jueves, 11 de abril de 2013

La muela de Sarrión.


Esta un poco lejos de Teruel pero merece la pena visitarlo con creces. Muchas de las construcciones han sido recuperadas. Claro ejemplo de lo que se puede hacer en otros sitios.

Aparte de estar bastante bien señalizado no hay perdida para llegar a la muela que se levanta en la llanura a las afueras del pueblo. No hemos tenido la suerte de visitar el museo.

 

Por allí pasaron las milicias  anarquistas venidas de Valencia dirección Teruel. En el ataque nacional dirección Valencia fue defendida por la división anarquista 28.

Adjuntamos dos textos para que te hagas una idea mejor del complejo.
 

 

Las trincheras de la Guerra Civil en Sarrión ya son visitables

 Fuente: Diario de Teruel
Dos niños de corta edad aprovechan el nido de' ame­tralladoras de Sarrión para jugar a la guerra. Allí el es­truendo de las balas de ver­dad resonó durante atlos y aún se pueden encontrar cas­quillos en los miles de me­tros de trincheras que perfo­ran los montes de la zona. Esas sierras sirvieron de es­cenario a las luchas entre re­publicanos y nacionales y ahora los restos de esa con­tienda pretenden convertirse en destino turístico y testi­monio de un conflicto que muchos de los qu.e lo vivie­ron aún quieren olvidar.

 
 
A tan sólo cinco kilóme­tros del casco urbano de la población las trincheras y los búnkeres comparten te­rreno con las simas para guardar material y los restos del hospital militar. El Ayun­tamiento quiere consolidar y recuperar esas ruinas, mu­chas de los cuales han varia­do poco en los últimos 70 años.

Sarrión fue un punto es­tratégico durante la contien­da al estar situado entre la zona valenciana, dominada por los republicanos y Te­ruel, territorio conquistado por los ejércitos franquistas. "Las trincheras fueron usa­das· por ambos bandos y no se sabe quienes las constru­yó, las iban retomando con­forme iban ganando terre­no", explica Gersón Beltrán, coordinador del proyecto de musealización de los restos junto con Miguel Cañas, de la empresa Guías de Gúdar.
 

En los montes de Sarrión hay nidos de ametralladora, puestos de mando, búnkeres y trincheras. Pero además, también se conserva la es­tructura de un antiguo hospi­tal que se va a recuperar en fechas próximas y en el sub­suelo hay cientos de simas que eran utilizadas por los vecinos para guardar material. "Escondían las cosas de casa.en agujeros excavados en sus propios campos y ta­pados con una losa de pie­dra", comenta el alcalde de Sarrión, Narciso Martín, quien matiza que "no se sabe con seguridad si pertenecen a la Guerra Civil".

 
La recuperación de los restos de la contienda española es un proyecto muy am­bicioso que requerirá una fuerte inversión. Hasta el momento, diversas institu­ciones han aportado más de 180.000 euros y las previsio­nes es que se necesiten al menos 150.000 más para do­tar de contenido el centro de interpretación, que podría abrir sus puertas este verano, y recuperar la estructura del antiguo hospital, entre otros trabajos.

La recuperación de los testimonios de la Guerra Ci­vil no ha sido sólo en lo que a infraestructuras se refiere, sino que el proyecto ha in­cluido una investigación fundamentada principalmente en los archivos militares y en la que ha participado el Co­ronel Fernando Sanz.

Un masovero habla en primera persona de las penurias de.la posguerra
 

Manuel Cercós nació en 1942 y vivió sus primeros años en la Masía de Don Pedro, situada en plena zo­na del conflicto. La sombra de la guerra planeaba sobre el recuerdo de sus padres, pero también en los campos de cultivo, donde "las ove­jas se comían los huesos de los cadáveres que dejó la guerra". Según el masove­ro, muy pocos de los cuer­pos se recogían: "Mi padre decía que habían venido a por uno o dos, pero los de­mas estaban allí. Al final de la guerra los tapaban un poco para que no olieran", co­menta.

Él era un niño, pero co­mo toda su generación, re­cuerda haber vendido los restos de metralla que en­contraban. La mayor parte de los vecinos de Sarrión iban en busca del hierro pa­ra luego venderlo ya que, según Cercós, "era lo más rentable, como la trufa aho­ra". Muchos de ellos aún tienen secuelas de' ese tra­bajo, en el que perdieron al­guno de sus miembros. Ma­nuel Cercós comenta qúe en todas las masadas hubo desgracias, aunque matiza qué su familia no iba aposta a recoger la metralla: "Ven­díamos la que encontrába­mos", apunta.
 
 

Para rentabilizar al má­ximo los proyectiles encon­trados, los explotaban en el interior de los búnkeres porque "si no se tapaban, no quedaba la chatarra". Cercós asegura que el di­nero "tenía mucho va­lor enton­ces" y el hierro lo pagaban a peso. El hambre dé enton­ceS hizo que se tiraran ba­rrenos para sacar el mineral del encofrado.

Manuel Cercós indica que en las masías las penurias fueron menores porque "como se trabajaba en es­pecie, siempre había algo que llevarte a la boca". Los peores recuerdos que tiene de la posguerra están vin­culados a los maquis. "Estábamos aborreci­dos, eran como los de la ETA, ve­nían y tení­amos quedarles de comer sin decir nada". comenta. "Les tenía mucho miedo. La zona de nuestra masada estaba olvi­dada y era una de las más castigadas", argumenta.

El proyecto incluye un centro de interpretación sobre el conflicto español
 

La Guerra Civil aún levanta ampollas en Sarrión. Todavía quedan personas que vivie­ron muy de· cerca los efectos de la contienda y el objetivo de los responsables de la mu­sealización de los restos es "recuperar la memoria desde el punto de vista menos do­liente", explica Gersón Bel­trán, coordinador del proyec­to, quien añade que les gusta­ría "plasmar una realidad sin abrir viejas heridas".

Sin embargo; Beltrán es consciente de que se enfrenta a un tema muy delicado: "Creo que hemos conseguido hablar de la guerra sin incli­narnos de un lado u otro, aunque algunos pueden argu­mentar que ese intento de ob­jetividad ya es un posiciona­miento", matiza.

El proyecto incluye la re­cuperación de restos que ha­blan por sí solos, como el ni­do de ametralladoras sobre el que se domina todo el Ba­rranco de la Hoz o losbúnke­res que pueblan el monte sa­rrionés. Sin embargo, cada uno de los restos se acompa­ñará de paneles explicativos que ubiquen al visitante y le faciliten la ruta, parte de la cual ya se ha señalizado me­diante hitos.

El punto de partida, o de cierre, según decida el turis­ta,será un centro de interpre­tación que se instalará en el antiguo depósito de aguas de la localidad. Allí se explica­rá, a través de paneles y de restos, "la historia desde lo general a lo particular, desde lo que supuso la Guerra Civil hasta su repercusión en Sa­rrión", matiza Gersón Bel­trán.

En una vitrina se mostra­rán las piezas encontradas en las trincheras, como bombas de mano, balas de los ejérci­tos ruso y francés y proyecti­les italianos. Beltrán matiza que no hay demasiado mate­rial porque se vendió en la posguerra para obtener bene­ficios económicos.

El responsable del pro­yecto museístico apunta que se ha excavado una "pequeña muestra" de las ruinas que hay en los montes de Sarrión. "Hay muchos restos y como no se podía actuar en todo. Se hizo una prospección y se decidió rehabilitar la zona del nido de ametralladoras y la del sistema defensivo so­bre el Barranco de la Hoz porque son un reflejo de to­do", argumenta Beltrán.

Nido de ametralladoras

En la actualidad es uno de los espacios más llamativos de los que se conservan y desde él se observa todo el barranco. El nido proporcio­naba a la unidad suficiente capacidad de fuego y las zo­nas fuera del alcance se bac tían con armas ligeras.

Abrigos de tropa

Su misión era proteger al soldado y aliviarlo de la ten­sión del conflicto. Tenían in­teriores muy espaciosos y cuentan con un respiradero que servía para que entrara aire limpio y para hacer fuego.

Puesto de mando

Eran las construcciones que mayor protección ofrecían y en ellas se escondían quie­nes estaban a la cabeza de la compañía y desde ellos se ordenaban y coordinaban las decisiones.

Puesto de observación

Tienen dos objetivos dife­renciados. Por una parte, desae allí se observan los movimientos enemigos en proximidad y, por otra, ayu­da a la corrección del tiro de las unidades de Artillería y de los morteros lanzados por la Infantería .

Abrigos de tropa
 
 

Son las líneas que vertebranl al conjunto del sistema de­fensivo y abarcan el grupo de la loma, la comunicación con la colina y los búnkeres situados enfrente. Los ra­males que descienden des­de el camino hasta la va­guada del valle se denomi­nan ramales de canalización y son caminos a cubierto para transitar por la posi­ción. En los montes de Sa­rrión hay kilómetros de es­tos ramales, parte de los cuales son visitable.

Sarrión acondiciona trincheras y refugios de la Guerra Civil


Tras la reconquista de Teruel por las tropas “nacionales” en el invierno de 1937 a 1938, el Ejército franquista decide avanzar hacia la costa mediterránea. En el camino tropezó con un serio obstáculo que retraso sus planes, las líneas fortificadas construidas por los republicanos en las estribaciones de la sierra de Javalambre.

Setenta años después, aquellas estructuras defensivas se han convertido en un atractivo turístico de Sarrión. Las zanjas de las trincheras han sido desescombradas, los refugios y los nidos de ametralladoras restaurados y los accesos acondicionados y señalizados. En dos montículos de la partida de La Laguna, cerca del Barranco de la Hoz, se conservan cientos de metros de trinchera excavada a pico y pala en la roca viva junto con los refugios subterráneos donde las tropas republicanas se cobijaron y se protegieron del fuego enemigo.

 El paisaje, entonces infernal debido al despliegue de maquinaria bélica y a los estallidos de las bombas, es ahora un paraje silencioso situado por encima de los mil metros de altura y poblado de sabinares y pinares. Un puesto de observación destinado hace setenta años a vigilar la posible irrupción de soldados enemigos se ha convertido en un privilegiado mirador al encajonado Barranco de la Hoz.

A unos cientos de metros, un nido de ametralladoras restaurado, ofrece una amplia panorámica de un profundo valle de laderas boscosas. El enclave, situado a 1.429 metros de altitud, es uno de los más espectaculares dentro del recorrido por los vestigios bélicos. Desde que se acondicionó la zona, se instalaron paneles informativos y se mejoraron los accesos, las “Posiciones defensivas de la Guerra Civil” del Barranco de la Hoz reciben continuas visitas, a pesar de su emplazamiento a 14 kilómetros del casco urbano.

Muy cerca de allí, en 2000, un episodio accidental refrescó en la memoria de los vecinos el pasado bélico de las estribaciones de la sierra de Javalambre. Un incendio provocó continuos estallidos de proyectiles y bombas que permanecían enterrados desde hacía setenta años. Un vecino recuerda que, debido a las explosiones, “aquello parecía otra guerra”. El recorrido por los antiguos campos de trincheras permite al visitante aproximarse a las duras condiciones de vida de los soldados destinados en aquellas posiciones. Los refugios subterráneos, húmedos y oscuros, se cubren con una bóveda de hormigón oculta bajo piedras y tierra para intentar camuflar su emplazamiento. Entre estos habitáculos -con capacidad hasta para 30 hombres-, los puntos de vigilancia y los puestos para los tiradores se organiza una red de zanjas abiertas en la roca por las que se puede circular sin ser visto desde el exterior. Muy cerca, un modesto manantial al que se llega por una trinchera y unas escaleras de cemento garantizaba el suministro de agua en aquel escenario de sufrimiento reconvertido en curiosidad turística.




 

Denominación. Posiciones Defensivas de la Guerra Civil en el Barranco de La Hoz.
Ubicación. En la sierra de Javalambre, a 14 kilómetros del casco urbano. La pista de acceso está señalizada.
Visitable. Aunque no se han inaugurado oficialmente, las trincheras se terminaron de acondicionar en 2005.
Información. Las antiguas fortificaciones están señalizadas dentro de un recorrido circular. Junto a las principales construcciones, hay paneles informativos que explican la utilidad de las estructuras y su diseño. Además, ofrecen otros datos que enmarcan el dispositivo militar en la Guerra Civil -unidades combatientes, evolución de los frentes, entre otros detalles-.
Accesos
Los 14 kilómetros de pista que conducen desde el casco urbano hasta las fortificaciones restauradas están señalizados. El recorrido por el interior del campo de trincheras está también indicado con flechas y paneles de madera.
Vestigios
En uno de los nidos de ametralladoras una inscripción recuerda que allí estuvo destinada la 25 Compañía. Para realizar el encofrado del hormigón se usaron distintos objetos, entre ellos páginas del HERALDO DE ARAGON.
Metralla
En el lugar todavía se pueden recoger fragmentos de metralla. En la posguerra, se recogieron municiones, armas y otros objetos para venderlos como chatarra, con el consiguiente riesgo de explosión de bombas abandonadas.
Parapeto
En los muros de los nidos de ametralladoras, construidos de hormigón, se abren unas pequeñas oquedades en las que los tiradores podían depositar la munición en un lugar seguro a la espera de ser utilizada.
Fuente: Heraldo de Teruel (Luis Rajadel)

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