos redimiendo, que nos estábamos salvando y estamos cayendo en lo mismo que combatimos; en el despotismo, en la castocracia, en el autoritarismo mas brutal y absorbente.

Dos caminos

Pero el momento es grave. Cogidos ­no sabemos por quien, y si lo sabemos, nos lo callamos ahora­; cogidos, repito, en una trampa, debemos salir de ella, escaparnos de ella, lo mejor que podamos, pues de trampas está sembrado todo el campo.

Los militaristas, todos los militaristas ­los hay furibundos en nuestro campo­ nos han cercado. Ayer fuimos dueños de todo, hoy lo son ellos. El ejército popular, que no tiene de popular más que el hecho de formarlo el pueblo, y eso ocurrió siempre, no es del pueblo, es del Gobierno, y el Gobierno manda, y el Gobierno ordena. Al pueblo sólo se le permite obedecer y siempre se le exige obedecer.

Cogidos entre las mallas militaristas, tenemos dos caminos a seguir: el primero nos lleva a disgregarnos los que hasta hoy somos compañeros de lucha, deshaciendo la Columna de Hierro; el segundo nos lleva a la militarización.

Disgregación de la Columna

La Columna, nuestra Columna, no debe deshacerse. La homogeneidad que siempre ha presentado, ha sido admirable ­hablo solamente para nosotros, compañeros; la camaradería entre nosotros quedará en la historia de la Revolución española como un ejemplo; la bravura demostrada en cien combates podrá haber sido igualada en esta lucha de héroes, pero no superada. Desde el primer día fuimos amigos; mas que amigos, compañeros, mas que compañeros, hermanos. Disgregarnos, irnos, no volvernos a ver, no sentir, como hasta aquí, los impulsos de vencer y de luchar, es imposible.

La Columna, esta Columna de Hierro, que desde Valencia a Teruel ha hecho temblar a burgueses y fascistas, no debe deshacerse, sino seguir hasta el fin.

¿Quién puede decir que en la pelea, por estar militarizados, han sido más fuertes, más recios, más generosos para regar con su sangre los campos de batalla? Como hermanos que defienden una causa noble hemos luchado; como hermanos que tienen los mismos ideales, hemos soñado en las trincheras; como hermanos que anhelan un mundo mejor, hemos empujado con nuestro coraje. ¿Deshacernos como un todo homogéneo? Nunca, compañeros. Mientras quedemos una centuria, a luchar; mientras quede uno solo de nosotros, a vencer.

Militarización

Será un mal menor, a pesar de ser un gran mal, el tener que aceptar, sin ser elegidos por nosotros, quienes nos ordenen. Pero...

Ser una Columna o ser un Batallón es casi igual. Lo que no es igual es que no se nos respete.

Si estamos juntos los mismos individuos que ahora estamos, ya formemos una columna, ya formemos un batallón, para nosotros ha de ser igual. En la lucha no necesitaremos quien nos aliente, en el descanso no tendremos quien nos prohiba descansar, porque no lo consentiremos.

El cabo, el sargento, el teniente, el capitán, o son de los nuestros, en cuyo caso seremos todos compañeros, o son enemigos, en cuyo caso como a enemigos habrá que tratarlos.

Columna o Batallón, para nosotros, si queremos, será igual. Nosotros, ayer, hoy y mañana, no necesitamos estímulos para combatir; nosotros, ayer, hoy y mañana seremos los guerrilleros de la Revolución.

De nosotros mismos, de la cohesión que haya entre nosotros, depende nuestro desarrollo futuro. No nos imprimirá nadie un ritmo suyo; se lo imprimiremos nosotros, por tener personalidad propia a los que están a nuestro alrededor.

Final

Tengamos encuenta una cosa, compañeros. La lucha exige que no hurtemos nuestros brazos ni nuestro entusiasmo a la guerra. En una columna, la nuestra o en un Batallón, el nuestro; en una división o en un batallón que no sean nuestros, tenemos que luchar.

Si deshacemos la Columna, si nos disgregamos, después, obligatoriamente movilizados, tendremos que ir, no con quien digamos, sino con quien se nos ordene. Y como no somos ni queremos ser animalillos domésticos, posiblemente chocáramos con quienes no deberíamos chocar: con los que, mal o bien, son nuestros aliados.

La Revolución, nuestra Revolución, esa Revolución proletaria y anárquica, a la cual, desde los primeros días, hemos dado páginas de gloria, nos pide que no abandonemos las armas y que no abandonemos, tampoco, el núcleo compacto que hasta ahora hemos tenido formado, llámese éste como se llame: Columna, División o Batallón.

Un "Incontrolado" de la Columna de Hierro.
"Nosotros", 17-III-1937