Franco, en una entrevista garantizó a Manuel Aznar, un periodista y abuelo del actual Primer Ministro José María Aznar, explicando el razonamiento detrás del nuevo dogma: “nosotros no podemos devolver elementos dañinos a la sociedad, pervertidos que están envenenados moral y políticamente”, “pero la redención es posible a través del trabajo. Esto aun requiere una profunda transformación del sistema penitenciario, y me parece que la redención a través del trabajo corresponde al profundo concepto cristiano el cual es, en suma, socialmente irreprochable”.
El hombre de la imagen pasó siete años en uno de los campos de
labor de Franco, cortando rocas para el Canal del río Guadalquivir. Su diaria
ración de alimentos era una tercera parte de una lata de sardinas y un trozo de
pan. Franco hace bastante que murió, pero sólo hoy emergen las historias de los
campos de concentración –una historia que demuestra que la España moderna, y
las fortunas de algunos de sus más grandes compañías constructoras, fueron
erigidas por el trabajo forzado de prisioneros políticos. Leslie Crawford
encuentra que muchos españoles son reacios al conocimiento de esta historia y
las empresas no manifiestan el deseo de admitir su participación.
Antonio Roda, de 86 años, volvió a la zona del canal donde él y
otros presos políticos fueron forzados a trabajar. El Canal del
Guadalquivir fue el proyecto de infraestructura del general Francisco Franco.
Dicho canal tiene 180 km de largo, la construcción demandó 22 años y se
construyó con trabajo esclavo. Pisando a través de campos de hierba, Roda se
detiene antes de unas losas de cemento ahora abandonadas. “Creo que este era el
borde del campo de concentración” dice, mirando a través de las cataratas que
nublan sus ojos. Lentamente las formas rectangulares del campo comienzan a
tomar forma, sobre losas desechadas de cemento. “Este debería haber sido
nuestro dormitorio, y más allá, el cuarto de oficiales y, más al medio, el
patio donde éramos contados cada mañana”.
La modernidad ha borrado mucho del pasado de Roda. Una carretera,
financiada por la Unión Europea acorta el tramo del canal, justo al sur de
Sevilla. Fábricas ubicadas a lo largo de uno de los lados de la carretera, en
los suburbios sobre el otro lado. No existen señales o marcas que permitan la
Memoria en el sitio que fuera el campo de concentración Merinales que ofició de
cadena que aprisionó a aquellos que construyeron el canal del Guadalquivir.
Por siete años, Roda trabajó junto a cientos de detenidos
políticos en lo que llevó a ser conocido como el “canal de los prisioneros”.
Fue un trabajo agotador, cada prisionero tenía asignado un cierto tonelaje de
tierra y rocas que debía cortar con picos y palas, y luego removerlo sobre sus
espaldas desnudas. La ración diaria de alimentos, recuerda Roda, consistió en
una lata de sardinas y un trozo de pan para ser compartido entre tres
prisioneros. La desnutrición y las enfermedades que se producían como
consecuencia: tuberculosis, tifoidea y disentería, eran corrientes entre los
detenidos. Los golpes eran comunes, la humillación era la norma.
Desde la muerte del dictador, en 1975, los políticos de todas las
tendencias esperaban que el tiempo pudiera borrar este oscuro capítulo de la
historia reciente de España. España no puso en discusión el régimen de
Franco, incluyendo el sistema de trabajo forzado que finalizó en la década de
1960, y que esclavizó a más de 280.000 prisioneros políticos. Sin ellos, a
Franco no le hubiera sido posible reconstruir un país destrozado por la guerra
tan pronto y tan barato como lo hizo. Tampoco habrían podido los
contratistas privados, incluyendo algunos grupos líderes en la construcción,
alzarse con enormes fortunas como las que gozan hoy.Tal vez por esto es que los
contratistas privados están justamente tan ansiosos de olvidar el pasado, tanto
como el Estado lo está. No ha habido acto de contrición ni hubo oferta de
reparación moral o económica de parte de aquellos que utilizaron el
trabajo de los prisioneros hacia quienes fueron esclavizados por el régimen
franquista.
Es sólo ahora, 28 años después de la muerte de Franco, que una
nueva generación de historiadores y activistas políticos que han, a veces
literalmente, comenzado a desenterrar el pasado. Los enterramientos masivos han
sido exhumados a través del país y una gran masa de españoles buscan a sus
parientes desaparecidos.
Los sobrevivientes de los campos de concentración de Franco están
pudiendo contar sus historias pero ¿está el pueblo español listo para
escucharlos?
Roda tiene ahora 86 años. Él era fabricante de sombreros. Se unió
al ejército Republicano a comienzos de la guerra civil, en 1936. Ascendió a
capitán y estuvo al frente de varias misiones peligrosas que incluyeron espiar
a través de las líneas enemigas. Fue capturado por las fuerzas de franco en
junio de 1939, después que la guerra había oficialmente terminado, y se
enfrentó una corte marcial que lo condenó a muerte. Su condena fue conmutada
por 30 años de trabajos forzados, así fue como terminó en el campo de
concentración Los Merinales de Andalucía.
El Canal del Guadalquivir fue por entonces la más grande obra de
infraestructura que se realizaba en España. Atravesando Andalucía, desde el
pueblo de Peñaflor al puerto de Sanlúcar de Barrameda, desde donde Cristóbal
Colón partió hacia América. Posee 80.000 has. con irrigación, transformando el
paisaje que pasó de una tierra árida a una región rica y fértil para la
agricultura. Esto permitió hacer fortunas a los propietarios de las tierras que
antes sólo las poseían sólo para el pastoreo.
La pregunta es quién se benefició con al trabajo de cientos de
prisioneros políticos es aún una pregunta sensible.
Antonio Miguel Bernal, un profesor de historia económica en la
Universidad de Sevilla nos dice: “los terratenientes a lo largo del canal se
transformaron instantáneamente en ricos cuando sus posesiones fueron
beneficiadas por la irrigación. Sabemos cuáles son las familiares que se
hicieron inmensamente ricas, pero ninguno admite que su riqueza fue creada con
el uso de trabajo esclavo”.
Bernal decidió presentar su investigación en un congreso de
comunidades agrícolas asentadas a lo largo del Guadalquivir. Para su sorpresa,
la pregunta de si ellos deberían reconocer la deuda con los prisioneros que
construyeron el canal fue recibida con una tormenta de indignación.
“Los terratenientes se levantaron de sus asientos y permanecieron
agitando sus puños hacia mí” recordó Bernal. “Se me acusó de hurgar en vidas
ajenas y me llamaron sinvergüenza. Ellos me acusaron de reabrir viejas heridas
y de querer destruir el consenso democrático logrado en España posterior a la
muerte de Franco. Yo sabía que estaba presentando un tema delicado, pero no
estaba preparado para la vehemencia de la respuesta”, nos dijo el profesor.
“La Guerra Civil Española no terminó en 1939”, dijo José Luis
Gutiérrez, otro historiador y colega de Bernal. “El régimen nunca habló de paz;
habló de ´el primer año de la victoria, el segundo año de la victoria´ y así.
España se convirtió en una inmensa prisión dentro de la cual los vencidos
fueron puestos al servicio de los victoriosos”. Los prisioneros políticos
fueron organizados en batallones militares y puestos a trabajar para la
grandeza y la gloria del régimen –en las fundiciones de acero de Bilbao,
en las minas de carbón de Asturias, en la construcción de canales y presas para
electricidad, en reparación de líneas de ferrocarril, academias militares,
iglesias y otras construcciones destruidas durante la guerra.
Después de la derrota de la fuerza militar de la República, Franco
permaneció obsesionado en rastrear a los españoles que habían luchado del lado
de los “rojos”. Las leyes pasaron, con efecto retroactivo para perseguir a
quienes habían simpatizado con el gobierno Republicano. Como resultado,
maestros de escuela, masones, sindicalistas, profesionales liberales y muchos
otros se encontraron en la cárcel por haber apoyado al gobierno elegido
democráticamente. Roda recuerdo haber compartido la celda de la prisión en
Madrid con los poetas Antonio Bueno Vallejo y Miguel Hernández. Durante su
encarcelación, Hernández escribió canciones de cuna para su hijo al que jamás
encontró. El poeta murió de tuberculosos a los 32 años en la cárcel de Ocaña
cerca de Toledo.
La guerra civil dejó medio millón de personas muertos, y un cuarto
de millón de españoles en el exilio. A esto Franco le añadió 280.000
prisioneros políticos –muchos de los cuales fueron obligados a construir sus
propias cárceles como Carabanchel en el sur de Madrid, y campos de
concentración como Merinales en Andalucía.
A causa de la escasez laboral entre 1939 y 1945, el profesor
Bernal estima que el 10% de la fuerza laboral de los varones españoles se
hallaba en la cárcel –el régimen comenzó a catalogar a los prisioneros de
acuerdo con su profesión y habilidades. En 1941, los burócratas de Franco
tenían archivos de 103.369 prisioneros, incluyendo 10.000 mujeres, agrupados en
24 industrias y 602 ocupaciones y profesiones. Esto le permitió al régimen el
trabajo directo donde fuera requerido, ya fuera extraer carbón, trabajar el cemento
o el acero. El régimen también comenzó a atender las necesidades del sector
privado de empleadores que no podían encontrar mano de obra calificada en el
mercado libre.
Jamás Franco quedó satisfecho por su aplastante victoria, él
necesitó una justificación moral para la continuación de las persecuciones de
la población civil. Lo encontró en las enseñanzas de José Agustín Pérez de
Pulgar, un obispo jesuita. Después de la guerra, Pérez de Pulgar había
defendido la educación de trabajadores como el mejor antídoto para el
crecimiento de la influencia anarquista sobre el sindicalismo y contra las
nociones marxistas de lucha de clases en España. Él enseñó a los electricistas
en el instituto Católico de Artes y Artesanías en Madrid y, como graduado en ciencias
y electricidad, fue uno de los primeros en proponer una red nacional de energía
en España.
Cuando su instituto fue quemado por los anarquistas, Pérez de
Pulgar se fue al exilio en Bélgica. Desde allí volvió al norte de España que se
rindió a las fuerzas nacionalistas de Franco casi al inicio de la guerra civil.
Pérez de Pulgar trabó amistad con el general que administraba las prisiones
franquistas, y juntos idearon la justificación moral, intelectual y
económica para la esclavitud de cientos y cientos de españoles.
“Hasta ahora, algunos sistemas legales han buscado la
rehabilitación de los prisioneros, pero ninguno ha considerado redimir las
cualidades de trabajo –una nueva y genial idea que fue conjurada desde las
entrañas del dogma cristiano, por el mismo Generalísimo”. Pérez de Pulgar
escribió muy atento a la “solución que España ofrece al problema de sus
prisioneros políticos”, en 1939 este panfleto fue publicado por Publicaciones
Redención en Valladolid.
Franco, en una entrevista garantizó a Manuel Aznar, un periodista
y abuelo del actual Primer Ministro José María Aznar, explicando el
razonamiento detrás del nuevo dogma: “nosotros no podemos devolver elementos
dañinos a la sociedad, pervertidos que están envenenados moral y políticamente”,
“pero la redención es posible a través del trabajo. Esto aun requiere una
profunda transformación del sistema penitenciario, y me parece que la redención
a través del trabajo corresponde al profundo concepto cristiano el cual es, en
suma, socialmente irreprochable”.
“Las prisiones no serán lugares lúgubres” prometió Franco. “habrá
talleres y los prisioneros serán libres de elegir su actividad. Después de un
tiempo, si observamos que su conducta es de sincero arrepentimiento, y que ha
incorporado verdadero patriotismo en sus acciones, luego la libertad será
suya”.
A poco de esta entrevista, la Verdad para la Redención de las
Sentencias de Prisión –una especie de bolsa de trabajo para prisioneros
políticos- vio la luz. Pérez de Pulgar fue uno de sus directores. Los
compañeros del obispo no acompañaron inicialmente el entusiasmo con el cual el
Jesuita abrazó sus nuevas responsabilidades. Preguntado el prelado qué tenían
en común las prisiones con la enseñanza de la electricidad, Pérez de Pulgar
contestó: “obediencia”.
La Verdad fue concebida a fin de permitir a los prisioneros
“redimirse” a través de trabajo forzado del “pecado” de haber simpatizado con
la República Española. La analogía seudoreligiosa permitió a Franco formar un
sistema de trabajo esclavo dando la imagen de una rehabilitación moral y
política de sus enemigos. Aunque la imagen de la represión e ideología difirió
en cada caso, la “solución” de Franco para sus prisioneros Republicanos tuvo
mucho en común con el régimen de trabajo forzado adoptado en la Alemania de
Hitler. Las cualidades para redimirse a través del trabajo fueron ensalzadas en
los campos de trabajo nazis (“arbeit macht frei” el trabajo los haría libres),
en los gulags soviéticos y en la práctica de enviar intelectuales a trabajar con
los campesinos durante la Revolución Cultural China.
En lo que Pérez de pulgar llamó “una admirable pieza de
jurisprudencia cristiana”, el voluntarismo para el trabajo permitía a los
prisioneros acortar su sentencia de prisión, a veces por un día por cada día
trabajado, a veces mas. Si el prisionero estaba casado y tenía niños pequeños,
un pequeño estipendio en teoría se le pagaba para la familia. “Es que los
prisioneros deberían, con su trabajo, reparar el daño hecho con su cooperación
a la rebelión marxista”, escribió.
El obispo jesuita estaba preocupado porque los prisioneros no
representaran una injusta competencia con el trabajo libre. Por eso
propuso que los contratistas privados podrían pagar al gobierno el salario
completo que un prisionero podría de otro modo haber recibido en el mercado
libre. Pérez de Pulgar escribió: “el Estado debería recibir compensación por el
costo de sostener prisioneros y sus familias”. Él también creyó que el Estado
estaba justificado al emplear trabajo en prisión para trabajos públicos dado
que debido a “las penurias en el Tesoro sería imposible financiar estos
proyectos si fuera obligado a contratar trabajadores libres”.
Los historiadores españoles han logrado consenso en cuanto a la
contribución económica del trabajo de los prisioneros franquistas, a pesar del
hecho de que la Verdad para la Redención de las Sentencias a Prisión mantuvo
meticulosos archivos del número de prisioneros empleados en trabajos públicos o
alquilados al sector de negocios privados.
A finales de 1940, de acuerdo a los registros de La Verdad, había
280.000 prisioneros políticos en España y más de 100 batallones de labor a lo
largo del país. En 1943, La Verdad alquilaba más de 17.000 prisioneros por mes,
con más de 8.320 en talleres en prisión. El Canal del Guadalquivir sólo
absorbió 5.000 prisioneros por mes. La Verdad quedó satisfecha con el celo
puesto en el trabajo de los prisioneros. En 1948 un informe enviado al
Generalísimo decía: “en todas las categorías profesionales empleadas, la labor
de los prisioneros han excedido gratamente la productividad del trabajo libre”.
Isaías Lafuente, autor de Esclavos por la Patria (Slaves for the
nation), un horroroso relato de las vidas de prisioneros Republicanos, utilizó
los registros de La Verdad para estimar que entre 1939 y 1946 los prisioneros
contribuyeron como mínimo con 22.6 m días de trabajo a la economía. Lafuente
estima que la contribución económica ascendió a 612 millones de Euros basado en
el salario mínimo corriente, aunque admite que es una medida corrientes acerca
del valor agregado generado por la fuerza de trabajo.
Algunas de las compañías y contratistas privados que emplearon
mano de obra esclava de prisioneros están aun activas. Aún
en España –no como en Alemania, donde el Estado y el sector privado levantaron
una fundación de 5 billones de Euros para compensar a sobrevivientes de
los campos de esclavitud del régimen nazi- la cuestión de la reparación –moral
o financiera- nunca había sido discutida.
La actitud de de las grandes compañías españoles es primero de
negar cualquier participación y rechazar responsabilidad sobre lo que podría
haber ocurrido en el pasado.
Dragados, un grupo líder en la construcción, es uno de los casos.Verdad
para la Redención de las Sentencias a Prisión rogó a la compañía en varios
reportes anuales por el uso judicial de trabajo de prisioneros y la
construcción de represas hidroeléctricas, presupuesto y programación de
tareas. En el reporte del año 1952 se nombró a Dragados como “uno de los grupos
líderes en la construcción que ha hecho uso del trabajo de prisión por los
pasados 12 años”.
Cuando fueron contactados por el Financial Times, la reacción de
Dragados fue hostil. La compañía negó haber usado mano de obra esclava y
cuestionó al periódico por tener interés en revolver el pasado. La pregunta
acerca de compensación financiera a los sobrevivientes del sistema de prisión
de Franco, nunca salió a la luz, dijo la compañía.
Contactados nuevamente, esta vez se les presentaron copias del registro
anual de La Verdad , Dragados respondió fríamente: “tal como indicamos, la
compañía no tiene informes de los hechos que ustedes mencionan, nos causa mucha
sorpresa despues de más de 50 años de ocurridos los hechos. Como resultado, es
imposible obtener información acerca de los trabajos públicos de las personas
que mencionan”.
En una situación sorprendente de memoria selectiva, no obstante,
la compañía reclamó que existía “evidencia demostrable del gran trabajo
realizado por Dragados al alquilar trabajadores, administradores y también
directores que tenían prontuario, que hubieran sido discriminados en
otras empresas a causa de su ideología contraria al régimen”.
Entrecanales, otro
gran grupo de la construcción ahora con el nombre de Acciona,
construyó algunos de los campos de concentración de Franco en Andalucía. La
compañía no respondió a las cartas enviadas por el Financial Times preguntando
si los directores de Acciona y sus accionistas había alguna vez considerado
reconocimiento de su deuda a los prisioneros Republicanos.
Otras compañías que hicieron uso del trabajo de prisioneros
incluyen Babcock & Wilcox, el grupo de ingeniería, en Bilbao; Cementos
Portland-Iberia en Toledo, Cementos Asland en Córdoba y docenas de grupos de
minería, ingeniería y construcción que ya no operan en estos días.
De los hombres de negocios que erigieron fortunas sobre la espalda del trabajo
esclavo, quizás los más famosos fueron dos hermanos catalanes, Juan y José
Banús, que no sólo construyeron al mausoleo de Franco en el Valle de los
caídos, pero también acogieron prisioneros políticos para levantar edificios
estatales, puertos, ferrocarriles, plantas industriales y el Puerto Banús una
lujosa marina cerca de marbella que llegó a ser el lugar para el jet ser
internacional en las décadas de 1960 y 1970.
El profesor Bernal cree que las empresas españolas nunca rendirán
cuentas. Él explica que “en Alemania, las compañías llegaron a ser parte del
esfuerzo de guerra, fueron militarizadas, y por supuesto, utilizaron trabajo
esclavo. Después de la Segunda Guerra Mundial, los sobrevivientes fueron
liberados. En España, ninguno fue liberado, España mantuvo enormes barracas
militares, una gran cárcel”.
Aunque existen unas pocas asociaciones de prisioneros políticos,
la reparación financiera no forma parte de sus demandas. La mayoría de sus
miembros tienen ahora aproximadamente 80 años, la asociación dice que
sería inútil iniciar acciones legales que llevan años, o décadas para ser
resueltas. Además, existe un estigma asociado a haber sido un prisionero
Republicano. Los prisioneros se mantienen como parias, sin acceso a ciertas
profesiones o privados de sus derechos.
“Franco instaló un profundo miedo en la sociedad española, y ese
miedo está aun presente con nosotros todavía”, dice el historiador Gutiérrez.
Él habla desde su experiencia personal. Su suegra, una viuda, recientemente
habló de las circunstancias de la muerte de su esposo. Él había sido baleado en
Cádiz por uno de los escuadrones de tiro de Franco. Le tomó a ella más de 50
años armarse de coraje para brindar este testimonio.
“Esta parte de la historia no está olvidada”, dijo Gutiérrez. “Es
quizá silencio, pero queda dentro de cada uno de los que vivió estos hechos”.
La sociedad española podría ser más sana, piensa él, si se
permitiera que estas memoria salieran a la luz. La realidad es que una parte de
España está aun tratando de suprimir la memoria colectiva de los prisioneros
Republicanos.
El Profesor Bernal dice que “los políticos ponen fecha de
vencimiento a los problemas. Durante la transición post franquista, los
partidos de la izquierda estuvieron de acuerdo en que no debería haber juicios
por derechos humanos, ningún ajuste de cuentas después de 40 años de
dictadura”. Aunque la izquierda inicialmente argumentó por la “ruptura”, un
espacio de ruptura con el pasado, el Partido Socialista, liderado por el joven
Felipe González, aceptó que la transición pacífica de la dictadura a la
democracia debería ser posible solo si conllevaba las instituciones del régimen
previo. En este sentido sería mas difícil para los franquistas repudiar las
reformas democráticas. Tal vez el momento definitorio vino durante un encuentro
secreto a principios de 1977, entre Adolfo Suárez, primer ministro de España en
el gobierno de transición, y Santiago Carrillo, el líder histórico del Partido
Comunista en la clandestinidad. En esa reunión Carrillo aceptó la monarquía del
rey Juan Carlos, la bandera nacional (en lugar de la Republicana) y la unidad
de la nación. A cambio, Suárez legalizó al partido Comunista. Los historiadores
aceptan que este fue uno de los eventos cruciales de la transición – y uno de
los que ayudó a tender un velo sobre el pasado.
Veinticinco años más tarde, Bernal argumenta que es aun difícil
para la izquierda romper este acuerdo no hablado. “la historia reciente de
España está aún como el avispón en el nido –la mejor izquierda no hace
disturbios” dijo.
Los prisioneros perdieron todo –su libertad, su salud, aun el
derecho de practicar su anterior profesión o tarea. El final de la sentencia de
prisión fue frecuentemente seguido de una “paz con destierro” o exilio interno.
Como resultado, muchos prisioneros continuaron trabajando para el empleador que
había utilizado su tarea como esclavo en prisión.
Roda no fue uno de esos. Después de haber sido liberado del campo
de concentración de los Merinales, él había tenido suficiente con el canal del
Guadalquivir. En febrero de 1946, tuvo libertad bajo palabra y fue a trabajar a
una planta de salazón de anchoas en Málaga, “perdí los mejores 10 años de mi
vida y nunca conseguí una pensión militar apropiada como oficial porque
estuve del lado de los vencidos” dijo.
Con el tiempo llegó a ser un hombre de negocios, consiguió una
cadena de negocios de muebles y se mantuvo fiel a los principios igualitarios
Republicanos y revolucionarios de su juventud: “elegí limitar a 10% mis
ganancias y compartirlas con mis empleados” nos explica.
“Perdí la guerra” dice Roda “pero gané siete victorias
subsecuentes contra el enemigo capitalista. Gané suficiente para enviar seis
niños a educarse, a la universidad, y construí un negocio de mi propiedad. Con
cada propiedad que adquirí me dije: otro límite al franquismo”.
Roda no está interesado en reclamar reparación económica. Él sabe
que su salud está fallando, y que es mejor pasar su tiempo escribiendo poemas
de amor –a su esposa, a la hermosa mujer de Sevilla, y a su Mercedes Benz.
En el año 1990, el gobierno socialista pasó una ley autorizando
compensaciones para prisioneros políticos que hubieran pasado más de tres años
en prisión. La compensación era por la “pérdida de la libertad” no por
sus años de trabajos pesadas.
Roda recibió 1,3 millones de pesetas (unos 7.813 Euros) por sus
siete años dentro del campo de concentración Los Merinales. Él no está amargado
como muchos compañeros prisioneros, porque él aprecia que existieron algunas
formas de expiación para las injusticias cometidas en el pasado.
- Fotografias de José Manuel Navia.
- Traducido para LQSomos por Mónica Oporto
* Nota original: Financial Times
Magazine, n.º 11, 5-julio-2003, pp. 22-27
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