Para el autor, “pensar la utopía es pensar una sociedad fundada en la anarquía, porque sólo rechazando la autoridad es posible la libertad, la igualdad y la fraternidad”, y pensarla “en la acción” es por haberlo hecho durante su exilio en México, en donde participó en luchas sociales y colaboró con el Movimiento 26 de Julio en la lucha contra la dictadura del general Batista en Cuba. Y también por haber continuado haciéndolo al incorporarse en 1962 a la lucha clandestina antifranquista hasta la muerte de Franco en 1975. Cómo luego, ya a cara descubierta, en la denuncia de la llamada “Transición a la democracia” que “ha culminado hoy en la regentada por los herederos del franquismo”.
Es verdad que “no siempre lo que se piensa y se dice
corresponde a lo que se hace y se vive”, como lo precisa el autor; pero, en
este caso, “las trazas recogidas en este libro testimonian de esa tentativa de
coherencia entre pensamiento y acción”, y muestran que, a pesar de que “Franco
muriera de viejo en la cama y pudiera dejar todo ‘atado y bien atado’ para que
la ‘transición’ se produjera sin ruptura institucional”, ni España ni el mundo
son hoy lo que eran entonces…
De ahí que autor considere que, “la decisión de ser
consecuente con el ideal libertario” haya sido “coherente y pertinente. Tanto
desde el punto de vista ético como histórico; puesto que una tal actitud
respondía a las mismas inquietudes que después han manifestado cuantos y
cuantas tratan de orientar la historia por un camino verdaderamente
emancipador”. Y también porque “de más en más el anarquismo es pensado y vivido
como una actitud de rechazo de toda forma de autoridad y de ejercicio de la
libertad, y, en consecuencia, de rechazo de toda forma de dogmatismo y
sectarismo que es lo propio de todas las ideologías y doctrinas. Como también
de rechazo a las etiquetas, símbolos y rituales, ídolos, Mesías y Gurús. En
este sentido, pensar la utopía en la acción, me ha afirmado más en la anarquía
que en el anarquismo -ese anarquismo que no acepta el cuestionamiento y que se
considera un corpus doctrinal… Por ello, si ya era entonces un anarquista
heterodoxo, ahora lo soy aún más…”
Octavio Alberola
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