miércoles, 17 de abril de 2013

Levante frente a los generales golpistas



Esa situación excepcional vomitó de sus entrañas figuras apropiadas que tomaron nombre como por ejemplo el de «Pancho Villa», al frente de la Columna de Hierro, Domingo Torres, al frente de la Torres-Benedito, etc. y en cuanto a los «técnicos militares», fueron aquellos que más conocido historial republicano tenían o que antes se adhirieron a la causa obrera. En este sentido destacan el coronel Arín, el capitán Manuel Uribarry y el teniente José Benedito, delegado de. guerra del Comité Ejecutivo Popular.








La 3a Región Militar tenía como capital Valencia. El 19 de julio de 1936 su fuerza militar era de dos Brigadas de Infantería: la V (cuartel general, Valencia) y la VI (cuartel general, Alicante); una de Artillería, la III, con el cuartel general en Valencia; un total de cuatro Regimientos de Infantería y dos de Artillería, dos de Zapadores y los servicios propios de una División. Pero se encontraba además en su territorio la Comandancia Militar de Cartagena, con una base naval y un Regimiento de Infantería, otro de Artillería, una base de hidros y la Dirección General de Aeronáutica. Por lo  que se refiere a la Guardia Civil, tenía en Valencia ciudad el 5° Tercio, con tres comandancias (Valencia interior, Valencia exterior y Castellón) y un total de 13 compañías.

Podríamos añadir aún los Carabineros de la 2a Zona, con sede en la capital, y las unidades de Guardias de Asalto.

Los mandos militares correspondían a los generales Martínez Monje (3a División), Gamir Ulibarri (V Brigada), García Aldave (VI Brigada), Cavana de Val (IV de Artillería) y Martínez Cabrera (Base naval). De ellos, el primero era muy adicto al Frente Popular, a los generales Gamir y Martínez Cabrera se les consideraba muy indecisos, y García Aldave y Cavana eran muy favorables al alzamiento. Los oficiales eran también partidarios de la sublevación y de manera especialmente exaltada los de la guarnición de Valencia. La sublevación contaba también con los elementos civiles de la burguesía valenciana reunidos en la Derecha Regional Valenciana (DRV), cuyo cabecilla era Luis Lucía.

Las juventudes de la DRV; muy numerosas, eran aguerridas y se encontraban perfectamente organizadas y encuadradas; hasta tal punto que es posible que, después de Navarra, fuese Valencia donde las fuerzas dispuestas a sublevarse tuvieran, en teoría, claro está, una más extensa colaboración del elemento civil. Los jóvenes de la DRV; escasos en la provincia de Alicante, pero numerosos en las de Valencia y Castellón, son los que primero aceptan el empleo de la violencia y, consiguientemente, se preparan para la lucha armada.

Conocido es, por otra parte, el auge que un día tuvo el carlismo en algunas comarcas valencianas, y en particular en la Valencia turolense del Maestrazgo, del que la Comunión Tradicionalista conservaba su solera, disponiendo de algunos contingentes perfectamente encuadrados y decididos. y lo eran, igualmente, los pequeños grupos de Falange Española. (1)

En oposición a este conglomerado de la derecha había también una izquierda conglomerada. El republicanismo, sembrado por Blasco Ibáñez y   Rodrigo Soriano, estaba bien arraigado, así como la corriente anticlerical, que se expresaba en el semanario satírico y anticlerical La Traca.

Los socialistas del PSOE gozaban de una fuerte implantación en Alicante, menor en Castellón, pero mayor en Valencia. A ello hay que añadir que el socialismo se encontraba bastante radicalizado, aspecto que se manifestaba en su base obrera de la Unión General de Trabajadores (UGT).

En cuanto a los anarcosindicalistas, su historia arranca ya desde el inicio de la Primera Internacional en el Estado español (1869). Desde aquella época hasta 1936, la CNT y la FAI persistieron, como en el resto de la Península, aunque había quien las consideraba desaparecidas después de cada cruenta represión a que eran sometidas por los Gobiernos de turno.

En 1936 la CNT se había implantado fuertemente en la región, particularmente en la ciudad de Valencia. La región fue representada en el Congreso nacional celebrado en mayo de 1936 en Zaragoza por 112 sindicatos con un total de 100.000 afiliados que cotizaban.

La FAI, creada por su parte justamente en Valencia en julio de 1927, contaba entonces con unos 150 anarquistas esparcidos por toda la región.

El 12 de julio de 1936, la región levantina de la CNT celebró un Congreso de reorganización (pues es sabido que era en Valencia donde los moderados separados de la CNT en 1933 estaban más arraigados, aunque en el Congreso de unificación de Zaragoza ya citado se tuvo que fusionar los sindicatos doblados). En aquel comicio se constató el retraso de la CNT en las zonas rurales y se determinó pasar a la acción propagandística, que fue intensificada inmediatamente después del alzamiento fascista hasta el punto de permitir las creaciones colectivas ya conocidas, con una fuerza estimable de adhesión de 40.000 campesinos, según el congreso regional realizado el mes de noviembre de 1936.

Tal era el panorama político-militar en la región levantina el 17 de julio de 1936, cuando el ejército mercenario de Marruecos, capitaneado por el general Franco, se sublevó siguiendo las instrucciones del general Emilio Mola.

En Barcelona, la repercusión se manifestó el 19 de julio de 1936, con la salida de la tropa de los cuarteles a las cinco de la madrugada. A las 16 horas de aquel mismo día, el general Goded, cabecilla de la sublevación en Barcelona, se entregaba preso, con lo que se podía dar por finalizada la sublevación militar en Cataluña: el pueblo en armas era dueño de la calle y de la situación.

Fue el 20 de julio cuando el pueblo asaltó en Madrid el cuartel de la Montaña, ya partir de ese momento el alzamiento había fracasado también en la capital del Estado.

En Valencia, los cuarteles no fueron asaltados hasta el 1 de agosto, por lo que se vivieron diez días de dramático suspense. Pero con el asalto a los cuarteles, la incógnita se disipó y la región levantina empezó a respirar libremente.

Cuando José Manuel Martínez Bande estudia la situación militar, resume así los motivos del fracaso del alzamiento en la capital y la región de Levante:

Una serie de incidentes impide la declaración del estado de guerra el día 18 de julio, conforme estaba convenido, lo que permite que las turbas se adueñen pronto de las calles y que el 20 se declare la huelga general. En ese día se viene abajo el plan del general González Carrasco para hacerse con el mando de la División, mientras que el general Martínez Monje consigue engañar a los elementos adictos con sus falsas promesas, primero de mantenerse en una actitud pasiva y neutral y luego de declarar el estado de guerra. Son acuarteladas las tropas, pero no se pasa de ahí. El ambiente exterior se alía con la pasividad, y así, día a día, se difumina, en la más absurda inacción, la esperanza del triunfo. El 29 de julio es asaltado el cuartel de Zapadores; el 1º de agosto los Guadalajara y Lusitania, y el día 2 los restantes.

Castellón: El fracaso del Alzamiento en Valencia influye decisivamente en la suerte de Castellón, y ello pese a la buena disposición de la mayoría de los oficiales del Ejército y la Guardia Civil y la gran masa de personas civiles afectadas. El día 20, el teniente coronel Peire Caballero, muy adicto al Frente Popular, consigue, con indudable audacia, imponerse a los indecisos o poco decididos, neutralizándoles totalmente.

Alicante: A las dificultades propias que ofrecía el Alzamiento en esta provincia, dada la filiación política de la mayoría de las gentes, se unió la indecisión del general García Aldave, pendiente de la declaración del estado de guerra en Valencia. La llegada, el día 22 de julio, del destructor «José Luis Díez», decidió definitivamente la situación en la jornada siguiente.

Tampoco se declaró el estado de guerra en Alcoy, por el Regimiento de Vizcaya, cuyo coronel supeditó su actitud a la del comandante militar de la provincia; pero la oficialidad no se rindió hasta el día 2 de agosto.

Murcia: Pese a los claros antecedentes del Coronel Cabanyes, jefe del Regimiento de Artillería allí radicado, cambió luego inexplicablemente de actitud, sin que los oficiales comprometidos reaccionasen debidamente. No hubo declaración de estado de guerra.

Lo propio ocurrió en Cartagena, donde las masas revolucionarias, las de la localidad y las de los buques surtos en el puerto, se hicieron progresivamente dueños de la situación, que quedó resuelta de modo definitivo el día 20 de julio. El general Martínez Cabrera las apoyó decididamente.

Albacete: Sin guarnición propiamente dicha, y enclavado en territorio completamente hostil, ofreció, sin embargo, el fuerte contraste de ser la única capital de la 3a División en la que triunfó momentáneamente el Alzamiento, pese a que a los pocos días fracasó. (2)

Suspense en Valencia

Una vez conocido el golpe de Estado militar, la CNT y la UGT declararon la huelga general en Valencia el mismo 19 de julio. Ambas organizaciones formaron un Comité de Huelga que de hecho desplazó al gobernador civil, Braulio Solsona, tildado de "incapacitado político». Pero paralelamente a la formación de este Comité de Huelga, los partidos políticos que formaban el Frente Popular crearon un segundo comité, llamado Comité Ejecutivo Popular, que se instaló en el edificio del mismo Gobierno Civil. Asimismo, conviene acentuar que quienes en realidad ejercían el. poder eran los representantes de la presión de la calle, es decir, las organizaciones obreras CNT y UGT.

Junto a estos comités de expresión netamente revolucionaria, apareció unos días después otro comité que se consideraba representante oficial del Gobierno central. El 21 de julio, ante la expulsión del gobernador civil de Valencia, Manuel Azaña, presidente de la República, firmó un decreto por el que se creaba la Junta Delegada del Gobierno de la República sobre el territorio de las provincias de Valencia, Alicante, Castellón, Albacete, Murcia  y Cuenca, encabezada por el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio. Ésa fue la fórmula encontrada por Azaña para restaurar el orden republicano en la zona levantina, ya que la pretensión de la Junta Delegada era la de someter a su autoridad a los organismos populares nacidos espontáneamente. Además de Martínez Barrio, formaban la Junta Delegada Ruiz Funes, ministro de Agricultura, y los subsecretarios ministeriales, Carlos Esplá y Martínez Echevarría. De esta forma, cuando los ministeriales llegaron a Valencia y establecieron el primer contacto con el Comité Ejecutivo Popular, se evidenció inmediatamente que «donde manda capitán no manda marinero», es decir, que uno de los dos poderes sobraba.  Esta situación de doble poder se mantuvo hasta el 6 de agosto, día en que se buscó una salida oficial, traducida en el regreso a Madrid de los representantes de la Junta Delegada y la continuidad del Comité Ejecutivo Popular en el ejercicio de funciones representativas y de orden. Así desaparecía la sombra de una autoridad formalmente legal «republicana» y el poder quedaba instaurado tal como ya era en la práctica: es decir, puramente revolucionario:

En Valencia teníamos un gobernador que encarnaba la incapacidad y la política frívola. Tanta era su incapacidad que, pocos días antes del estallido militar fascista, con motivo de la muerte de Calvo Sotelo, y ante rumores alarmantes que denotaban la movilización de los sublevados, afirmaba que por parte de las autoridades de Valencia y su guarnición no existía la menor duda acerca de la fidelidad de estas fuerzas al régimen republicano.

Las primeras noticias de la sublevación corrieron por Valencia el 18 de julio por la mañana, en forma de rumores vagos. Estos rumores fueron adquiriendo volumen a medida que avanzaba el día, hasta confirmarse en las primeras horas de la noche. Toda la noche del día 18 se pasó en Valencia escuchando las noticias contradictorias que se daban a través de las emisoras de Unión Radio, controladas por el gobierno, y las emisoras facciosas. Todo Levante se puso en pie bajo la iniciativa de la CNT y de la UGT. En la tarde del día 19, domingo, la Federación Local de Sindicatos Únicos (CNT) de Valencia declaraba la huelga general revolucionaria que dio comienzo a las doce en punto de la noche. Se nombró un Comité de Huelga con la misión de dirigir el movimiento y ponerse de acuerdo con la central sindical hermana, UGT, para la acción conjunta. En las primeras horas de la noche del domingo se produjo un ligero tiroteo con motivo de haber sido asaltado el convento de los Dominicos por un grupo de obreros del Sindicato del Ramo de la Construcción. Esta noticia se puso en conocimiento del gobernador por un miembro del Comité de Huelga de la CNT, para hacerle saber que la clase obrera no estaba dispuesta a tolerar ningún acto de represión que hicieran las fuerzas del Orden Público, controladas por el Gobierno Civil. El gobernador contestó a este aviso exhortándonos a la serenidad para que la fuerza pública no tuviese que enfrentarse con ninguna clase de desmán.

Mientras tanto, los mandos de la guarnición militar de Valencia, encerrados en sus cuarteles desde los primeros momentos, discutían si habían o no de sumarse al movimiento faccioso, pero actuando de acuerdo con los fascistas de Valencia, que aún andaban sueltos por la calle y no habían sido reducidos a la impotencia. Los partidos del Frente Popular, convencidos de la debilidad y de la incapacidad que concurrían en la persona del gobernador, habían decidido sustituir la autoridad de éste por un Comité Revolucionario, nombrado al efecto. En la mañana del día 20, este Comité se reunió en uno de los despachos del Gobierno Civil.

El Comité de Huelga nombrado por la CNT de Valencia y compuesto, entre otros, por los camaradas Domingo Torres, José Pros, Juan Candel, Artiáñez, Juan Acha y juan López, se hallaba reunido en el domicilio de la Federación Local, cuando corrió por Valencia la noticia de que la guarnición militar se había sublevado y empezaba a salir de los cuarteles. Esta noticia, que respondía a un plan combinado de los fascistas que actuaban en la calle y los militares complicados, hizo que el Comité de Huelga tomara inmediatamente la resolución de encomendar a todos los elementos movilizados por la CNT para que tomaran posición de bloqueo en los alrededores de los cuarteles.

El Comité Revolucionario del Frente Popular se había constituido para recabar la dirección de la lucha que no había sido capaz de preparar el gobernador y se encontraba reunido cuando penetró en el Gobierno Civil la delegación del Comité de Huelga de la CNT. En aquella dependencia reinaba un verdadero confusionismo. y en medio de semejante confusionismo se agitaba un hombre leal a la República: el capitán Uribarry. Allí había militantes de todas las organizaciones antifascistas que acudían con un solo objetivo: pedir armas y ponerse a disposición de quienes estuvieran dispuestos a plantar cara a los militares sublevados.

Dándonos cuenta los delegados de la CNT de que allí se estaba viviendo bajo los efectos de una peligrosa vacilación, decidimos cambiar impresiones aparte, antes de decidir nuestra intervención en el Comité Ejecutivo del Frente Popular. Tras nuestro cambio de impresiones se decidió plantearle a dicho Comité, como base a nuestra incorporación al mismo y debidamente condicionada, la necesidad de que adoptaran inmediatamente las siguientes medidas:

Primera: Disponer que fueran tomados con fuerzas de Asalto y el doble de individuos en cada grupo de militantes afectos a las organizaciones antifascistas los centros de Teléfonos, Correos, Telégrafos y la Emisora de Unión Radio.
Segundo: Movilizar al pueblo de Valencia para acordonar los cuarteles de la guarnición, tomando estratégicamente todas las posiciones para el bloqueo de los mismos.
Tercero: Una vez tomadas estas dos medidas, comunicar a los mandos militares la decisión de las autoridades antifascistas de que se entregaran las armas al pueblo para que éste fuese la salvaguarda de la situación.
Cuarto: En caso de negarse a entregar las armas al pueblo, proceder inmediatamente al asalto de los cuarteles.
Quinto: La CNT aceptaba, bajo estas condiciones, su participación en el seno del Comité Ejecutivo del Frente Popular con carácter de asesoramiento, interin no se realizaran en su totalidad las medidas propuestas por nosotros. Nuestra actuación, empero, desde aquel momento, se produjo con un carácter ejecutivo.

Nuestras proposiciones fueron aceptadas. (3)

Desde el momento en que la CNT se incorporó al Comité Ejecutivo, que se convirtió debido a esta dinámica intervención en una organización popular revolucionaria, las cosas se complicaron. Los partidos políticos, particularmente los de origen republicano, no velan con buenos ojos la intervención obrera de la CNT y dieron por tanto su apoyo al gobernador, con intención de minar este organismo popular, solicitando ayuda al Gobierno de Madrid.

Mientras se conspiraba en las dependencias del Gobierno Civil, las cosas en la calle iban tomando un aire en consonancia con la situación: los obreros armados con utensilios de todo tipo patrullaban por los alrededores de los cuarteles, y otros grupos con escopetas sitiaron y asaltaron iglesias desde cuyos campanarios se había disparado contra los obreros.

La ciudad comenzaba a tomar todo el aire de una sublevación obrera:

El martes, día 21, Valencia se encendía como una llama: ardían las iglesias. La primera manifestación popular que aún no conocía con exactitud la verdadera situación de los cuarteles, se dirigió contra el poder religioso. (4)

Dado el carácter conservador que los socialistas habían dado a la defensa obrera de la República, dando su apoyo a José Giral, las peticiones del gobernador civil de Valencia a Madrid fueron escuchadas y se decidió enviar allí un equipo de políticos, dirigidos por Diego Martínez Barrio, con la misión de poner fin al sitio de los cuarteles, disolver los Comités Revolucionarios y restaurar la autoridad del Gobierno republicano en Valencia:

La Junta Delegada del Gobierno, compuesta por Martínez Barrio, Ruiz Funes, Echevarría y Carlos Esplá, había llegado a Valencia y el gobernador nos llamó para celebrar una reunión conjunta entre dicha delegación y el Comité Ejecutivo. Éste hizo exposición de la situación. Carlos Esplá dejó entrever la idea de que convenía levantar la huelga general, pero no la expuso con claridad sino en la segunda reunión, celebrada a las cuatro de la madrugada. La CNT no desestimó la idea, pero hizo patente que el movimiento no podía levantarse hasta que el pueblo no viera despejada la situación de los cuarteles. El delegado del Gobierno, Carlos Esplá, aseguraba que la guarnición permanecería leal a la República. Pero lo cierto era que los cuarteles permanecían cerrados y dentro de ellos se seguía el forcejeo entre los que querían y los que no querían echarse a la calle.

La noche del jueves (23 de julio) el Comité Ejecutivo se reunía a iniciativa de Carlos Esplá. Éste expuso que había decidido proceder a la disolución del Comité Ejecutivo Popular. Ello, agregó, no significaba que se desestimara la colaboración de todos los sectores políticos y sindicales que lo componían. En lo sucesivo, cada partido y organización designaría un representante para estar en contacto con él, que, desde ese momento, se hacía cargo del Gobierno Civil [...] Después de comunicada esta resolución, la CNT ya no tenía nada que hacer allí. A excepción del Partido Comunista y de Izquierda Republicana, todos coincidieron en que no era posible que las cosas quedasen de aquella forma. La CNT hizo saber que aquel acuerdo debía acusarse como una medida sospechosa y peligrosa, contra la cual era obligado ponerse en guardia. (5)

Con esta medida Carlos Esplá pensaba que el poder republicano había sido restablecido y que los partidos y organizaciones obreras se someterían a su mando, sirviendo de instrumento desmovilizador popular. Su análisis de la situación política en Valencia tal vez venía inspirado por la forma en que se había encontrado solución a los problemas en Madrid, pero si era así ignoraba cuál era la situación real en la capital y la región levantina. Las fuerzas militares seguían acuarteladas, la huelga general había provocado una situación de penuria alimentaria y esta penuria se enriquecía de otras deficiencias, fruto del paro obrero. Para Carlos Esplá bastaba con el hecho de levantar la orden de huelga para que todo volviera a funcionar normalmente, pero el caso era que esa solución no era factible, porque seguía pendiente el.problema acuciante de los militares, cuya actitud resultaba una espada de Oamocles sobre el antifascismo militante.

Tras abandonar el Gobierno Civil, la CNT se reunió inmediatamente con la UGT para abordar juntos la situación y encontrar una solución a los problemas vitales:

Se trató a fondo el problema que se había creado en Valencia, su provincia y en toda la región de Levante, y se tomaron importantes acuerdos con el fin de dar encauzamiento constructivo a la expansión de las masas.

Se tomó el acuerdo de hacer los trabajos preparatorios para el levantamiento de la huelga de una manera gradual. Se acordó la publicación de un diario de unificación, cuyo título había de ser UGT-CNT. Se trazó un plan para organizar el problema del abastecimiento a base de que las dos organizaciones sindicales se hicieran cargo incautándose de todas las existencias de víveres, con el fin de establecer el más riguroso control en evitación de despilfarros y ocultaciones que pudieran llegar a crear situaciones difíciles. El plan de normalización de la vida de la ciudad había de realizarse de manera que aquellos gremios pertenecientes al ramo de la alimentación y anexos se incorporaran al trabajo; pero quedarían en pie de movilización para el control de la calle el resto de ramos en huelga, mientras subsistiera la más leve amenaza de sublevación de los militares...

Los acuerdos del Comité de Huelga fueron expuestos al Comité Ejecutivo, que, con los elementos que lo componían, continuaba de hecho funcionando a espaldas del propio representante de la Junta Delegada del Gobierno, señor Esplá. Dicho comité aprobó el plan sindical, pero a la hora de darle carácter práctico, el delegado del Gobierno se opuso, considerando que debía ser el Ayuntamiento quien asumiera aquellas funciones y no las centrales sindicales. (6)

Pero, en la práctica, el Ayuntamiento y los centros burocráticos del Estado, ya realmente inexistentes, fueron incapaces de resolver la distribución de los productos necesarios para la manutención de la ciudad y de los pueblos circundantes, razón por la que aumentó el caos y por la fuerza de los hechos tuvieron que ser las organizaciones sindicales las que asumiesen esa función: una vez más, se hizo patente el papel nocivo para la sociedad del Estado y sus órganos burocráticos.

Como telón de fondo a la situación que vamos describiendo, los militares seguían acuartelados, -aunque resulta incomprensible-, a pesar de las pruebas de fidelidad que daban a Martínez Barrio, que se mantenía en contacto telefónico constante con el comandante militar. Y tuvieron que ser los pueblos de la región los que marcaron la pauta de ruptura con aquella incomprensible situación:

En los pueblos de la región, la clase obrera y los elementos antifascistas se habían puesto en pie, montando espontáneamente la guardia y vigilancia de caminos y carreteras. Escopetas de caza y pistolones oxidados constituyeron las armas con las cuales desde los pueblos se estaba dispuesto, en todo momento, avenir a Valencia para luchar contra los fascistas.

La presencia en el puerto del primer buque de guerra leal fue otro de los factores que contribuyeron a contener en los cuarteles la sublevación. Los obreros del Grao, que desde los primeros momentos se adueñaron de todo, establecieron un control absoluto sobre el tráfico del muelle, confraternizaron con los marinos, poniéndose en contacto permanente con ellos. La marinería estaba dispuesta a entrar en combate al menor conato de sublevación de los militares de la guarnición de Valencia.

De Barcelona comenzaron a llegar los primeros fusiles y pistolas. Y a la vista de aquellas armas el entusiasmo popular se creció. El sábado, día 25 de julio, apareció el primer número del periódico UGT-CNT, órgano del Comité Unificado de Huelga. (7)

La semana finalizaba sin haber resuelto la incógnita militar en Valencia. La Junta Delegada del Gobierno retrasaba la solución del asunto, pero el Comité Ejecutivo Popular, que ya actuaba independientemente de la Junta, y el Comité de Huelga, cada vez más presionados por las masas, tomaron la resolución de conferenciar con los comandantes de los buques de guerra fondeados en el puerto, a fin de saber si estaban dispuestos a cooperar con los obreros en la lucha que. se preveía ya inevitable con los militares:

Se celebró esta visita. y en la habida con Martínez Barrio, éste nos pidió un margen de confianza en sus gestiones a fin de llevarlas a último término, y si, contrariamente a lo que él suponía, éstas fracasaban y los partidos del Frente Popular le retiraban su confianza, él cogería el portante y se marcharía a Madrid. (8)

En la semana que transcurrió entre el tira y afloja del Comité Ejecutivo y la Junta Delegada del Gobierno tuvo lugar un hecho que podía evidenciar la intención de la Junta Delegada del Gobierno. Esta Junta organizó una columna militar que envió sobre Teruel:

No olvidaremos nunca aquella expedición organizada para ir sobre Teruel y que costó la vida a más de 200 milicianos que fueron ejecutados por la Guardia Civil que integraba aquella columna, cuya composición no ofrecía las garantías que fueron aconsejadas por el Comité Ejecutivo. El acuerdo del Comité Ejecutivo era que aquella columna debía ser integrada por tres cuartas partes de milicianos y por una cuarta parte de la Guardia Civil. En cambio se hizo totalmente al revés. La integró una cuarta parte de milicianos y tres cuartas partes de números de la Guardia Civil. El resultado fue que, antes de llegar a Teruel, la Guardia Civil asesinó a los milicianos y se pasaron con armas y bagajes al enemigo. Constituyendo aquel número de la Guardia Civil la base militar de Teruel en los primeros momentos. (9)

Pero la provincia ya no podía soportar más aquella situación que se vivía en la capital. Las guarniciones militares de Játiva, Alcoy y Alicante se pusieron del lado del pueblo los días 28 y 29 de julio. Sin embargo, conviene precisar que el detonador para desbloquear la situación fue el sargento Fabra, del regimiento de Ingenieros de Paterna, que sublevó a su regimiento, redujo a los mandos facciosos y salió a la calle dispuesto a marchar sobre la capital. Ante esta situación fue cuando el Comité Ejecutivo y el Comité Unificado de Huelga de Valencia resolvieron organizar el asalto a los cuarteles la noche del sábado, primero de agosto:

Después de asaltar los cuarteles, a los quince días de producirse el movimiento, Valencia y la región pudo respirar y dedicarse a organizar la ayuda a los demás camaradas que luchaban en los frentes. Se dimitió definitivamente al Gobernador Civil, Braulio Solsona. La Junta Delegada del Gobierno, siendo ya incompatible con el Comité Ejecutivo Popular, se disolvió. y libre de las trabas con que el Comité Ejecutivo había tenido que tropezar, comenzó a organizarse la vida en Valencia y las columnas de milicianos para el Frente de Teruel. (10)

La situación que nos narra Juan López corresponde realmente a los hechos, pero nos encontramos aquí con el mismo caso que contábamos ahora relativo a la Junta Delegada: el Gobierno o sus formas «legales» se resisten a morir y por eso se intentó dar una continuidad por parte del Gobierno a su autoridad. El general Martínez Monje, que era el anterior Capitán General de la Región, continuó en su puesto, pero fue sustituido por el general Miaja (una figura completamente anodina, pero que iba adquiriendo indebidamente fama internacional, gracias sólo a la propaganda del PC en ocasión de la defensa de Madrid, en noviembre de 1936). Pero tanto la presencia de Martínez Monje como la de Miaja al mando de una división era puramente decorativa, porque una vez fueron asaltados los cuarteles, los regimientos quedaron disueltos o perdieron en otros casos su disciplina militar, al mezclarse con las milicias obreras. Por otra parte, el Departamento de Guerra del Comité Ejecutivo Popular y los organismos de defensa de la CNT y de la UGT asumieron la defensa militar de la revolución. En un estado tal de las cosas, ¿qué podían hacer los generales sin tropas con una función de mando que nadie obedecía? Plegarse a las circunstancias y esperar tiempos mejores...

Esa situación excepcional vomitó de sus entrañas figuras apropiadas que tomaron nombre como por ejemplo el de «Pancho Villa», al frente de la Columna de Hierro, Domingo Torres, al frente de la Torres-Benedito, etc. y en cuanto a los «técnicos militares», fueron aquellos que más conocido historial republicano tenían o que antes se adhirieron a la causa obrera. En este sentido destacan el coronel Arín, el capitán Manuel Uribarry y el teniente José Benedito, delegado de. guerra del Comité Ejecutivo Popular.

 

Notas

1. José Manuel MARTÍNEZ BANDE: La invasión de Aragón y el desembarco en Mallorca (p.37).
2. José Manuel MARTÍNEZ BANDE, op. cit., p. 38. Ampliamos la cita de Martínez Bande con un resumen de El luchador de Alicante (21 al 31 de julio de 1936): En Albacete, clave de las comunicaciones ferroviarias entre Madrid y Levante, se sublevaron el Cuerpo de Seguridad, algunos soldados y las fuerzas de la Comandancia de la Guardia Civil, apoderándose también de otros pueblos importantes de la provincia. A renglón seguido salieron de Alicante, Cartagena y Murcia dos columnas de soldados, guardias de asalto y milicianos que liberaron Almansa y Hellín. A lo largo del trayecto se les unieron milicianos de los pueblos cercanos, gente huida de Albacete y fuerzas de Valencia para ayudarles. La mañana del 25 de julio todas estas fuerzas confluyeron cerca de Albacete y se enfrentaron con los sublevados con el apoyo de la aviación. La lucha prosiguió dentro de la ciudad hasta el anochecer cuando se rindió el cuartel de la Guardia Civil. Los milicianos completaron su aprendizaje de las armas con la limpieza de  fascistas y guardias civiles rebeldes que quedaban pululando por la región. Todo Levante estaba en tensión. Cada pueblo estaba en ebullición. Se formaron barricadas en la entrada de todos los pueblos. Dan el alto, detienen, preguntan. Hay hogueras con objetos sagrados. Se forman rápidamente todo tipo de comités, mientras los milicianos corren a inscribirse en las listas, o discuten en qué columna combatirán.
3. CNT: De julio a julio: un año de lucha (texto de los trabajos publicados en el extraordinario de Fragua Social, de Valencia, del 19 de julio de 1937). Art.: "El 19 de julio levantino", de Juan López, p. 41.
4. CNT: Ibidem, art. cit.
5.
CNT: Ibidem, art. cit.
6. CNT: Ibidem, art. cit.
7. CNT: Ibidem, art. cit.
8. CNT: Ibidem, art. cit.
9. CNT: Ibidem, art. cit.
10. CNT: Ibidem, art. cit.
En realidad, para toda la España republicana, el objetivo principal, dominada Barcelona, era evitar la caída de Madrid, y en este sentido hay que interpretar el movimiento republicano desde el punto de vista militar: hacia Córdoba, Granada, Málaga para parar el avance franquista. Teruel quedaba en un enclave en la zona republicana, de cuyo dominio dependía la seguridad de Valencia. Es por ello que las milicias de Valencia se dirigieron hacia este frente.

 




 

No hay comentarios:

Publicar un comentario